Su infertilidad fingida, mi dulce venganza
img img Su infertilidad fingida, mi dulce venganza img Capítulo 4
4
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 4

Punto de vista de Aitana:

Las palabras sonaban dementes incluso para mis propios oídos. Hiperfértil. Era el tipo de cosa que leerías en una revista de chismes, no un término que tuviera cabida en mi vida cuidadosamente curada. Pero un pavor pesado y frío se instaló en mi estómago, un instinto primario que me decía que este absurdo estaba de alguna manera en el corazón de todo.

-Gerardo -dije, mi voz volviéndose más aguda, más enfocada. La directora de operaciones estaba de nuevo al mando-. El contrato de Damián con el hospital se renueva el próximo mes, ¿verdad? ¿El que tiene la cláusula de rendimiento que estructuramos?

-Sí -dijo, su voz cautelosa-. Aita, ¿estás bien? No estarás pensando en hacer una locura, ¿verdad?

¿Que si estoy bien? La pregunta era ridícula. Sentía como si me estuvieran desollando viva, capa por capa. Pero mi voz se mantuvo firme.

-No. Estoy siendo perfectamente racional. Necesito al mejor abogado de divorcios que puedas encontrar. Alguien despiadado. Quiero que se vaya sin nada. Ni un solo centavo.

Había sido una tonta. Cuando nos casamos, me había negado tercamente a la insistencia de mi padre en un acuerdo prenupcial. Había estado tan segura, tan ingenuamente cierta, de que el amor de Damián era puro, que no estaba detrás de la fortuna de los Garza Sada. Creía que nunca me traicionaría.

Mi teléfono vibró. Un mensaje de Damián.

*Aitana, lo que dije antes fue solo por el enojo. El hijo de Katia está enfermo, tiene fiebre alta. No podía dejarla sola con eso.*

*Soy médico. Es mi deber ayudar.*

Todavía intentaba hacerse el héroe.

Escribí una respuesta, mis dedos volando por la pantalla.

*No me importa.*

*Empaca tus cosas. Te quiero fuera de mi casa para mañana.*

Su respuesta fue un único signo de interrogación, seguido de una serie de mensajes furiosos y acusadores.

*¿Me estás echando? ¿Después de todo? ¡Me estás empujando a los brazos de otra mujer!*

*¡Bien! ¿Quieres que esto pase? ¡Pues lo tienes! ¡Lo lograste!*

No me molesté en responder. En cambio, le envié un último mensaje.

*¿Recuerdas lo que dijiste en nuestra boda? "En lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, te honraré y te apreciaré, renunciando a todos los demás, mientras ambos vivamos".*

La pantalla mostró que estaba escribiendo, luego se detuvo. Un momento después, apareció un signo de exclamación rojo junto a mi mensaje. Me había bloqueado.

Mi corazón, que pensé que no podía romperse más, se hizo añicos en un millón de pedazos más.

Una nueva solicitud de amistad apareció en mis redes sociales. Katia Valdez.

La acepté.

Casi de inmediato, un video apareció en mi bandeja de entrada. Estaba grabado en una habitación de hospital. Damián estaba sentado en el borde de una cama, convenciendo a un niño pequeño de que tomara un medicamento. Estaba sonriendo, su rostro más suave y genuinamente feliz de lo que lo había visto en años. El niño tenía un parecido sorprendente con él.

El mensaje de Katia siguió. *Es tan bueno con los niños, ¿verdad? Un padre nato.*

Mi respuesta fue rápida y fría. *No me importan tus numeritos. Lo único en lo que confío es en lo que descubra mi propia investigación.*

Al día siguiente, entré a la reunión anual de la junta del hospital con la cabeza en alto. Gerardo me encontró en la puerta, su rostro sombrío. Me entregó una gruesa carpeta de manila.

-Es peor de lo que crees -dijo en voz baja.

La abrí, mis manos temblando tanto que apenas podía pasar las páginas.

Katia Valdez. No era una madre soltera pobre y luchadora. Tenía un historial como cosplayer en convenciones de anime, especializándose en trajes de "sirvienta sexy". Ahí es donde había conocido a Damián, hace ocho años, antes de que él siquiera me conociera a mí.

Durante años, le había enviado fotos sugerentes. Él había respondido ocasionalmente. El coqueteo había sido largo, paciente y calculado. Ella mencionaba constantemente su "fertilidad", su capacidad para tener hijos varones.

Había registros de hotel. De la semana antes de nuestra boda.

Había estados de cuenta bancarios. Transferencias mensuales desde una cuenta privada que Damián tenía, sumando cientos de miles de dólares a lo largo de los años.

La había traído a nuestra casa como nana hacía dos semanas, el día después de que me fui a Suiza para reunirme con el especialista en fertilidad.

Mi mente se quedó en blanco, un torbellino de rabia y dolor. Pero mi voz, cuando hablé, fue inquietantemente tranquila.

-¿Va a hablar en la conferencia hoy? -le pregunté a Gerardo, refiriéndome al importante simposio médico que se celebraba en el auditorio principal.

-Sí. Es el orador principal.

-¿Se está transmitiendo en vivo? ¿A otros hospitales? ¿Revistas médicas?

Gerardo asintió, mirándome con creciente alarma.

-Aitana, ¿qué vas a hacer?

Le di una sonrisa delgada y frágil.

-Voy a arruinarles la fiesta.

Y con eso, me di la vuelta y caminé hacia el auditorio, con el archivo apretado en mi mano como un arma.

                         

COPYRIGHT(©) 2022