POV de Elara:
Dante me vio. Sus ojos se abrieron de par en par, e inmediatamente apartó a Sofía de él, las manos de ella cayeron de sus hombros. Dio un paso hacia mí, su rostro una mezcla de sorpresa y algo que parecía culpa.
-¿Elara? ¿Qué haces aquí? -su voz estaba teñida de una falsa preocupación que me erizó la piel.
No dije nada. Solo me quedé allí, dejando que el aire frío de la noche llenara mis pulmones, dejando que el silencio se extendiera entre nosotros. La visión de mi quietud, mi absoluta falta de reacción, pareció ponerlo nervioso. Titubeó, su paso vaciló.
Fue entonces cuando Sofía se movió. Se deslizó a su lado, enlazando su brazo con el de él posesivamente.
-Oh, mira, es tu obrita de caridad -se burló, sus ojos recorriéndome con desprecio. Luego su expresión cambió, derritiéndose en una de frágil inocencia. Se volvió hacia Dante, su voz temblorosa-. Dante, nos ha estado siguiendo, ¿verdad? Está celosa. Por favor, haz que entienda.
Se aferró a él, presionando su rostro contra su pecho como si buscara protección de mí.
-Sofía -dije, mi voz plana y muerta-. Cállate.
La mirada de puro desprecio que le di debió dar en el blanco. Se estremeció, luego su rostro se arrugó y rompió a llorar.
-¿Ves? -sollozó contra su camisa-. Es tan cruel conmigo.
Los brazos de Dante la rodearon, apretándola con fuerza. Me fulminó con la mirada por encima de su cabeza, su expresión endureciéndose.
-No tientes a la suerte, Elara.
Un dolor, agudo y familiar, me atravesó. No se trataba solo de este momento. Se trataba de todos los momentos que vinieron antes. Recordé la preparatoria, cuando Sofía Garza y sus amigas me habían hecho la vida imposible. Me habían acorralado en los vestidores, me habían desnudado y tomado fotos, todo porque Alejandro de la Vega, el chico callado de una familia poderosa, me había mostrado un momento de amabilidad. El recuerdo de sus risas era una cicatriz en mi alma.
Y recordé a Dante, años después, abrazándome mientras lloraba por esas viejas heridas. Había besado mis cicatrices y me había prometido, su voz un gruñido bajo de furia protectora: *"Haré que todas paguen por lo que te hicieron, mi amor. Todas y cada una de ellas".*
Ahora, estaba abrazando a la que me atormentaba, protegiéndola de *mí*. No solo había olvidado su promesa. Se había enamorado de la misma persona que me había marcado.
Malinterpretó mi silencio como culpa. Suspiró, un sonido cansado y fastidiado.
-Súbete a la camioneta, Elara. Hablaremos en casa.
Sofía levantó su rostro surcado de lágrimas de su pecho.
-Sí, súbete -dijo, su voz goteando una falsa dulzura. Se movió hacia mí, y al pasar, sus dedos se clavaron cruelmente en mi costado, justo sobre mis costillas-. Tenemos mucho de qué hablar.
Me aparté de un respingo, un agudo jadeo de dolor escapando de mis labios.
Era todo lo que necesitaba. Usando mi movimiento como catalizador, Sofía tropezó hacia atrás dramáticamente, soltando un pequeño grito teatral como si la hubiera empujado con todas mis fuerzas.
La cabeza de Dante se levantó de golpe. Sus ojos, fríos y furiosos, se clavaron en mí. Instantáneamente asumió lo peor. Instantáneamente asumió que era mi culpa.