La Prometida Robada del Jefe de la Mafia
img img La Prometida Robada del Jefe de la Mafia img Capítulo 7 Roles
7
Capítulo 8 Señora Black img
Capítulo 9 Respuesta img
Capítulo 10 Soy tuya img
Capítulo 11 ¿Quién es Tamy img
Capítulo 12 Frío img
Capítulo 13 Testamento img
Capítulo 14 Libre de él img
Capítulo 15 Enfrentando img
Capítulo 16 Hacer img
Capítulo 17 Esposa img
Capítulo 18 La señora de la casa img
Capítulo 19 La esposa img
Capítulo 20 ¿Mató por celos  img
Capítulo 21 Déjame tenerte img
Capítulo 22 La segunda vez img
Capítulo 23 Himen estrella img
Capítulo 24 Me engañaron img
Capítulo 25 Café img
Capítulo 26 Un hombre img
Capítulo 27 Juntas img
Capítulo 28 De ninguna manera img
Capítulo 29 Hagamos esto juntas img
Capítulo 30 ¿Estás segura  img
Capítulo 31 Era tarde img
Capítulo 32 Yo me encargo img
Capítulo 33 Langosta img
Capítulo 34 Diferente img
Capítulo 35 En la ducha img
Capítulo 36 Sensibilidad img
Capítulo 37 Extraño img
Capítulo 38 Falsa img
Capítulo 39 Prueba img
Capítulo 40 No me provoques img
Capítulo 41 Compras img
Capítulo 42 Tu lugar img
Capítulo 43 Tócate img
Capítulo 44 Chica tonta img
Capítulo 45 Abre los ojos img
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Capítulo 7 Roles

Perspectiva de Riley Collins

En cuanto el chofer dio dos pasos hacia atrás, Jackson adoptó una expresión seria. Su mirada era arrogante, como si estuviera a punto de dictar una sentencia.

"La vida de tu hermana está en tus manos", dijo con voz seca y directa, como quien anuncia el pronóstico del clima. "Y vas a hacer exactamente lo que te diga, si quieres verla viva otra vez".

Tragué saliva. Sentí la piel erizarse, y un escalofrío subió por mi espalda, como una advertencia de mi cuerpo para que huyera lejos de allí. Pero no corrí.

"¿Qué quieres?". Mi voz salió temblorosa, aunque firme. "Ya me quitaste todo. No tienes nada más que llevarte".

Él sonrió, con ese gesto torcido y venenoso que tanto detestaba.

"Quiero que encuentres los documentos de tu matrimonio con Luca. Escóndelos de todos... y tráemelos hoy mismo".

"¿Cómo?", susurré. "¿Cómo se supone que voy a traerte eso? Luca no me deja ni cruzar la calle sin saber dónde estoy. Y... ¿por qué quieres esos papeles?".

Él soltó una carcajada alta, y luego, bajando la voz, se inclinó hacia mi oído.

"El tiempo pasa y sigues siendo una idiota, Riley". Se apartó apenas, y con ese tono venenoso agregó: "Hoy se leerá oficialmente el testamento de mi padre. ¿Y adivina qué? El hijo que esté legalmente casado asumirá los negocios. Pero ni mi matrimonio contigo ni el de Luca están registrados oficialmente. ¿Toda esa ceremonia que viste? Fue solo una actuación suya para dejar más miembros de la familia bajo su control. No tiene ningún valor legal".

Levantó la mano hacia mi rostro, pero le di una palmada tan fuerte que el chasquido se escuchó incluso entre los enfermeros que pasaban cerca.

"¿Estás jugando con fuego, princesita?", añadió.

"Ahora soy la esposa de Luca Black. No te atrevas a volver a tocarme", le advertí.

"Cuando digo que eres una idiota, no me crees. No eres su esposa. El juez que ofició la boda está muerto. ¿Eso no te basta? ¿Quién crees que validará esa farsa?", se burló.

Mis ojos se abrieron de par en par.

"Entonces... ¿el matrimonio con Luca...?". Mis piernas se debilitaron. "¿Quieres esos documentos para... anularlo todo?".

Él asintió, satisfecho.

"Si me traes esos papeles antes de la lectura, yo apareceré con unos nuevos. Los firmarás como debiste hacerlo desde el principio... casándote conmigo".

"¿Y Emma?", pregunté con voz ahogada. "¿Podré verla?".

"Claro. La cirugía es a finales de semana. Eso sí, solo si cumples tu parte", contestó.

Miré a mi alrededor, sintiendo el aire espeso y el pecho apretado. Intenté entender cómo había terminado atrapada en un juego en el que jamás quise participar.

Jackson se alejó cojeando, apoyado en un bastón. Mientras se acomodaba el cuello de la camisa, se giró antes de cruzar la puerta.

"Yo me encargo de los testigos. Tú solo necesitas ser obediente... por una vez en tu vida".

Y luego desapareció por el pasillo.

Me quedé allí, inmóvil, tratando de respirar. Cada palabra suya ardía dentro de mí, como si mi cuerpo estuviera hecho de pólvora y él acabara de encender un fósforo. Mi corazón latía con fuerza, atrapado en un golpe constante. Mi hermana... Dios... Emma.

'Respira, Riley', me dije.

Entonces el chofer regresó, esta vez acompañado por un hombre de bata blanca, de unos cincuenta años, con el rostro cansado pero serio.

El conductor hizo las presentaciones:

"Este es el doctor Reinald Amaral, director clínico".

"¿Señora Collins Black?", dijo este, extendiendo la mano.

La estreché con cierta duda. ¿Había dicho Black?

"El señor Black pidió que viniera personalmente a aclarar la situación", agregó.

'¿Jackson fue tan rápido? ¿O ya tenía todo esto planeado?', pensé.

"¿Dónde está mi hermana?", pregunté de inmediato. "Su nombre es Emma Collins. Tiene dieciocho años. Sufrió un accidente automovilístico y estuvo internada aquí. Ayer mismo llamé y me dijeron que su estado había empeorado...".

Él frunció el ceño y consultó una tableta que llevaba en la mano.

"Señora, los registros de su hermana se cerraron hace once meses. Verifiqué incluso el alta médica. Fue firmada, y el expediente cerrado. Todo está en orden".

"¿Dada de alta? ¡Pero ella estaba en coma! Hablé con alguien ayer mismo", objeté.

"¿Recuerda el nombre de quien la atendió? Si me lo dice, iré a verificar de inmediato", inquirió el médico.

Negué con la cabeza, desesperada.

"Estaba tan asustada que no pregunté. No puedo creerlo...".

"Tal vez fue transferida a otro hospital. Puedo ayudarla a verificarlo, pero le aseguro que aquí ya no está", insistió Reinald.

El mundo pareció derrumbarse a mi alrededor.

"¿Y dónde está ahora?", cuestioné.

El doctor respiró hondo, sacó una tarjeta del bolsillo y me la entregó.

"Por el respeto que tengo al señor Black, investigaré esto personalmente. Si encuentro cualquier información, me comunicaré con usted".

Tomé la tarjeta con dedos temblorosos. Él asintió y se alejó.

El chofer me observaba a cierta distancia, con una expresión cautelosa, casi... compasiva. Como si ya supiera por lo que estaba pasando.

"Él va a investigar, puede quedarse tranquila", me dijo.

"¿Pero de qué sirve? Está con Jackson, nunca me dirá la verdad si ese desgraciado no se lo permite", repliqué.

"¡Ah! ¿El doctor Reinald? No, señora. Él es muy amigo del señor Luca. Lo va a hacer, puede confiar. Sabe que usted es la dama de la mafia, y se lo dejé bien claro. Hará lo que sea necesario, incluso ir al infierno si hace falta", aclaró.

"¿De Luca?", pregunté, confundida.

"Sí, señora", reafirmó él.

Finalmente, lo seguí hasta el estacionamiento, aun mirando hacia los lados.

Si eso era cierto, entonces Jackson estaba perdiendo poder. ¿Y si él mentía sobre Emma? ¿Y si estaba entregando todo en las manos del hombre equivocado?

"Vamos, señora Riley", dijo el chofer, abriendo la puerta del carro.

No respondí. Entré, y el silencio durante el trayecto de regreso fue más ensordecedor que cualquier amenaza de Jackson.

La única frase que resonaba en mi mente era: "Tienes hasta la lectura del testamento... o perderás a Emma para siempre".

Tenía que ser rápida y tomar una decisión con cautela. Empecé a poner todo en la balanza. Luca, a pesar de todo, me hacía sentir más segura que Jackson.

'Él detesta las mentiras, mientras que su hermano vive mintiéndome', reflexioné.

Cuando regresamos a la casa de Luca, él estaba en la sala, y me miró de pies a cabeza. Tenía algo en las manos: Papeles.

"¿Cómo te fue allá?", preguntó con frialdad.

"Ella desapareció. Simplemente... se esfumó", contesté.

"¿Estás mintiéndome? ¿De verdad existe esa hermana o solo fue una excusa para conseguir más dinero?", inquirió.

"Estoy agotada, 'jefe'. Y si aún tienes que preguntarme eso, tal vez no me conozcas tanto como crees", repliqué.

"Tú sabrás", respondió sin inmutarse. "Pero quiero que estés presentable a las tres de la tarde. Ya mandé a dejar tu ropa sobre la cama. Vamos a salir".

Miré los documentos, justo cuando él se giró hacia un hombre que lo observaba con los brazos cruzados.

"Son los papeles del matrimonio. Déjalos en el despacho. Ya sabes qué hacer", le dijo Luca.

"Sí, jefe", contestó el sujeto.

Ahora sabía dónde estaban los documentos... pero no estaba segura de si debía tomarlos. Y mucho menos de entregárselos a Jackson.

                         

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