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El precio de la segunda oportunidad
img img El precio de la segunda oportunidad img Capítulo 4 La caída del pétalo, el ascenso del acero
4 Capítulo
Capítulo 6 El nido de los lobos img
Capítulo 7 El filo de la alianza img
Capítulo 8 El pacto de las cenizas img
Capítulo 9 El pecado del padre img
Capítulo 10 La corona de espinas img
Capítulo 11 La arquitectura de un nuevo reino img
Capítulo 12 El frío mármol del poder img
Capítulo 13 La jaula de seda img
Capítulo 14 Tierra Quemada img
Capítulo 15 La anatomía del silencio img
Capítulo 16 Letras de fuego en la oscuridad img
Capítulo 17 La red de las sombras img
Capítulo 18 Su única esperanza img
Capítulo 19 La llave en la sangre img
Capítulo 20 La Estación de los Ecos Olvidados img
Capítulo 21 El Vals de los Rivales img
Capítulo 22 Una razón para luchar img
Capítulo 23 El eco de los Alpes y la sombra del pasado img
Capítulo 24 La Subasta de las Almas img
Capítulo 25 El Latido de la Máquina img
Capítulo 26 El Reflejo en el Lago de los Secretos img
Capítulo 27 El honor de las piedras y el fuego img
Capítulo 28 El Abismo de Sal y Silencio img
Capítulo 29 La Gruta de los Ecos y el Rostro del Verdugo img
Capítulo 30 El dilema de la balanza y la espada img
Capítulo 31 El Santuario de los Ecos y la Traición Blindada img
Capítulo 32 El Silencio de los Santos y el Código del Pescador img
Capítulo 33 El Susurro del Tirreno y la Sombra del Tintero img
Capítulo 34 La Semilla del Silencio y el Eco de los Muertos img
Capítulo 35 El Corazón de los Urales y el Diario de la Verdad img
Capítulo 36 El Aliento del Norte y el Milagro del Silencio img
Capítulo 37 El eco del lapislázuli y el susurro del norte img
Capítulo 38 La Sombra en el Juguete y el Despertar del Lobo img
Capítulo 39 El Taller de las Sombras y el Eco de los Traidores img
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Capítulo 4 La caída del pétalo, el ascenso del acero

La primera semana después de la renuncia fue una lección brutal de geografía social. Clara descubrió que el mapa de la ciudad, que antes le parecía lleno de avenidas abiertas y puertas acogedoras, se había transformado en un laberinto de muros infranqueables. El rechazo a la oferta de Marcus Thorne no solo había sido un acto de rebeldía; había sido el disparo de salida de una guerra silenciosa de desgaste.

Clara pasó el martes y el miércoles frente a su computadora, enviando su currículum a todas las agencias de nivel medio y alto del país. Al principio, lo hacía con la esperanza de que su impecable trayectoria hablara por ella. Pero el jueves, el silencio se rompió de la peor manera posible.

-Clara, eres brillante, de verdad -le dijo por teléfono un antiguo colega que ahora dirigía su propia firma de consultoría-. Pero no puedo contratarte. He recibido "sugerencias" de que cualquier empresa que te tenga en nómina perderá los contratos de logística de las subsidiarias de Volkov. Y nadie en este sector puede permitirse enemistarse con el nuevo León de la Tecnología.

-¿El nuevo León? -preguntó Clara, apretando el auricular con fuerza.

-¿No has visto las noticias de esta mañana? Alexei ha hecho su movimiento. No solo ha tomado el control; ha purgado la junta directiva. Es el CEO absoluto.

Clara colgó y, con dedos temblorosos, encendió la televisión. La imagen la golpeó como un impacto físico. Ahí estaba él. Alexei Volkov, de pie en un podio de cristal y acero en el centro de convenciones más importante de la ciudad. No vestía el traje de novio con el que ella lo había imaginado por última vez; llevaba un traje gris oscuro, casi negro, de una confección tan perfecta que parecía una armadura moderna. Su rostro, antes capaz de suavizarse con una sonrisa para ella, era ahora una máscara de determinación fría y autoridad indiscutible.

"Hoy no solo salvamos una empresa familiar", decía la voz de Alexei, resonando con una profundidad magnética que llenaba la habitación de Clara. "Hoy nace Volkov Global Tech. No miramos al pasado, porque el pasado es un lastre que solo sirve para frenar el progreso. Nuestra mirada está en el futuro, y en el futuro, solo hay espacio para la eficiencia y el poder".

Clara apagó el televisor. "El pasado es un lastre". Así era como él la definía ahora. Ella no era una mujer herida, no era una persona con la que compartió tres años de intimidad; era simplemente un error de cálculo que ya había sido eliminado de la ecuación.

La realidad económica no tardó en tocar a su puerta. El viernes por la mañana, recibió una notificación electrónica: su tarjeta de crédito corporativa había sido cancelada, y los fondos de la cuenta conjunta que usaban para los gastos del ático habían sido retirados. Alexei no había esperado a que ella aceptara el soborno; ante su negativa, había decidido asfixiarla financieramente.

Clara abrió su cuenta personal. Cuatro mil doscientos dólares. Eso era todo lo que tenía en el mundo. El alquiler del ático vencía en diez días, y el monto era tres veces superior a lo que ella poseía.

Se sentó en la mesa de la cocina y empezó a hacer listas. Era una mujer de estrategia, y aunque su mundo se estaba derrumbando, su cerebro se negaba a rendirse.

Vender el anillo. Era un diamante de tres quilates, una piedra de una pureza insultante. Le dolía tocarlo, pero sabía que era su billete de salida.

Mudarse. El ático era una jaula de cristal llena de fantasmas. Necesitaba un lugar donde el apellido Volkov no significara nada.

Reinventarse. Si el marketing corporativo le había cerrado las puertas por su nombre, tendría que cambiar de nombre o de campo.

El sábado, Clara se puso unas gafas de sol oscuras y se dirigió a la zona de los joyeros más prestigiosos. Entró en Valencourt, el lugar donde Alexei había comprado el anillo. Esperaba una transacción rápida, pero el destino tenía otros planes.

-Lo siento mucho, señorita -dijo el tasador tras examinar la pieza con una lupa-. Esta joya está registrada bajo un contrato de compra con cláusula de recompra preferencial para la familia Volkov. No puedo comprársela a usted sin un certificado de transferencia firmado por el señor Alexei Volkov.

-¿Qué? -Clara sintió que el suelo volvía a ceder-. El anillo fue un regalo. Es mío.

-Legalmente, según el contrato de esta casa, se considera una propiedad familiar vinculada al linaje. Sin su firma, ninguna joyería de prestigio en la ciudad se arriesgará a tocarlo.

Clara salió de la joyería con el anillo quemándole en el bolsillo. Alexei lo había previsto todo. Había rodeado cada una de sus posibles salidas con muros legales. Quería que ella volviera de rodillas, suplicando por los cinco millones, aceptando el silencio a cambio de aire para respirar.

Caminó durante horas por las zonas menos glamurosas de la ciudad, evitando las avenidas principales donde las pantallas gigantes mostraban el rostro de Alexei y los titulares sobre el "Billonario Soltero más Codiciado". Terminó en un barrio de edificios antiguos, con ropa tendida en los balcones y el aroma de comida casera flotando en el aire. Allí, vio un cartel de "Se Alquila" en una ventana de un segundo piso, encima de una lavandería.

El apartamento era minúsculo. El suelo de linóleo estaba desgastado y las paredes necesitaban una capa de pintura, pero tenía una ventana grande que daba a un callejón lleno de vida.

-Son ochocientos dólares al mes. Dos de depósito -dijo la dueña, una mujer de manos nudosas llamada Rosa.

-Lo tomo -dijo Clara, entregando el dinero en efectivo sin siquiera regatear.

Esa noche, Clara regresó al ático por última vez. No empacó los muebles de diseño ni la ropa que Alexei le había comprado. Solo tomó sus libros, sus documentos personales, su vieja computadora y una maleta con ropa básica. Antes de salir, dejó las llaves sobre la mesa de mármol, junto al anillo de compromiso. No necesitaba el dinero de ese diamante manchado de traición. Prefería la pobreza con libertad que la riqueza en una jaula de oro diseñada por él.

Se mudó en la oscuridad de la madrugada, usando un servicio de transporte barato. Cuando cerró la puerta de su nuevo y destartalado apartamento, el sonido fue diferente al del ático. No hubo un eco elegante; fue un golpe seco, real, terrenal.

Se sentó en el suelo, sobre su única maleta, y miró las paredes descascaradas. El contraste era ridículo. Hace una semana, se preparaba para ser la esposa de uno de los hombres más ricos del país. Hoy, era una desempleada en un barrio olvidado.

Pero mientras miraba la luz de la calle reflejarse en el cristal sucio de la ventana, Clara sintió algo que no había sentido en años: una chispa de rabia pura y limpia. Alexei la había abandonado, la había difamado y la había arruinado. Pero en su arrogancia de CEO, había cometido un error fundamental. Le había dejado lo único que él no podía comprar ni controlar: su voluntad.

-Disfruta de tu ascenso, Alexei -susurró Clara, abriendo su computadora para buscar no un empleo, sino la forma de construir su propia empresa desde las sombras-. Porque cuando llegue a la cima, no estaré allí para saludarte. Estaré allí para superarte.

Esa noche, Clara no durmió por el dolor. Durmió por el cansancio de quien finalmente ha decidido dejar de caer para empezar a cavar los cimientos de su venganza.

Mientras tanto, a kilómetros de allí, en el último piso de la Torre Volkov, Alexei miraba el anillo y las llaves que sus guardias acababan de encontrar en el ático. Su rostro permaneció impasible, pero sus dedos se cerraron sobre el diamante con tal fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Ella no había aceptado el dinero. Y eso, para un hombre que creía que todo tenía un precio, era la primera señal de que su plan perfecto tenía una grieta que no había previsto.

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