Capítulo 4 No.4

La puerta chocó contra la pared con un estruendo que hizo vibrar los cuadros. En el umbral, llenando casi todo el marco, estaba Alfred. El chofer de Ethan. Con su traje negro impecable y sus gafas oscuras, parecía la parca venida a cobrar una deuda. Había entrado sin esfuerzo, aprovechando que la puerta estaba entornada.

Alfred no pidió permiso. Entró en el apartamento con dos zancadas largas, poniéndose directamente entre Blake y Scarlett.

-La Señora Vance tiene prisa -dijo Alfred. Su voz era grave, profunda, resonando en las paredes delgadas como un trueno subterráneo.

Blake retrocedió un paso, intimidado por la masa muscular del hombre.

-¿Señora Vance? -repitió Blake, confundido. Miró a Scarlett-. ¿Vance?

Tiffany, que se había puesto de pie milagrosamente curada, soltó una risita incrédula. Sus ojos se abrieron con reconocimiento malicioso.

-¿Vance? -Tiffany miró a Scarlett con desprecio-. ¿Te casaste con Ethan Vance? ¿El tullido? ¿El paria de la familia?

La risa de Tiffany fue aguda, cortante.

-Dios mío, Scarlett. Caíste bajo. De un rey como Blake a un mendigo inválido. Qué patético. ¿Qué vas a hacer? ¿Empujar su silla mientras él vive de las sobras de su familia?

Algo se rompió dentro de Scarlett.

Había soportado la traición. Había soportado la humillación pública. Había soportado perder su hogar. Pero escuchar a esta mujer, esta usurpadora barata, insultar al hombre que la había salvado de la lluvia... al hombre que le había dado su chaqueta y su nombre cuando nadie más lo hizo... eso fue demasiado.

Scarlett soltó la maleta.

No pensó. No calculó. Simplemente se movió.

Rodeó a Alfred antes de que el guardaespaldas pudiera detenerla. Caminó los tres pasos que la separaban de Tiffany.

Tiffany abrió la boca para decir algo más.

¡PLAF!

El sonido fue nítido, satisfactorio, resonando como un latigazo en la habitación silenciosa. La mano de Scarlett conectó con la mejilla de Tiffany con toda la fuerza de su frustración acumulada, de su dolor, de su ira.

La cabeza de Tiffany giró violentamente hacia un lado. Un jadeo colectivo llenó la sala.

Tiffany se llevó la mano a la mejilla, donde una marca roja perfecta comenzaba a florecer. Sus ojos estaban desorbitados por el shock.

-Eso es por la bata -dijo Scarlett, su voz temblando no de miedo, sino de adrenalina pura-. Y por respirar mi aire.

Blake rugió y se lanzó hacia Scarlett. -¡Maldita loca! ¡Te voy a...!

Pero no llegó a tocarla. Alfred se movió con una velocidad aterradora para un hombre de su tamaño. Interceptó a Blake, agarrando su muñeca en el aire y retorciéndola hacia atrás con una técnica profesional.

Blake gritó de dolor, cayendo de rodillas.

-¡Me estás rompiendo el brazo! -chilló Blake-. ¡Voy a demandarlos! ¡Voy a llamar a la policía!

Alfred no aflojó el agarre. Se inclinó ligeramente hacia Blake.

-Hágalo, señor Miller -dijo Alfred con calma gélida-. El equipo legal de VanceCorp estará encantado de discutir los cargos de agresión contra la esposa del señor Ethan Vance. Le aseguro que tienen más recursos que usted.

El nombre de VanceCorp, y la implicación del poder familiar detrás, hizo que Blake cerrara la boca. El dolor y el miedo reemplazaron a la bravuconería.

Scarlett miró a Blake arrodillado, a Tiffany llorando en la esquina. Sintió una extraña sensación de vacío. Ya no le importaban. Eran insignificantes.

-Vámonos, Alfred -dijo ella, tomando su maleta.

Salió al pasillo con la cabeza alta, aunque sus piernas se sentían como gelatina. Alfred soltó a Blake con un empujón despectivo y la siguió, cerrando la puerta tras de sí.

Bajaron en silencio hasta el coche. La lluvia había amainado, pero el cielo seguía gris.

Scarlett se subió a la parte trasera de la camioneta. Ethan estaba allí, esperándola. Tenía una tablet en la mano, pero la bajó cuando ella entró. Sus ojos grises escanearon su rostro, luego bajaron a sus manos.

Notó el ligero temblor en sus dedos. Y notó las marcas rojas en su muñeca, donde Blake la había agarrado antes.

Los ojos de Ethan se oscurecieron. La temperatura en el coche pareció descender diez grados.

-¿Problemas con la basura? -preguntó él. Su voz era neutra, pero había un filo peligroso debajo.

Scarlett se frotó la muñeca, tratando de ocultar la marca.

-Basura reciclada -dijo ella, recostándose en el asiento y cerrando los ojos-. Ya no es mi problema.

Ethan no dijo nada más. Esperó a que Scarlett girara la cabeza hacia la ventana, perdiéndose en el paisaje lluvioso de la ciudad.

Aprovechando su distracción, Ethan sacó discretamente su teléfono, ocultándolo bajo el pliegue de su abrigo. Tecleó un mensaje rápido a Marcus Sterling:

"Investiga a Blake Miller. Quiero saber todo. Sus cuentas, sus vicios, sus secretos. Y quiero que sufra. Nadie toca lo que es mío."

El coche arrancó, alejándose de la ciudad, hacia las colinas boscosas donde se escondía la Villa Vance.

-Vamos a casa -dijo Ethan, rompiendo el silencio-. Y por casa, me refiero a mi prisión. Espero que te gusten los lugares oscuros, Scarlett. Porque mi mundo no tiene mucha luz.

            
            

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