Capítulo 6 No.6

La resaca de la noche anterior no era por el alcohol. Era una resaca de rabia.

Don César estaba sentado en su oficina de la esquina en Imperio César. La vista del horizonte solía ser su cosa favorita, un recordatorio de su dominio sobre la ciudad. Hoy, las nubes grises solo le recordaban el lado vacío de su cama.

Se presionó los talones de las manos en los ojos.

Braulio estaba descansando en el sofá de cuero, desplazándose por su teléfono.

-Estaba salvaje anoche, César. Absolutamente salvaje. ¿Quién sabía que la esposa muda tenía garras? ¿Y cómo demonios sabía lo de la cuenta de caridad? Mi padre realmente me llamó esta mañana haciendo preguntas.

Don César lo ignoró. Estaba mirando el acuerdo de divorcio en su escritorio.

La solicitante renuncia a todos los derechos de manutención conyugal.

La solicitante renuncia a todos los derechos sobre los bienes conyugales.

Ella no quería nada.

Le molestaba. Si hubiera pedido la mitad de su fortuna, lo habría entendido. Eso era una transacción. Eso eran negocios. ¿Pero pedir nada? Eso era una declaración. Significaba que valoraba alejarse de él más de lo que valoraba sus miles de millones.

Su intercomunicador zumbó.

-Señor César -la voz de su secretaria era nítida-. El Decano Iván de la Escuela de Medicina de Harvard está en la línea uno.

Don César se enderezó. Esto era importante.

#NAME?

Levantó el auricular.

-Decano Iván. ¿A qué debo el placer?

La voz del Decano era seria, pesada de autoridad.

-César. Llamo por un favor. Y una recomendación.

#NAME?

-Tenemos un investigador. Un fantasma, en realidad. Usa el nombre en clave 'Oráculo'. Esta persona es la cima del campo en neuro-regeneración. Sus artículos están revolucionando la forma en que tratamos el daño nervioso.

Don César apretó el teléfono con más fuerza.

#NAME?

La condición cardíaca de Rubí se complicaba por el daño nervioso del 'incidente' en la mina hace tres años. O eso decían los médicos.

-Potencialmente -dijo el Decano-. Pero el 'Oráculo' es esquivo. No aceptan clientes privados. No hacen consultas. Estoy tratando de organizar una reunión para ti.

-Hágalo -ordenó Don César-. Ponga el precio.

-Una cosa -añadió el Decano, dudando ligeramente-. El Oráculo es... poco convencional. No dejes que tus prejuicios se interpongan.

-No me importa si el Oráculo es un loro -dijo Don César-. Si pueden arreglar a Rubí, los quiero.

Colgó, un destello de esperanza encendiéndose en su pecho.

Mientras tanto, en la Suite de Invitados del Ático César.

Eva estaba sentada en el pequeño escritorio que había arrastrado cerca de la ventana. La habitación era escasa, pero la había transformado en un centro de mando. Una computadora portátil segura estaba abierta, mostrando fórmulas químicas complejas y diagramas anatómicos.

Llevaba una bata de seda, bebiendo café negro. No había salido del apartamento desde el club, evitando a Don César quedándose detrás de la puerta cerrada del ala de invitados.

Un correo electrónico encriptado apareció en su pantalla.

Remitente: Decano Iván.

Asunto: Consulta César.

Mensaje: Él está preguntando por ti. Está desesperado.

Eva miró la pantalla. Una sonrisa pequeña y seca tocó sus labios.

Escribió de vuelta: Déjalo esperar.

Cerró el correo electrónico y abrió un archivo llamado "Proyecto: Oráculo".

Su teléfono sonó. No era el número que Don César tenía. Era un teléfono desechable.

Contestó.

#NAME?

#NAME?

-Los datos sobre el caso César están incompletos -dijo Eva, su voz bajando a un registro profesional y dominante-. Revisé los escáneres que subiste al servidor seguro. Omitiste la cicatrización en el ventrículo izquierdo.

-Lo siento, Mentora -tartamudeó Lino-. Yo... lo arreglaré.

Eva suspiró, frotándose las sienes.

-No. Iré al Centro Médico mañana. De incógnito. Necesito ver los datos brutos yo misma.

Colgó.

Se levantó y caminó hacia la estantería en la habitación de invitados. Allí, encajado entre algunas novelas, había un libro de texto: Introducción a la Historia del Arte.

Lo sacó. Era el accesorio que había llevado por el ático durante tres años para convencer a Don César de que era simple. Inofensiva.

Miró la portada.

Caminó hacia la papelera y lo dejó caer dentro.

El golpe pesado del libro golpeando el fondo del contenedor resonó en la habitación.

-La actriz se ha retirado -susurró a la habitación vacía-. El Oráculo ha vuelto.