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El Iris de Medianoche de la Traición
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Capítulo 7

Punto de vista de Bernardo:

Me palpitaba la cabeza, un dolor sordo detrás de los ojos. Agarré el volante, mis nudillos blancos, el resplandor furioso del sol poniente no hacía nada para calmar mis nervios crispados. Llamé a Alicia de nuevo. Directo al buzón de voz. Otra vez.

Mi pulgar se cernió sobre el botón de "rellamada", pero dudé. Ella siempre contestaba. Siempre. Ahora, solo silencio. El teléfono se sentía pesado, un ladrillo en mi mano.

Lo arrojé al asiento del pasajero, luego miré a mi chófer.

-¿Ha estado Alicia en casa?

El chófer, un hombre estoico llamado Marcos, negó con la cabeza.

-No desde ayer, señor. Su coche sigue en el garaje.

-Claro -murmuré, pasándome una mano por el pelo-. Solo está siendo dramática. Tratando de demostrar algo.

Pero un destello de inquietud se agitó en mis entrañas.

Me alcancé la corbata, aflojándola, y entonces lo noté. Un pequeño y vibrante fragmento de plástico, apenas visible en el lujoso asiento de cuero. Un trozo de esmalte de uñas. 'Iris de Medianoche'.

Se me heló la sangre. No era mío. Era de Shanik. Debió de caerse de su bolso cuando estuvo en mi coche antes. Cuando fue a recoger a Beto.

No. Alicia no pudo haber visto esto. No pudo haberlo sabido. Cerré los ojos con fuerza, deseando que la imagen desapareciera. Solo estaba siendo paranoica. Siempre se le ocurrían estas ideas locas.

Pero la fría certeza de que lo había visto, de que lo sabía, me arañaba el pecho. No era solo un esmalte de uñas. Era la confirmación. No estaba adivinando; estaba segura.

Despedí al chófer, queriendo estar solo. Me desplomé contra el asiento, mi mente acelerada. En realidad no la había engañado. No físicamente. Shanik era solo... conveniente. Un cuerpo cálido, un oído dispuesto.

La usé. Para poner celosa a Alicia, sí. Para recordarle lo que tenía. Para hacerla luchar por mí. Era un juego. Un juego estúpido y cruel.

Saqué mi teléfono, escribí un furioso mensaje de voz: 'Alicia, esto es ridículo. Vuelve a casa. Ahora'. Luego, mi dedo se cernió sobre 'enviar'. No. Demasiado agresivo.

Lo borré. Escribí en su lugar: 'Alicia, por favor, vuelve a casa. Necesitamos hablar'. Más suave. Más atractivo.

Llegué a casa y la encontré silenciosa y vacía. Ninguna respuesta de Alicia.

Beto irrumpió en la sala, con la cara manchada de rojo.

-¡Papá! ¡Mira! ¡Usé el labial de mamá! ¡Es tan bonito!

Sostenía un tubo a medio comer, sus ojos grandes e inocentes.

Lo levanté, tratando de sonreír.

-Está bien, campeón. Mami no se enojará.

Pero por dentro, un creciente pavor se enroscaba en mi estómago. Alicia adoraba sus cosas.

Entonces lo vi. La aspiradora robot, zumbando diligentemente por el suelo de mármol, recogiendo polvo y... trozos de papel. Pequeños trozos teñidos de rojo.

Beto una vez había cortado el diploma de la escuela de arte de Alicia, pensando que solo eran 'dibujos'. Ella había llorado durante días.

-¿Qué es eso, Beto? -pregunté, mi voz tensa.

-¡Oh! ¡El cartero trajo un libro rojo para mami! ¡Pero no era un libro de cuentos, así que jugué con él!

Se rió, totalmente inconsciente.

Un libro rojo. Un libro rojo del cartero. Las palabras resonaron en mi mente. Acta de divorcio. No. No podía ser. Todavía no. Alicia no había firmado nada. Yo no había firmado nada.

Dejé caer a Beto, corriendo hacia la aspiradora. Apreté el botón de parar, luego, con cuidado y esmero, me arrodillé para recoger los delicados fragmentos. Mis dedos temblaban mientras los unía.

'MATRIMONIO'. Vi la palabra. Una ola de alivio me invadió. Solo nuestra vieja acta de matrimonio. Debió de tirarla por accidente. Qué descuidada.

Entonces, mis ojos captaron un pequeño sello oscuro, nítidamente impreso en la parte superior. 'DECRETO DE DISOLUCIÓN. ESTE CERTIFICADO YA NO ES VÁLIDO'. Y debajo, en tinta negra burocrática: 'PARTES DIVORCIADAS. CERTIFICADO INVALIDADO'.

Mis manos temblaron, esparciendo los pedazos de nuevo. No. No podía ser. Esto era... imposible.

Las crudas palabras me miraban desde el suelo. Nuestro matrimonio había terminado. Legalmente. Irreversiblemente.

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