Una lágrima silenciosa surco mi mejilla mientras sentía al frio viento colarse bajo mis ropajes que ahora lucían hechos trizas ante mi apresurado caminar, las ramas habían rasgado parte de las telas dejándolas colgadas o tiradas sobre el suelo.
Los incómodos zapatos que ocultaron mis pies se perdieron en el camino dejándome descalza y adolorida.
-Madre... -de mis labios aquel anhelante llamado broto ansioso por ver de nuevo los ojos de mi amada madre
¿Cómo podrían usarme para solo obtener poder entre sus manos?
Ese era mi padre, un hombre que nació entre el poder y el destino de siempre poseer la confianza del rey. Ambos habían mostrado ante el pueblo de Werty que su amistad iba más allá de sus antepasados y de las habladurías que solían decirse sobre mi padre.
Hombre de ojos feroces amante del dinero.
Le clavara un puñal en el corazón cuando obtenga el poder.
Se engaña. ¡Patrañas! Carlos III solo desea el poder.
Parecía que aquellas palabras decían la verdad, el dinero era la mayor anhelación de mi padre y aquel deseo que siempre encarno sus ojos.
Podría comenzar diciendo que haber nacido con cabellos blancos fue la mayor bendición para mi padre dejándome feliz, pero no podía mentir. Durante largas generaciones entre los antepasados de mi madre algunos poseían los cabellos blancos y la abundancia renacía en la familia.
El dinero caía de los cielos, como mi padre solía decirme y sus premurosos besos en la frente se tornaban intrigantes para mí.
Crecí pensando que mi presencia en su vida era algo más que oportunidades, pero que equivocada me encontraba. Todo se trataba de poder y más poder.
Tan solo unos días atrás mi vida cambio en segundos, el llamado del rey y su repentino comentario sobre mis cabellos alarmo pronto mi mente.
Los regalos llegaron con apresuradas muchachas, sumisas y temerosas ante su mirada.
Halago durante largos minutos mi presencia hasta que sonriente confeso: Acabas de ser comprometida con el príncipe Eusebio.
Bajo la firme mirada de mi padre solo pude agradecer, pero en el fondo me debatía si desistir de aquello e irme de aquel reino, pero no tuve oportunidad de negarme, solo fui capaz de asentir ante cada palabra.
Mi matrimonio con aquel príncipe era signo de abundancia, la gente durante largos días me observaba cuando pasaba por el jardín de mi hogar. Sus murmullos eran bajos, pero fáciles de entender.
Ellos sentían pena.
Y aunque el rey de Werty solo poseía un hijo la negación del pueblo era clara.
Nadie quería como rey a un hombre que no podría ver la claridad del día ni luchar por su propia cuenta ante alguna amenaza.
Apolo es su nombre, el único hijo del rey Javier. Se conocía entre la muchedumbre que había nacido ciego y aquello era una dificultad más para su propio padre quien al solo poder tener un hijo maldijo tantas veces aquella desdicha.
Entonces fui condenada a casarme con aquel príncipe.
Eusebio era conocido en los reinos por su arrogante comportamiento, más allá de guardar silencio bajo los trajes pulcros de su padre se enfrentaba con firmeza diciendo que bajo su mando la grandeza crecía.
¡Que era todo un digno futuro rey de admirar!
¡Oh que equivocado estaba!
Mi cuerpo tembló cuando sus labios besaron mis nudillos, me miro con profundidad y apresurado decidió sacarme de aquellas tierras. Solo pude besar las mejillas de mi madre con lágrimas silenciosas bajando por las mías.
Tristeza.
Todo mi cuerpo reflejaba tristeza.
Quería volver y acurrucarme entre los brazos de mi madre, llorar escuchando su voz llenar el ambiente con cánticos dulces. Escuchar su respiración para luego sumirme en mis sueños.
Tal vez nunca podría volver.
Un estruendo resonó frenando mis débiles pasos, mire los cielos angustiada y petrificada cuando las nubes grisáceas yacían presentes dejando que la lluvia empiece a caer.
El sonido de su paso era relajante, pero ahora mismo mi cuerpo entero temblaba bajo su toque. Las ramas se movían ante la fuerte ventisca, mis cabellos se mantenían inmóviles y pegados sobre mi piel mientras mis ropajes sucios poco a poco lucían mojados.
Intenté seguir nuevamente, sin embargo, caí al suelo en un golpe seco.
Mis rodillas dolieron ante el fuerte toque del suelo, mi respiración se tornó agitada y mis ojos empañados tal vez por mis lágrimas vieron el oscuro alrededor tan borroso.
Entonces me deje caer por completo.
Mi rostro choco contra la tierra mojada, mire la lluvia caer a los suelos y todo mi alrededor se volvió lento.
-Madre... -nuevamente llame ansiosa para que todo esto fuera sueño
Fue mi culpa al no haberme negado, pude decir que yo solo deseaba vivir mi vida en paz y huir bajo la mirada gélida de mi padre, pero los años bajo su mando me volvieron incapaz de pronunciar mi propia voluntad.
Ahora yacía perdida en un bosque desconocido siendo dada por muerta por aquel príncipe de ojos malévolos y muriendo con lentitud.
Los recuerdos se colocaron en mi mente, mi madre sonreía con dulzura ante mis torpes pasos, sus ojos orgullosos y melancólicos se mantenían quietos ante los míos, su voz llenaría aquel inmenso hogar de paz antes que el silencio llegue con la presencia de mi padre.
¿Por qué sería para él un simple objeto?
¿Acaso su corazón no sentía miedo a mi distancia?
-Creo que no -murmure con debilidad
Mis manos se clavaron en la tierra mojada buscando colocarme de pie, pero las fuerzas parecían tan lejanas, huían de mis ojos anhelantes y tristes, se colocaban con el viento yéndose con rapidez.
¡Oh entristecido corazón! -había exclamado tal vez mi madre cuando subí aquel dorado carruaje alejándome de su calidez
Recuerdo bien como el príncipe Eusebio confeso admirar mi belleza, beso nuevamente mis nudillos y cuando tan solo nos encontrábamos lejos de aquel reino durante la tarde primaveral el carruaje freno.
El misterio hizo presencia en sus ojos, me guio durante largos instantes hasta el interior de este bosque. Cuestione y cuestione el motivo de aquella apresurada acción, su silencio fue estremecedor.
Entonces el primer golpe llego, mi mejilla ardió bajo su piel. Sollozante lo observe y aquella intensidad de sus ojos causaba escalofríos en mi cuerpo.
Su risa retumbo alejando a jóvenes aves asustadizas y nuevamente se atrevió a golpearme esta vez dejándome en los suelos.
-Es momento de acabar contigo -pronuncio fríamente
Una espada brillo bajo el incandescente sol, adolorida me coloque de pie y como pude me aleje de su presencia escuchando sus llamados fríos.
Corrí como si fuera alguna presa huyendo de un cruel depredador, me sentí tan angustiada que olvide el dolor en mis mejillas. Las ramas rasparon mis ropajes arañando mi piel a su paso y de pronto el silencio yacía siendo mi compañía.
La noche había caído ante mi angustiante huir, ya no escuchaba los pasos y los gritos del príncipe detrás mí, me encontraba sola.
Como ahora, bajo una lluvia abundante, una fría ventisca y mi cuerpo débil anhelando que todo fuera un sueño.
Empecé a dejarme llevar por la oscuridad esperando que en mis sueños mi madre haga presencia y mi último suspiro sea escuchado por ella.
¿Así acabaría mi vida?
¿Por qué deje que mis decisiones fueran simples susurros inaudibles?
Mientras sonreía con melancolía y debilidad observe como todo se tornaba oscuro a mi alrededor, la luna desaparecía, las estrellas dejaron de brillar en los cielos, la brisa no rozaba mi piel dejándome desaparecer entre mis tristes pensamientos.
Suspire por última vez mientras cerraba mis ojos cayendo en la oscuridad.
Tal vez es mi final.
Tal vez al despertar estaría en la vida infinita sonriendo con melancolía.