-¡¿Quieres pelear?! -grité con desafío.
La sombra se detuvo y volteó a verme.
-¡Una oportunidad en bandeja de plata para acabar conmigo! -dije con burla total-. ¡Pueden venir todos los que están aquí! Les aseguro que nadie intervendrá. Solo serán ustedes contra mí...
Más sombras se detuvieron junto a la primera, observándome a unos metros de distancia.
-¡¿Qué pueden perder?! -concluí con una sonrisa desafiante.
La primera figura salió de entre las sombras, revelando su rostro.
-¿En serio deseas morir tan pronto, alteza? -preguntó con burla.
Era un hombre alto, de cabello rojo con destellos azulados y ojos tan rojos como la sangre. Al reconocerlo, mi expresión cambió por un instante. Sonreí con amargura.
-Se supone que mi guardia real debe protegerme -dije con ironía mientras avanzaba lentamente hacia ellos-. ¡Y mírate aquí, aceptando gustoso la oportunidad de matarme!
Reí como si aquello fuera la cosa más absurda del mundo.
-Veremos si pueden hacerlo -agregué con una mirada retadora-. No se los pondré tan fácil. Aún tengo un par de asuntos pendientes en este mundo.
Micch rió de manera ladina y, en un movimiento rápido, apareció frente a mí. Sentí el impacto de su palma en mi pecho antes de que mi cuerpo saliera disparado hacia atrás. El golpe me dejó sin aire por unos segundos.
Clavé mis piernas en la tierra y hundí una mano en el suelo para frenar mi retroceso. No podía permitir que los de la casa se dieran cuenta de lo que ocurría en el jardín.
Mis ojos ardían ligeramente, pero en lugar de debilitarme, sentí un calor extraño recorrer mi cuerpo. Me sentía más fuerte.
Sonreí de lado al ver cómo los otros cuatro emergían de las sombras del bosque y se acercaban a Micch.
Él hizo una leve reverencia.
-Será todo un honor acabar con usted antes que ella, su majestad -dijo con sorna.
Se reincorporó y corrió hacia mí, seguido por los demás.
Yo no me moví.
Solo reí con una sonrisa ladeada, esperando su ataque.
Sabía que con esta pelea todo comenzaba de nuevo para mí.
Y esta vez, no estaba dispuesta a perder.
No con tanto en juego.
No cuando tenía algo que nunca antes había tenido...
Una familia.
Y no podía darme el lujo de perderla.
Micch corrió hacia mí, seguido de los otros cuatro. Uno de ellos se lanzó contra mi persona, pero di una vuelta apoyándome con mis manos, impulsándome al aire. Hice una voltereta y caí de pie a unos metros de ellos. Agradecía mi mejor condición física por permitirme hacer eso. Además, "eso" estaba más presente en mí desde hace un par de días.
-¡Les dije que no la tendrían tan fácil! Aunque tienen una ventaja... yo aún tengo mis poderes -dije con una pizca de sorna.
Otro de ellos se lanzó sobre mí, intentando golpearme en la cara. Aparté el rostro y, antes de que pudiera reaccionar, tomé su brazo, lo jalé hacia abajo, haciéndolo girar en el aire, y lo estampé de espaldas contra el suelo. Sin perder tiempo, giré mis piernas y le di una patada al rostro de otro que se acercaba, lanzándolo por los aires hasta chocar contra otro que venía tras de mí.
Rápidamente, regresé mi pierna y golpeé de nuevo al que estaba en el suelo. Luego, con un movimiento certero, enrosqué mis piernas alrededor de su cuello y, con un giro lo suficientemente fuerte, terminé desnucándolo.
-¡Aun así, tiene una excelente habilidad en combate, majestad! -exclamó Micch con una sonrisa-. ¡Pero no es suficiente!
Gritó y se lanzó de nuevo contra mí, acompañado de los otros tres.
-No esperaba que lo fuera -murmuré para mí misma, esquivando los golpes de Micch mientras lanzaba ataques a los demás. Necesitaba dejarlo a él para el final; debía sacarle toda la información posible.
Todos me rodearon rápidamente. Uno de ellos atacó, pero me agaché, metí un codazo en su estómago y lo sujeté por la nuca, lanzándolo al suelo de espaldas.
Sentí a Micch acercarse por detrás. Calculé la distancia, coloqué mis manos alrededor de la nuca del vampiro en el suelo y, justo cuando Micch estuvo lo suficientemente cerca, giré sobre mi eje y le arranqué la cabeza al rubio. Sin dudarlo, la lancé hacia otro de ellos, quien corría detrás de Micch.
Aprovechando la distracción, me abalancé sobre Micch, lo sujeté de los hombros, me impulsé con ellos y pateé al vampiro al que le había lanzado la cabeza.
Enrosqué mi brazo alrededor del cuello de Micch y lo arrojé contra el otro. Desde que maté al primero, una sonrisa se dibujó en mi rostro. Una que significaba que podía con ellos. Que no había cometido una estupidez al enfrentarme sola.
Micch rodó por la tierra antes de detenerse sobre el cuerpo del otro. Me alejé un poco sin darme cuenta de que cada vez estaba más cerca de la casa.
-¡¿Quién sigue?! -desafié con una sonrisa de suficiencia.
El pelinegro se lanzó contra mí, desenfundando una daga de su cinturón, algo que no había notado. La afilada hoja de plata rozó mi mejilla, dejando un leve corte.
-Eso no es justo... -hice un falso puchero mientras esquivaba sus ataques.
Moví su mano hasta que la punta de la daga quedó justo frente a su ojo.
-¿Qué dices? -pregunté con voz fría, sin perder la diversión en mi expresión.
El vampiro aflojó el agarre sobre el arma. Cuando la soltó, la tomé al vuelo y deslicé su filo por su garganta, cortándola de un solo tajo. La sangre manchó mi ropa.
No entendía a estos vampiros. Siempre habían sido extraños, pero jamás les había prestado demasiada atención. Ahora no era el momento para hacerlo.
Se llevó las manos al cuello mientras retrocedía, ahogándose con su propia sangre. Sonreí y lancé la daga al pecho del último que quedaba. El herido murió lentamente desangrado, mientras el otro cayó como un peso muerto cuando la daga se incrustó hasta la empuñadura en su pecho.
Me acerqué al que aún agonizaba y, sin expresión alguna, le arranqué la cabeza.
-¡Increíble! -celebró Micch.
Lo miré fijamente.
-¡Sigues tú! Ahora comprendo por qué Teresa entró tan fácilmente al castillo aquella vez -solté con molestia.
Él asintió con una pequeña sonrisa amarga.
-¡Karen! -gritó Lucas, saliendo de la casa con un corte idéntico al mío en la mejilla.
Maldije en voz baja al recordar ese detalle.
-Mierda, había olvidado eso -susurré para mí misma.
Micch sonrió y corrió hacia Lucas.
-¡Oh, ni lo pienses, maldito imbécil! -grité.
Corrí tras él y me lancé sobre su espalda, estrellando su rostro contra la tierra.
-No dejaré que por tu culpa salga lastimado otro de mis seres queridos... Ya no soy esa estúpida que confiaba en cualquier basura que se le cruzara en frente -escupí con odio, enterrando aún más su cara en el suelo-. Agradécele eso a Henry y a mi pasado de mierda...
Gruñí, presionando su cabeza con rabia. Pero en un rápido movimiento, Micch me quitó de encima y se levantó.
Lucas se acercaba más, y me puse entre ellos, bloqueando el camino de Micch.
-Soy una mujer de palabra, y nadie se interpondrá... -gruñí, lanzándome contra él.
La pelea comenzó. Me enfrentaba a quien una vez fue mi guardia real, alguien en quien había depositado toda mi confianza en otra vida.
Me pesaba su traición, pero solo me demostraba que no podía confiar en nadie.
Ni en mis hijos.
Ni en Lucas.
Solo en mí misma.
Con furia, le di un golpe certero en la cara, haciéndolo tambalearse. Aproveché la oportunidad y le propiné una patada en el estómago. Al girar, cayó al suelo.
Me lancé sobre él, quedando a horcajadas, y empecé a golpearlo sin piedad. Mis ojos ardían, su rostro se cubría de sangre por mis golpes, y él... solo sonreía.
-Regresé a acabar con todos esos hijos de puta y vengué al rey y a mi familia... -murmuró apenas cuando me detuve un momento para recuperar el aliento.
Mi puño quedó suspendido en el aire.
-Mátame, por favor... quiero reencontrarme con Rebecca y mis hijos...
Sentí cómo mi pecho se contraía con fuerza.
Pero no dudé.
Cumplí su petición.
Tomé su cabeza y la desnucé con un movimiento rápido.
Lágrimas cayeron de mis ojos.
-Estúpido... -murmuré, cerrando sus ojos, que habían quedado abiertos. Su sonrisa seguía pintada en su rostro, como si hubiera encontrado paz en su muerte-. Maldito estúpido... espero que te reencuentres con ellos.
Supliqué de forma baja, me puse de pie y lo observé por última vez.
-Vengaré a todos... -susurré al cadáver de Micch antes de darle la espalda.
Al girarme, encontré a Lucas, quien miraba con asombro los cuerpos esparcidos en su jardín. Luego me miró a mí y se acercó. Ya no quería llorar, pero no podía evitarlo. Jessica había sido mi mejor amiga, y ahora estaba muerta por culpa de esas personas que habían destruido mi vida.
-Alan y Alex eran dos niños hermosos y dulces... no merecían morir -murmuré con la voz quebrada mientras las lágrimas seguían resbalando por mis mejillas. Bajé la vista y vi mis manos ensangrentadas; temblaron al recordar a esos pequeños pelirrojos que solían jugar conmigo-. Solo... niños... -susurré, sintiendo un nudo en la garganta.
Me cubrí el rostro con mis manos manchadas de carmesí.
-Y Jessica... -su nombre se ahogó en un sollozo desgarrador.
Mis piernas cedieron, pero antes de caer, Lucas me sostuvo y me envolvió en un abrazo firme. Me aferré a su camisa y lloré con el recuerdo de aquella familia que una vez fue mía. Alan y Alex, con su cabello rojo como su padre y sus ojos verde sangre como su madre...
Pero no podía permitirme el lujo de ser débil.
Respiré hondo y me separé lentamente de Lucas, limpiando cualquier rastro de lágrimas. Cuando mis ojos se encontraron con los suyos, vi su confusión al no poder descifrar mi mirada. Pasé a su lado con determinación.
-Voy a acabar con todos... -dije con voz firme mientras avanzaba hacia la casa-. Con todos...
Una presión en el pecho me recordó lo que había perdido, pero también me dio la fuerza para seguir.