Capítulo 6 Es Justo

El hombre desprendía un aura peligrosa que provocaba escalofríos en el cuerpo de Eudora.

Empezó a sentirse un poco nerviosa, sobre todo en el pasillo donde no había nadie más. "¡Suéltame!"

"¿Ahora me pides que te deje ir? ¿Acaso no fuiste tú quien tomó la iniciativa aquella noche?" Las palabras de Amos la golpearon como un rayo.

¿Aquella noche?

Volvió a mirarlo más de cerca. El hombre que tenía frente a ella parecía un modelo: rasgos increíblemente hermosos, músculos fuertes y una nobleza innata. Su aspecto era completamente diferente al del hombre cubierto de sangre aquella noche.

"¿Qué dices? No sé de qué estás hablando".

"Mujer ...", dijo Amos mientras le pellizcaba suavemente la barbilla. "No hay mujer en este mundo que se atreva a desobedecerme".

En cuanto terminó de hablar, bajó la cabeza y la besó en los labios. Al igual que aquella noche, él tenía el control del beso y, esta vez, tenía un cierto matiz de venganza.

"¿Realmente él era aquel hombre? Pero pensé que solo era un delincuente que deambulaba por esa parte de la ciudad. ¿Cómo puede ser este hombre que está frente a mí ahora?", pensó Eudora y su corazón se estremeció.

Sus labios rozaban entre sí, uno luchando con el otro por el dominio. El dulce aroma de la mujer le trajo recuerdos de la noche que habían pasado juntos a Amos. Sintió como la parte inferior de su cuerpo se tensaba e inconscientemente se inclinó hacia ella. Eudora se sobresaltó por su gesto y trató de apartarlo, "¿Qué intentas hacer?"

"Tú te aprovechaste de mí esa noche y lo justo es que ahora me toque a mí”.

"No", Eudora gritó conmocionada, "Yo..." Antes de que pudiera terminar lo que estaba diciendo, Amos volvió a clavar sus labios en los de ella. A diferencia de antes, esta vez él estaba aún más apasionado y entusiasta. Eudora estaba indefensa ante su firme agarre y pronto sintió sus caderas presionando contra el lavabo del baño mientras se tambaleaba hacia atrás. Inclinó sus caderas hacia adelante y le levantó el vestido. Mientras ella se estremecía a su alrededor, él le susurró al oído agresivamente: "Recuerda mi nombre, soy Amos Granger".

"¿Amos Granger?" El hombre que tenía delante de ella resultó ser Amos Granger, uno de los empresarios más exitosos de la ciudad de Rosaville. Se rumorea que es un hombre despiadado y decidido. Una empresa que compitiera con él en el mundo de los negocios nunca sobreviviría más de un año y lo mismo ocurría con sus mujeres. A menos de dos años de su regreso a la ciudad de Rosaville, ya se rumoreaba que al menos dos mujeres habían estado involucradas con él y ahora una estaba muerta y la otra se hacía la loca. Cómo diablos terminó cruzándose con un mujeriego así?

Por otro lado, Amos no estaba en lo más mínimo preocupado por los pensamientos que podían estar pasando por la mente de Eudora. Hoy estaba de buen humor, así que acarició sus flecos sueltos para alejarlos de su hermoso rostro.

¡Pa!, Eudora apartó su mano de un golpe y dijo: "Sr. Granger, no te preocupes. Yo puedo hacerlo”.

Petulante, como un gato salvaje. Amos la miró juguetonamente, con los brazos cruzados sobre su pecho. "Todavía no me has dicho tu nombre".

La mano de Eudora tembló, se puso tensa y contestó: "No creo que haya necesidad de saber mi nombre. Eso es todo por hoy, ya no estoy en deuda contigo”.

Antes de que Amos pudiera reaccionar más, Eudora salió rápidamente por la puerta. Al verla salir corriendo, Amor entrecerró los ojos. Eudora sintió como la sangre subía a sus mejillas y las lágrimas brotaban de sus ojos mientras huía del hombre. Cuando volvió, Félix le gritó impaciente: "¿Qué estuviste haciendo? ¿Por qué te demoraste tanto en el baño?"

Eudora se secó las lágrimas rápidamente, se aseguró de estar bien y se acercó a su esposo.

"Me siento un poco mal, quiero regresar a casa".

"¿Qué?", le respondió Félix molesto por su comentario. "Te expliqué por qué estamos aquí. Hoy es un gran acontecimiento y aún no he conocido al resto de los clientes importantes, así que no puedes irte”.