Mi plan era perfecto: le confesaría mi amor a Mateo Vargas, el chico más popular de la universidad, en una hermosa terraza que alquilé con mis ahorros.
Pero justo antes de que llegara, mi teléfono vibró con una notificación de una aplicación desconocida, revelando una transmisión en vivo de mi terraza.
Debajo del video, comentarios anónimos se burlaban: "¿Ya llegó la pobrecita?", "¿Cuánto creen que tardará en llorar?", y la peor de todas: "Leo es un genio. Usar al gemelo para la broma del siglo."