Mi voz era mi único refugio, mi arma secreta detrás del anonimato de "La Voz de Jalisco". Nunca nadie había visto mi rostro, mi cuerpo, solo escuchaban mi canto celestial que conquistaba corazones.
Pero todo se desmoronó cuando Roy Chavez, mi exnovio virtual, despechado y buscando congraciarse con mi rival, Sabrina "La Reina del Jaripeo", filtró una foto cobarde de mi espalda.
El chat de mi transmisión se convirtió en un torbellino de veneno, comentarios crueles me llamaban "gorda impostora" y "fraude", mientras mi gran patrocinador, Máximo "El Patrón" Castillo, me desafiaba con arrogancia, exigiéndome que mostrara la cara o desapareciera de la plataforma.
Sentí el nudo en el estómago, la humillación pública, mis miedos más profundos sobre mi sobrepeso expuestos y destrozados frente a miles de ojos en línea. Mi voz, tan amada, ahora parecía una mentira.
¿Cómo iba a superar esto? ¿Cómo una voz sin un rostro "perfecto" podría sobrevivir a la crueldad de las redes?
Fue entonces cuando mis ojos se posaron en el antiguo amuleto azteca de mi abuela, una reliquia que siempre tuve miedo de usar. Pero esa noche, la desesperación fue más fuerte que cualquier temor, forzándome a activar un poder que cambiaría todo, transformando la humillación en el lanzamiento de mi imperio.