Durante diez años, amé en secreto a mi hermanastro, Brendan Maynard.
Pero el día de mi graduación, trajo a casa a su prometida, Chloie Ellis. Me dijo que la llamara "cuñada" y me ordenó que dejara de aferrarme a él.
Todo el cariño que una vez me dio se lo entregó a ella.
Olvidó que era alérgica al metal y me obligó a aceptar un reloj que me regaló Chloie, hiriéndome la piel.
Cuando se emborrachó y me confundió con ella en la oscuridad, me arrastró a su cama. Al día siguiente, me acusó de ser una desvergonzada.
Mi propia madre me llamó para insultarme, diciéndome que no avergonzara a la familia y que desapareciera.
Me convertí en una carga, un estorbo para su nueva vida perfecta. El hombre que juró protegerme para siempre me había desechado como a basura.
Así que hice lo que me pidieron: desaparecí. En secreto, solicité plaza en la Universidad de Berkeley y rompí todo contacto. Borré diez años de amor y recuerdos.
Ahora, en California, estoy lista para empezar de nuevo. Pero justo cuando creía haber escapado, él apareció en mi campus, exigiéndome que volviera a casa.
Capítulo 1
Esa misma noche llamó a su padre, que vivía en la otra punta del país.
"Papá, me han aceptado en Berkeley", dijo en voz baja. "Quiero mudarme a California. Quiero volver a vivir contigo".
Al otro lado de la línea, la voz de su padre, Farrell Conner, sonó sorprendida. "Llevo aquí desde que tu madre y yo nos divorciamos. Siempre te he pedido que vinieras como estudiante de intercambio, pero insistías en quedarte con tu hermanastro, Brendan. ¿A qué se debe este cambio tan repentino?".
Jayde bajó la mirada, con los ojos enrojecidos e hinchados. Forzó una risa que sonó frágil.
"Hay caminos que una debe recorrer hasta el final, solo para descubrir que no llevaban a ninguna parte".
Hizo una pausa, y su voz temblaba ligeramente.
"Brendan va a casarse. No está bien que yo, su hermanastra sin lazos de sangre, siga aferrada a él".
Su padre suspiró, y su voz se tiñó de compasión. "Me alegro de que lo entiendas. Tu madre y el señor Maynard se han pasado todos estos años viajando por el mundo, dejándote al cuidado de Brendan. Ya eres mayor de edad. Es hora de que vengas conmigo. Aquí podrás estudiar y aprender a gestionar la empresa".
"De acuerdo", respondió Jayde antes de colgar.
La pantalla oscura del teléfono le devolvió el reflejo de sus ojos hinchados. Fue al baño y se echó agua fría en la cara. Le quedaban dos semanas para marcharse a Berkeley. Tenía que recomponerse.
Mientras caminaba por el pasillo, vio la luz del estudio encendida. Vaciló un instante; luego, abrió su carta de aceptación electrónica en el teléfono y llamó a la puerta.
Toc, toc, toc.
Dentro, Brendan Maynard estaba sentado a su escritorio. Llevaba un pijama de seda azul marino y unas gafas de montura dorada reposaban sobre el puente de su nariz alta. Su porte era elegante, distante y disciplinado, mientras tecleaba en el ordenador.
"Brendan...", susurró Jayde. Él era su hermanastro, el amor secreto que había guardado durante toda su adolescencia.
Brendan apartó la vista del ordenador, frunciendo ligeramente el ceño. "¿Pasa algo?".
Jayde apretó los labios, dubitativa. "Ya han salido los resultados de las admisiones...".
Antes de que pudiera terminar, un tono de llamada alegre y vivaz rompió el silencio: "Cariño, contesta el teléfono~".
El ceño de Brendan desapareció al instante. Tomó el teléfono y una leve sonrisa se dibujó en sus labios mientras escuchaba a la persona al otro lado.
"Chloie, habla directamente con el organizador de la boda. Diles que preparen el diseño que prefieras, el que sea. Recuerda que el dinero no es un problema".
Un dolor agudo le oprimió el pecho. La ternura de Brendan, antes, le había pertenecido solo a ella.
A los ocho años, su madre, recién casada, la había llevado a la mansión de los Maynard. Se quedó allí de pie, cohibida, sintiéndose perdida y sola en aquella casa enorme. Un joven Brendan, vestido con su uniforme escolar de estilo británico, se había acercado para tomarle la mano. "Pequeña, desde hoy soy tu hermano", le había dicho él.
A los diez, le aterrorizaba la oscuridad. Brendan usó en secreto su paga para comprarle una lámpara de noche de Totoro. "No tengas miedo", le susurró. "Voy a protegerte, como Totoro protege a Mei".
Durante su adolescencia, Brendan fue el sol que iluminaba su mundo. Incapaz de confesarle su amor, lo volcó una y otra vez en las páginas de su diario.
Entonces, el día de su decimoséptimo cumpleaños, justo antes de que Brendan se graduara de la universidad, le entregó todo: el diario que atesoraba sus sentimientos y una carta en la que le abría su corazón.
Ese día, Brendan estalló. Volcó la caja de regalo y esparció su contenido por el suelo.
"¿Estás enferma, Jayde Rosario? ¡Soy tu hermano!", gritó.
Pero ella se mantuvo firme. "No compartimos la misma sangre. No eres mi hermano de verdad. Me has mimado, protegido y cuidado todos estos años. ¿No es natural que me enamorara de ti?".
Su obstinación fue recibida con crueldad. Sin piedad, él hizo pedazos la carta de amor.
"¡Sabía que harías una estupidez como esta! ¡No debería haberme molestado tanto por ti todos estos años! ¡Ni siquiera sabes diferenciar el afecto familiar del amor romántico!".
Ese día, se marchó de casa sin mirar atrás. Jayde lloró mientras recogía los pedazos del suelo. Se los llevó a su cuarto y, con una paciencia infinita, los fue pegando uno a uno. Pero la carta quedó marcada para siempre, convertida en un remiendo de lo que había sido.
Su fallida confesión no extinguió su amor. Estudió con más ahínco, decidida a entrar en su misma universidad, a permanecer en su misma ciudad.
Pero el día de su graduación, Brendan llegó a casa con una mujer llamada Chloie Ellis.
"Jayde, llámala cuñada", le dijo.
Esa noche, Jayde lloró hasta quedarse sin aliento. Comprendió por fin que los noventa y nueve pasos que había dado entre espinas para alcanzarlo no significaban nada. Ella y Brendan nunca serían más que hermanastros. No había otra posibilidad.
El amor intenso que había ardido en su corazón durante años era ahora un fuego que la quemaba viva.
Ahora lo entendía. Tenía que apagar ese fuego ella misma. Tenía que arrancarse a Brendan del corazón.