Escucho los pasos de mamá acercarse al cuarto, así que me apresuro a acostarme para pretender estar durmiendo; se que viene a despertarme para ir a mi primer día de terapia; mi padre pidió que mi horario fuera temprano por la mañana porque según él "todo tiene un mejor efecto cuando lo haces de mañana, además es el mejor momento para producir vitamina C y energía".
-Defi, gordita de mami, despierta.
-¿qué hora es?, pregunto Fingiendo despertar soñolienta y desorientada.
-Las seis de la mañana en punto, vamos, debes alistarte y desayunar. Dice mientras se va.
No me quiero levantar de la cama, paradójicamente quiero seguir acostada, no tengo energía y mucho menos fuerza para cargar con el peso de mi cuerpo, me arden los ojos y me palpita la frente.
Suspiró rendida, no tengo otra opción. Llegue demasiado temprano, por culpa del universo y mis padres que están más ansiosos que yo.
Si hay algo que detesto es hacer fila ya se sentada o parada, no le agrada estar esperando turno, con mi condición es realmente molesto tener que ver la cara de lástima de la gente que pasa y me queda viendo como si fuera la única joven en silla de ruedas del mundo.
-Defne Márquez. llama a mi nombre un terapeuta que se asoma por la puerta del gimnasio.
Levanto mi mano en señal de respuesta y el terapeuta me indica que pase muy caballeroso mantenido la puerta abierta para mí. Dentro y echo un vistazo rápido a todo lo que hay dentro; me abruma saber que el cuarto tiene dos paredes de espejos, prácticamente me veré y verán hacer el ridículo.
Veo que hay muchas personas en condiciones iguales o peores que yo, y eso muy en el fondo me consuela y me da pena a la vez, no debería hacerme sentir mejor el saber que hay gente en peores condiciones que yo, la culpa me carcome, me siento un ser sucio y malvado.
-siéntate, soy Carlos y estaré a cargo de ti estos dos meses; a continuación te haré una prueba física, para saber con que ejercicios comenzar o cuáles te darán mejores resultados; necesito que seas completamente honesta con las repuesta.
-Vale. Dije más para mí que para él.
-vale, empuja mi mano con tu pierna derecha con toda la fuerza que tengas. Procedo a hacer lo que me pide con mi fuerza fiera de Hulk.
-Muy bien, del uno al cinco dime ¿cuánto te dolió?
-Un cuatro.
-Vale, ahora haz lo mismo que te pedí antes pero ahora con la izquierda.
-Me dolió un 2. Le informo después de haberle empujado.
-Excelente, dime, ¿hay algo que te haya prohibido ejecutar tu médico?
-Si.
-Dime cuales son esas cosas, por favor. Me insta con un dejo de risa.
-No debo subir ni bajar escalones, agacharme o caerme, ah y tampoco hacer ejercicios físicos, así que no entiendo que hago en un gimnasio. Contestó serena y confundida a partes iguales.
-Lo que harás aquí no es ejercicio de fuerza o gimnasia como tal, se llama fisioterapia y son moviéndose de bajo impacto para tu problema, pero altamente eficaces para ayudar el tu recuperación. No vienes a ponerte fitness o a ganar músculo. Me explica muy divertido.
-Comprendo, ¿qué es lo que debo de hacer?
-Por hoy, como es tu primer día y según el test que te hice tienes mucho daño y poca fuerza, solo harás 30 minutos en esa bicicleta estática que vez ahí; lo harás despacio y sin parar.
-¿cómo que en una bicicleta?, si me dijo el doctor que no debía de usarlas. Le dije con preocupación.
-Veras, esta bicicleta tiene un diseño diferente, si te fijas tiene los pedales al par de la rueda de enfrente en vez de en frente de la rueda trasera, eso hace que tu fuerza se aplique, pero que no haya un impacto en tus rodillas al aplicarla. Me explica con la mayor calidez existente.
-Oh, entiendo, lo siento. Me disculpo avergonzada por mi reacción, es obvio que él sabe lo que hace.
-No te preocupes, me gusta que preguntes y te notes interesad por saber y entenderlo todo, eres lista chiquilla.
-Muchas gracias, soy algo curiosa.
-Eso es bueno: al terminar tus treinta minutos, me avisas para devolverte tu tarjeta. Asiento con la cabeza en respuesta mientras él me ayuda a subir a la máquina.
Los primeros veinte minutos me resultaron infinitos, dolorosos e incómodos; no podía parar de ver a mi alrededor para ver quién me veía, como me veía, hasta que la sala quedó vacía solo conmigo y dos terapeutas más, incluido el mío, que estaban enfocados en su trabajo.
Darme cuenta que nadie más estaba me hizo relajarme, mi mente comenzó a reproducir canciones, porque según mi lógica todo se hace más rápido escuchando música. Salgo de mi ensimismamiento para buscar una reloj que me indique que ya he acabado mi tiempo cuando me fijo en que toda la sala, o sea dos terapeutas y un individuo en la puerta me están observando.
-¿Sucede algo?¿hice algo mal?. Pregunto con cautela.
-No, solo disfrutábamos de la velada. Responde el hombre en la puerta. El corazón acelera sin hacer ningún cambio, de segunda subió a quinta en un segundo, el doctor de los ojos míticos es el hombre que me observa desde la puerta.
-¿qué... que velada?. De repente me siento coincida.
-Pues la que tú estabas dándonos ahorita, cantas como los angeles. Me dice Carlos.
-Oooh, oh no no no, yo no canto, no estaba cantado, ¿estaba cantado en voz alta?. Siento que toda la sangre de mi cuerpo se concentra en mi cara.
-Vaya que si estabas concentrada en lo tuyo y déjame aclárate que si estabas cantando en voz alta, y lo hiciste genial; que sepas que eres la primera que nos hace semejante gesto tan lindo. Me intercepta la terapeuta cuyo nombre desconozco.
A este punto ni recuerdo que estaba cantando, mucho menos como lo hice ni que tan bien, solo puedo pensar en que esos ojos míticos me vieron hacer el ridículo sin yo darme cuenta; que vergüenza, que barbaridad.