mucho acerca de los trabajadores del Pantano.
En nuestro primer viaje en tren hasta aquí, tenía terror de que un soldado nos
identificara, que desconfiara de nuestro papelito y gritara "¡Arréstenlas!". Pero todos
en la Joya piensan que Raven está muerta y nadie me busca a mí, porque todos
piensan que soy mi hermana. El soldado que nos controló los papeles casi ni nos miró.
Lo mismo ocurrió en los otros centros de retención. Nadie les prestó atención a un
par de trabajadoras rurales adolescentes.
Observo cómo el sol sube sobre las casas de adobe que pasan deprisa por la ventana
del tren. Este viaje es tan diferente al que me llevó a la Subasta. En ese momento,
comenzaba una vida nueva en un lugar extraño, estaba llena de miedos y expectativas.
Esta vez, sé con exactitud hacia dónde voy: de regreso a la Rosa Blanca. Y no veo la
hora de llegar.
Me pregunto cómo será el día hoy para Ginger, Tawny y Henna. Deben sentirse tan
extrañas, tan vivas; todo radiante y nuevo, los colores más nítidos, los aromas más
intensos. Estoy contenta de que Amber y las otras chicas estén ahí para ayudarlas,
para guiarlas. Henna se conectó con el Aire enseguida: el asombro se le vio en los ojos cuando el viento empezó a dar vueltas alrededor de ella y a reaccionar a lo que estaba
pensando. Scarlet le mostró a Ginger cómo hacer grietas en la tierra y Tawny hizo que
las gotas de lluvia subieran, en lugar de caer. Nunca es aburrido ver a las chicas
asombradas de sus propias habilidades. Y cuantas más chicas reunimos Raven y yo,
más fuertes son mis esperanzas.
Mi estómago hace un rugido. Espero que Sil haya hecho bizcochos para el desayuno.
Un bizcocho hojaldrado con dulce de fresa sería perfecto en este momento. Y un beso
de Ash, y tal vez un abrazo de Indi. A Indi le encanta abrazar.
No me doy cuenta de que me quedo dormida hasta que Raven me sacude para
despertarme.
–Llegamos –dice.
Bajamos con dificultad del tren en la estación Barlett y el corazón casi se me sale
cuando veo a Sil entre el montón de carros y carruajes; su yegua, Turnip, se sacude la
crin color arena. Ella está vestida con el enterito de siempre y una camisa de franela.
El cabello, negro y ondulado, gris cerca de la frente, le rodea el rostro como un halo salvaje.
–Bueno –dice una vez que nos trepamos al asiento del carro y ella sacude las riendas
de Turnip–. ¿Cómo les fue?
–Como siempre. Asustadas y tercas al principio, pero cuando ven las fotos y van al
acantilado, todo cambia –responde Raven.
–"Su Llavedad" va a estar feliz de oír eso. Estoy segura –afirma Sil. Ella y Lucien
tienen una especie de amistad a regañadientes. Pero sospecho que se quieren más de
lo que admitirían.
–¿Cómo está todo en la Rosa Blanca? –pregunto. Ella suelta una risa.
–Se fueron por una noche. ¿Qué...? ¿Piensas que Sienna quemó la casa?
–No me extrañaría –murmura Raven.
–No creas que tu novio durmió mucho, pero todo lo demás está igual. Sienna estuvo
insolente e Indi se la pasó tratando de darme un maldito abrazo. Olive empezó a coser
otro vestido. Un vestido de fiesta, dice. Me preguntó si había forma de que le
consiguiera un poco de seda.
Raven y Sil ríen con ganas, pero el apego que siente Olive por todo lo de la realeza
me pone nerviosa; no me divierte. A Sil le encanta quejarse de las chicas nuevas, pero
creo que en secreto disfruta de la compañía. Estuvo sola durante tanto tiempo antes de
que Azalea, la hermana de Lucien, la encontrara.
Empiezo a quedarme dormida otra vez cuando entramos al bosque. Será un día
caluroso. Las gotas de lluvia de anoche caen de las hojas que están sobre nosotras y
Raven se pone la capucha. Yo no me pongo la mía. Me encanta la sensación del agua
en el cabello.
El bosque se vuelve más denso a medida que nos adentramos en él. La Rosa Blanca
está escondida en su interior, protegida por una magia paladina antigua, sospecha Sil.
Cree que las Paladinas la guiaron hasta ahí, hasta un claro donde no quedaba más que
una casa de granja hecha pedazos. Los árboles crecen en formas raras en este bosque:
los troncos se curvan en ángulos extraños, las ramas se meten en la tierra.
Siento el tirón, el tirón ligero en el estómago que significa que estamos cerca.
Y así es, unos minutos después entramos en el claro, la casa de ladrillos rojos, una
imagen de bienvenida. Y una imagen mejor, una figura familiar de pie en el porche.
Ash ya bajó de la casa y empezó a correr hacia nosotras antes de que llegáramos a la
mitad del claro. Salto del asiento y corro hacia él. Me alza en brazos y yo entierro mi
rostro en su cuello.
–Volviste –susurra. Le beso la oreja.
–Espero que no te hayas preocupado mucho.
Me baja al piso.
–Debo haber dormido una o dos horas. Voy mejorando.
Le recorro el cabello con los dedos –le ha crecido durante estos dos últimos meses– y luego toco las sombras bajo sus ojos. Me toma de la mano y caminamos a la casa.
Sil y Raven ya entraron. Le cuento sobre las últimas tres chicas.
–Entonces, todas las sustitutas de la Puerta Sur que van a la Subasta saben que son
Paladinas –digo–. ¿Se sabe algo de los otros círculos?
A pesar de que al Pantano no lo tocan de cerca los conflictos crecientes de la ciudad,
todo empeora en el Banco y el Humo. Y aunque entiendo que esto es lo que trae
consigo una revolución, odio ver los informes en los periódicos, los bombardeos, los
daños, la muerte. Todos los días oímos sobre más arrestos, más violencia. La
Sociedad apunta a las fortalezas reales: las barracas de los soldados y las oficinas de
los jueces y los banqueros. Tratan de calcular el tiempo de reacción y mantener
confundida a la realeza. Nunca el mismo cuartel o círculo dos veces seguidas. Dibujan
llaves negras en los muros y las puertas. Oímos más y más informes sobre violencia
espontánea, sobre personas que atacan a la realeza por su cuenta.
Ash estuvo entrenando a una franja de los miembros de la Sociedad en este cuartel, pero su alcance es limitado, porque todavía hay una orden para arrestarlo y ejecutarlo.
No puede ir a los otros cuarteles, o a los otros círculos, como yo.
–Lo mismo de siempre, más que nada –el ceño fruncido de Ash es pronunciado–. No puedo dejar de pensar en los acompañantes. Si pudiera acceder a ellos, nos ayudarían tanto...
–Ya lo sé –digo con paciencia. Ya tuvimos esta discusión–. Lucien dice que hace
todo lo que está a su alcance por ellos. Pero tú eres un fugitivo aún.
–Lucien no hace todo lo que está a su alcance porque no hay nada que pueda hacer
por ellos. No confían en él –responde–. Es un hecho.
No quiero volver a tener esta discusión. Durante los últimos meses, Ash se ha
impacientado más y más; aumenta la preocupación que siente por los acompañantes
cada vez que hay un nuevo ataque al Banco.
–Pero estás ayudando tanto aquí... –afirmo–. Mira lo que hiciste por Raven, por el
Silbador y su equipo, por todos los miembros de la Sociedad en la Puerta Sur.
El Silbador, uno de los agentes más importantes de Lucien, tiene un salón de tatuajes
donde se reúne en secreto la Sociedad. Mi hermano, Ochre, trabaja con él ahora. Ash
estuvo entrenando a otros hombres y mujeres jóvenes para luchar, para que les
enseñen a las personas de los cuarteles y círculos vecinos, ya que no puede salir del
cuartel él mismo.
–Sí, solamente en este cuartel, solamente de noche, cuando nadie me ve, y
solamente cuando viene Sil –Ash se detiene y se sienta en los escalones de la entrada,
se frota la frente con la palma de la mano–. ¡Rye está en la Joya, ni más ni menos que en la propia casa de la Duquesa! Si pudiera... contactarlo de alguna forma. Y no
vuelvas a nombrar a Lucien. Es un genio, pero los acompañantes desconfían
abiertamente de las damas de compañía. Si quieren, pueden meterte en grandes líos.
Siempre me sorprende cuando Ash habla sobre el detrás de escena de la Joya. Los
chismes entre los sirvientes o los romances prohibidos. Las jerarquías que existen en la
clase que subyace tras la realeza.
–Haces todo lo que puedes –digo–. Tu nombre alcanza para que las personas se
unan a nuestra causa.
Ash se ha convertido en una leyenda en la Ciudad Solitaria. Su situación de prófugo
de la justicia funciona a nuestro favor. El acompañante revoltoso, acusado por un
crimen que no cometió, que escapó de la Joya y de las garras de la realeza: el fugitivo
que evadió la captura. Es un héroe en los círculos de la Sociedad.
–Entonces, me pongo cómodo y dejo que mi nombre haga todo el trabajo mientras
los acompañantes siguen muriendo y sufriendo el abuso –replica Ash.
La vida de un acompañante es dura. Me horroricé cuando él por fin me contó sobre
eso. Suelen volverse suicidas, se cortan o se drogan con una versión líquida del opio
llamada azul. Rye, el compañero de cuarto de Ash que nos ayudó a escapar del Banco, lo consumía cuando lo conocí meses atrás.
Pongo la mano en el cuello de Ash y trato de sacarle la tensión con un masaje.
–Sé que es difícil –digo–. Pero es la única forma. El Banco es muy peligroso para ti.
La Rosa Blanca es el único lugar donde estarás a salvo.
–Pero ¿está bien que tú corras peligro? –pregunta–. Tú, Raven y las chicas... Ustedes viajan a los centros de retención. Eso no es para nada seguro.
Antes de que pueda responder, la puerta de entrada se abre con fuerza.
–¡Ah, Violet, estás de vuelta!
Indi tira de mí y me envuelve en un abrazo. Es tan alta... Le llego apenas a los
hombros.
–¿Cómo salió? ¿Encontraste a las chicas que buscabas?
–Sí –respondo mientras le doy una palmada en la espalda–. Salió bien. Ya te contaré
todo, pero primero necesito comida, o voy a caer.
–Claro, seguro estás muriendo de hambre. Deja que te sirva un plato –el rostro se le pone un poco rosado cuando mira a Ash–. ¿Quieres uno también?
A pesar de que Indi ya lo conoce desde hace meses, aún se sonroja cuando está
cerca de él. Para darle crédito a Ash, él siempre hace como si no lo notara.
–Entro en un momento –dice–. Primero, tengo que llevar a Turnip al establo.
Me aprieta la mano, para que sepa que la discusión terminó por ahora. Turnip está
mascando un poco de pasto, todavía atada al carro. Él la guía al establo que está en el
límite del círculo de árboles, y yo miro y deseo que hubiera algo que pudiera hacer por él.
Pero no dejaré que vuelva al Banco. Eso es, sin dudas, una sentencia de muerte.
–Bueno, vamos, Violet –dice Indi con los ojos, como los míos, enfocados en la
figura de Ash, que se aleja–. Quiero oír todo sobre anoche, y sabes cómo lo va a
contar Raven. Ella va a dejar fuera todos los detalles interesantes y no va a hacer más
que responderme de forma cortante cuando le haga preguntas.
–¡Indi! –la voz de Sil resuena detrás de la puerta mosquitero–. Tus malditos muffins se queman.
Indi suelta un grito ahogado, da media vuelta y desaparece dentro de la casa.
Me quedo de pie en el porche durante un segundo y dejo que el sol me caliente el
rostro. Quiero aferrarme con fuerza a esta mañana, copiarla en el cerebro; un talismán
contra cualquier oscuridad que me depare el futuro.
En este momento, estoy segura y viva, y rodeada de amigos.