-Parece que estamos atrapados. -dijo, sirviéndose un vaso de agua-. ¿Nos quedamos a esperar que pase la tormenta o salimos a hacer el ridículo, empapados como niños?
Lila lo observó. Esa mezcla entre humor y desfachatez que lo envolvía como un escudo la hacía sonreír, pero también despertaba en ella una ansiedad que no sabía nombrar. Aroon tenía esa manera de desarmar los silencios que a veces dolían demasiado. Sin embargo, lo que la perturbaba ahora no era él, sino la forma en que su corazón latía cada vez que sus ojos se encontraban con los de Thanom.
Thanom estaba apartado, apoyado contra la pared como si el tiempo no le afectara. Sus ojos seguían la lluvia con una concentración casi dolorosa, como si en cada gota buscara algo perdido. Había en él una quietud que no era indiferencia, sino algo mucho más profundo, algo que la invitaba a quedarse cerca aunque no dijera una sola palabra.
Aroon rompió el silencio, como si el momento le pesara menos que a los demás.
-Un poco de aire fresco no mata a nadie -dijo, abriendo apenas la ventana. La lluvia le empapó el rostro, pero no pareció importarle. Cerró los ojos, como si se dejara besar por el caos.
Lila no se movió. En cambio, cruzó la estancia hacia Thanom, como guiada por una corriente invisible. La tormenta rugía, pero lo que rugía dentro de ella era más fuerte.
-¿Por qué no te unes a Aroon? -preguntó, sin mucha intención detrás de las palabras. Era una pregunta que escondía otras.
Thanom giró el rostro lentamente hacia ella. Sus ojos no eran una respuesta, eran una promesa: silenciosa, inevitable. En ellos, Lila sintió una ternura peligrosa, de esas que tocan donde una ya no sabe protegerse.
Y entonces, sin pensarlo, tomó su mano.
Fue un acto pequeño, casi tímido, pero lo sintió como un salto al vacío. Los dedos de Thanom eran cálidos, firmes, y su quietud sólo hacía más intensa la tensión que brotaba entre ellos. No dijeron nada. No hacía falta. Caminó con él hacia la puerta trasera del café. Afuera, la tormenta parecía danzar con furia.
Allí, bajo el umbral, la lluvia los envolvió. El viento les salpicó el rostro, y el agua resbalaba por la piel como una caricia incómoda. Thanom no soltó su mano. Su cercanía era un refugio distinto, uno en el que Lila se sentía desnuda, sin máscaras.
-¿Nunca tienes miedo? -preguntó en un susurro, sorprendida por su propia voz. No sabía si hablaba de la lluvia o de lo que sentía.
-Sí. -contestó él, con una honestidad que la desarmó-. Pero hay miedos que prefiero no mirar de frente.
Lila tragó saliva. Su cuerpo estaba empapado, pero lo único que sentía era el calor que brotaba de la conexión entre ellos. Cerró los ojos. No por la lluvia, sino porque mirar a Thanom en ese momento era demasiado.
Y justo entonces, una risa los devolvió a la realidad.
-¿Van a quedarse ahí toda la noche o quieren un poco de compañía? -Aroon apareció en la puerta tras ellos. Su figura recortada por la luz del local, su sonrisa teñida de sarcasmo... y algo más. Algo que no supo identificar.
Lila soltó la mano de Thanom, pero lo hizo lentamente, como si no quisiera. Aroon no los juzgaba, pero la chispa en sus ojos ya no era sólo de diversión. Había visto algo. Y Lila lo sintió como un golpe seco al pecho.
-No me sorprende que hayas encontrado cómo hacer que incluso una tormenta se vea... interesante. -añadió Aroon, acercándose, su tono ligero, pero su mirada fija en ella.
Lila no respondió. Simplemente volvió a entrar, caminando despacio hacia la ventana. Se sentó en la silla que Aroon había dejado vacía. La lluvia continuaba golpeando los cristales, pero ahora, cada gota parecía decirle algo. Un eco lejano de todo lo que estaba comenzando a sentir y no sabía cómo detener.
Thanom y Aroon se quedaron de pie, como dos extremos de una misma historia que recién comenzaba a escribirse.
Ella no podía elegir. No aún. Pero algo en su interior ya había comenzado a inclinarse.
Y mientras la tormenta seguía cayendo con rabia sobre el mundo, Lila supo que ese instante -tan breve y tan cargado- no se lo quitaría nunca de encima.