Aroon se había acomodado junto a Lila con la naturalidad de quien nunca duda de su lugar en el mundo. Sonreía, jugueteaba con su taza de café, y cada tanto dejaba caer alguna broma sutil, un comentario cargado de doble intención que hacía que la mirada de Lila se desviara hacia el suelo, o hacia cualquier otra cosa que no fuera él.
-¿Sabías que tu forma de fruncir el ceño cuando piensas te delata? -dijo Aroon, su tono bajo, casi un susurro destinado sólo a ella-. Me gusta cuando te concentras. Es como si estuvieras resolviendo el misterio del universo... o por lo menos el mío.
Lila rió por compromiso, pero algo en su interior se revolvió. Era tan fácil dejarse llevar por Aroon. Tan fácil dejarse envolver por su calor, por su seguridad. Pero esa facilidad comenzaba a incomodarla.
Thanom los observaba desde el otro lado del salón. No hablaba. No intervenía. Pero su presencia era tan palpable que parecía llenar los rincones, incluso el espacio entre Lila y Aroon.
Los ojos de Thanom, siempre serenos, ahora tenían una sombra diferente. No era celos lo que se reflejaba en ellos, era algo más sutil: contención. Como si estuviera sujetando algo dentro de sí que amenazaba con romperlo.
Aroon, ajeno -o fingiendo estarlo- continuó su juego.
-¿Alguna vez pensaste en dejar este lugar? -preguntó-. Irte. Conocer el mundo. Hay tanto allá afuera que no cabe en este café, Lila.
Ella levantó la vista, sorprendida por la pregunta. Su mirada se encontró con la suya y, por un instante, sintió que Aroon hablaba en serio. Que detrás del encanto, había una herida también. Una que no había visto antes.
-No lo sé -respondió-. A veces siento que si me muevo, se me escapa algo... como si me perdiera justo antes de entenderlo.
-Entonces quédate -interrumpió Thanom.
Su voz cortó el aire como un susurro inesperado, pero cargado de intensidad. Lila se giró hacia él, sorprendida. Aroon también lo miró, con esa sonrisa que apenas se quebró, como si intentara no darle peso al comentario.
Thanom se acercó con paso lento. Sus ojos, siempre medidos, esta vez no se escondían.
-Si te vas, no sabré dónde encontrarte. Y no sé si podría soportar no saberlo.
Lila sintió que algo dentro de ella se quebraba en silencio. Nadie más que Thanom sabía decir tan poco y hacerla sentir tanto. Se le secó la boca. Quiso hablar, pero las palabras se le enredaron con la respiración.
Aroon miró a su amigo, una ceja levantada. El ambiente se tensó de forma casi imperceptible, como una cuerda que comienza a estirarse demasiado.
-¿Y desde cuándo te preocupas por eso? -preguntó con una sonrisa amable, pero sus ojos ya no brillaban igual.
Thanom no respondió. Su mirada seguía fija en Lila, como si sólo ella existiera. Entonces, más bajo, con una voz que parecía dirigida a un lugar donde sólo los dos podían llegar, murmuró:
-Siempre he estado aquí, Lila. Incluso cuando no sabías que necesitabas a alguien, incluso cuando creías que no querías a nadie cerca. Nunca he dejado de mirar.
La frase cayó entre ellos como una ola que arrastra todo a su paso.
Lila sintió un temblor subirle por la espalda. ¿Cómo se había llegado hasta allí? ¿Cuándo había dejado de ser sólo una presencia tranquila para convertirse en una necesidad urgente?
-Yo... -empezó a decir, pero no terminó.
Porque en ese instante, Aroon se levantó. Su gesto aún era relajado, pero sus manos estaban cerradas en los bolsillos.
-Voy por más café. ¿Alguien quiere? -preguntó, sin mirar a nadie en particular.
Ninguno respondió.
Cuando se fue hacia la barra, Lila bajó la mirada. Thanom seguía allí, a su lado, tan silencioso como el mar después de la tormenta. No la tocó. No insistió. Pero su presencia la rodeaba como un abrazo invisible.
Y por primera vez, Lila supo que estaba metida en algo de lo que no podría salir sin romper algo. O a alguien.
El mar rugió en la distancia. Como si también supiera que hay secretos que no se pueden guardar para siempre.