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MARIANA DE LA NOCHE
Capítulo 4.
Pasé una noche fatal, me dolía toda la espalda apenas podía moverme. Bárbara seguía dormida, se veía de mejor semblante. Salí de la habitación, necesitaba estirarme. De camino a la cafetería me encontré a Ricardo y a Magdalena, la señora siguió de largo, Ricardo me saludó de mano.
Luego de unos minutos regresé a la habitación, Bárbara estaba despierta y con una gran sonrisa, yo no sabía ni que decirle.
-¡Amor, ahí estás!
-¿Cómo te sientes?
-Me duelen un poco las heridas, pero ya me siento mejor.
En ese momento entró una enfermera y el doctor, le hicieron un chequeo de rutina y al parecer todo estaba bien. La enfermera le ayudó a levantarse mientras el doctor le explicó que la subirían al otro piso para ser valorada por psiquiatría. La primera en reclamar fue la señora Magdalena, luego Bárbara se puso furiosa, según ella no estaba loca. El doctor trataba de explicarles que era un proceso que tenían que hacer.
-Yo no estoy loca, solo fue un mal momento de mi vida -exclamó furiosa.
-Señorita, no quiere decir que está loca, pero usted debe ser consciente que esto solo son protocolos, nada pierde con ir.
-Bárbara, el doctor tiene razón -comenté.
Me fusiló con la mirada, empezó la transformación.
-¿Tú también crees que estoy loca, verdad?
-Bárbara, yo no estoy diciendo eso -rodé los ojos.
-Mi hija no está loca, ella no necesita de esas tonterías -argumentó Magdalena.
-¡Bárbara, Magdalena, no más! Doctor mi hija cumplirá con la cita.
Ambas cruzaron miradas, Bárbara hizo un gesto de puchero, pero no le quedó más remedio que aceptar. Quise irme, pero ella una vez más empezó con sus dramas, dijo que aceptaba ir, pero si yo la acompañaba. El doctor le explicó que no podía ir acompañada, debía hacerlo sola. Me acerqué y me hincé de rodillas para quedar a la misma altura de su silla de ruedas.
-Bárbara, todo esto es por tu bien y lo sabes. Iré a cambiarme, nos vemos más tarde.
Dejé un beso en su frente, puso sus brazos en mi cuello y se aferró a mí.
-¡No, no quiero que te vayas!
Traté de alejarla con mucho cuidado.
-Solo iré a cambiarme, lo necesito.
-¡Prometes que regresas!
Levantó su dedo meñique en señal de promesa.
-Lo prometo.
Juntamos los meñiques, al parecer se quedó más tranquila. Salí a grandes zancadas del hospital, sentía que me asfixiaba en ese lugar, solo quería tranquilidad, pero al parecer para eso me faltaba mucho. Llegué directo a mi apartamento, me quité los zapatos y la chaqueta dejando un camino de ropa por toda la sala hasta mi habitación.
Entré al baño, abrí el grifo y dejé que el agua fría empezara a recorrer desde la cabeza hasta mis pies. Inhalé y exhalé varias veces dejando que el aire purificara mis pulmones. Que bien se sentía el agua fría, tan refrescante.
Creo que tarde más de media hora en la ducha, pero de verdad lo necesitaba. Envolví mi cuerpo en una toalla, empecé a buscar entre mis cosas algo para ponerme. Elegí una camiseta negra, un pantalón azul con agujeros en las rodillas y zapatos del mismo color. Peiné mi pelo y para acompañar mi atuendo unas gafas de sol oscuras.
Antes de regresar al hospital pasé por casa de mi madre, no quería preocuparla. Crucé la gran reja negra que separa la calle de la entrada, el jardín estaba lleno de flores, pero aún así se sentía tan triste. Una de las empleadas me recibió con una sonrisa, apenas crucé la sala los recuerdos empezaron a doler.
En la mitad de la sala había un cuadro enorme con una fotografía de mi hermana. Ella era tan hermosa, su cabello largo castaño, sus ojos marrón, labios carnosos de color rosa al natural, piel clara y una sonrisa tan hermosa que iluminaba su rostro. Verla sonreír te iluminaba la vida, con una sonrisa era capaz de iluminar los días más oscuros y difíciles. Cuando tenía un mal día llegaba a la casa y ella siempre me recibía con una sonrisa, con eso era suficiente para olvidarlo todo.
Flashback ...
-¡Ay, no más!
Su grito me aturdió, la solté, salió corriendo.
-¡Matías, no más cosquillas! Arruinarás mi vestido.
Hizo un gesto de puchero, pellizqué sus mejillas y ella solo se quejó.
-¡Pero si estás hermosa! -la tomé de la mano y la hice girar sobre sí-, eres la niña más hermosa del mundo.
-Eso lo sé. Por eso mi novio está loco por mí.
Soltó una carcajada, se acercó y sonó un beso en mi mejilla;
-Te digo un secreto, mi hombre favorito eres tú, te adoro hermanito.
Fin del Flashback...
Regresé a mi realidad cuando sentí una mano en mi hombro, inhalé profundo tratando de ahogar esos recuerdos que me aplastaba el corazón. Ese día fue la última vez que la vi, salió feliz a su dichosa cita y nunca más volvió.
-Que hueco tan grande nos dejó tu hermana hijo.
La saludé con un beso en la mejilla y pasé mi brazo por su hombro para abrazarla.
-Madre, Verónica siempre estará aquí -señalé mi pecho-, mientras siga aquí su recuerdo no morirá jamás.
-Yo lo sé, pero su ausencia duele cada vez más. ¿Ya desayunaste?
-No. ¿Me invitas?
Me regaló una sonrisa de boca cerrada.
-Eso ni se pregunta.
Le dije que el día estaba hermoso, la invité a desayunar en el jardín. Desde que mi hermana se fue mi madre no volvió a salir de esa casa, ni siquiera al jardín. Empecé a hacerle caras y pucheros como un niño pequeño hasta que por fin aceptó. Bueno al menos era un logro.
Caminamos por el jardín en silencio, mi madre observaba cada rincón con tristeza. Ese era el lugar favorito de Verónica, la mayor parte del tiempo se la pasaba en ese lugar.
Carmela nos sirvió el desayuno, fruta picada, una arepa de chócolo con quesito y una taza de chocolate.
-¿Cuándo te vas a Turbo?
-Aún no lo sé.
Detuvo la cuchara a mitad de camino y se quedó mirándome.
-¿Cómo que no sabes? Se supone que esta semana viajabas, ¿qué pasó?
¡Cómo mentirle a tu madre! Si ellas tienen un instinto para detectar mentiras.
-Madre, tengo que organizar algunas cosas antes del viaje, además tenemos que investigar un poco más sobre lo que tenemos que hacer y la manera en que lo solucionaremos.
-Bueno, mejor para mí, podré tenerte unos días más, ya que tu hermano casi nunca viene.
Simón es el encargado de ayudar a mi padre con el negocio familiar, era quien llevaba la contabilidad de la fábrica de textiles. Ya que mi padre no podía solo con todo, menos después de la partida de Verónica.
-Simón se la pasa metido en la fábrica, casi no tiene tiempo.
Acaricié su mano con ternura.
-Solo son disculpas y lo sabes, tú también tienes mucho por hacer y siempre tienes tiempo para mí. Si de verdad le importara haría un tiempo para nosotros.
Le dio un sorbo a su chocolate y desvió la mirada. Se veía tan triste, peor me sentía yo, al no poder hacer nada.
-Y esa muchachita, ¿no volvió a buscarte?
Empecé a toser, me atraganté con un pedazo de fruta, ella solo me observó.
-Ba-Bárbara -carraspeé-, no, no he vuelto a saber de ella.
-Menos mal, esa muchachita solo te traerá problemas, con esa manera tan enfermiza de amarte. Eso no puede ser amor y yo no resistiría otra...
No pudo terminar, sus ojos estaban oscuros y cubiertos de lágrimas. Arrastré mi silla para quedar junto a ella, la rodeé con mis brazos y dejé un beso en su cabeza.
-Madre, no pasará nada, tranquila.
-Matías, ya perdí un hijo y sabes de que manera, fue por un enfermo que pensaba que Verónica era de su propiedad. Justo terminaste con Bárbara por su actitud controladora.
Tomé sus manos y dejé un beso en ellas.
-No va a pasar nada, ya terminé con ella, ¿lo recuerdas?
-Pero no creo que ella esté tan tranquila, solo te pido que te cuides.
Se levantó y dejó un beso en mi frente.
-No quiero que nada malo te pase. Dios te bendiga hijo.
Regresó a la casa y justo mi celular empezó a sonar. Lo busqué en mis bolsillos, solté un gruñido lleno de frustración, ya se alcanzarán a imaginar quien era; Bárbara. Lo dejé en la mesa, no quise responder.
Me preocupaba mucho mi madre, cada día estaba más triste, ya no sonreía y sus hermosos ojos negros perdieron su brillo. Me levanté, caminé por el jardín, una sonrisa acompañada de una lágrima se me escapó sin querer. En ese lugar habían tantos momentos, esas rosas rojas eran hermosas, y seguían tan bien cuidadas como cuando ella lo hacía.
________Flashback _____
-Verónica, ¡estoy empapado! -grité-. Deberías tener más cuidado con esa manguera.
Soltó una carcajada y empezó a rociarme con la manguera;
-Te vas a arrugar y la vida es demasiado corta para no sonreír.
Me olvidé de todo, incluso que estaba por irme a trabajar, terminamos jugando por todo el jardín como niños rociándonos con agua. Sus carcajadas se escuchan por todo el lugar.
______ Fin del flashback _____
Cerré los ojos, era como si pudiera escuchar esas carcajadas, una lagrima rodó por mi mejilla, con la diferencia que cuando abrí los ojos y miré a todos lados ella no estaba. Como dice una famosa escritora mexicana: la vida es bien perra, porque si fuera puta sería fácil.
Entré a la casa, mi madre estaba encerrada otra vez en su habitación. Miré mi celular tenía varios mensajes y llamadas de Bárbara, lo guardé en mi bolsillo, me subí a mi auto y solo manejé.
...
Minutos después...
Llegué al hospital, pero antes de entrar hice varias respiraciones profundas. Tenía que prepararme para lo que me esperaba. Entré a la habitación, Bárbara tenía el celular en la mano y por la expresión de su rostro estaba molesta, la señora Magdalena me fulminó con la mirada.
-¡¿Dónde carajos estabas?! Mi hija está aquí esperando por ti y tú que no te dignas a responder ni el maldito celular.
-Le dije que iría a cambiarme, además está con ustedes, no creo que le pase nada.
-¿Por qué no respondes mis llamadas? -inquirió Bárbara muy molesta.
-Estaba en casa con mi madre, no lo escuché.
-¡¿No estás mintiéndome?!
Fruncí el ceño, quise gritar y responderle de mala gana, pero sentí una palmadita en mi espalda. Como si Ricardo hubiera leído mi mente, con la mirada me dijo todo; solo ignórala.
-No tengo porque mentir -susurré derrotado.
Sonrió, me pidió que me acercara, tomó mi mano y se quedó mirándome fijamente como si no existiera nada más en esa habitación. Su manera de amar a veces me daba miedo. Le pregunté sobre su cita con el psicólogo y la verdad no me dijo mucho, solo evadía el tema. La enfermera le hizo cambio de vendas, en la tarde le darían la salida, menos mal pensé, hasta que ella soltó;
-Quiero irme contigo al apartamento.
Sin pensarlo respondí.
-No.
Todos me miraron y el gesto de Bárbara cambió, listo una vez más para uno de sus dramas. Antes que hablara añadí.
-No creo que sea una buena idea, además en tu casa estarás muy bien atendida y en mi apartamento la mayor parte del tiempo estarás sola, yo tengo que trabajar.
-Matías tiene razón -intervino Ricardo-, Tu lugar es en la casa y eso no pienso discutirlo contigo, Bárbara.
Hizo un gesto de puchero, al menos no había logrado salirse con la suya. Salí de la habitación con Ricardo, pasamos por la cafetería del hospital.
-Matías, la vida no me alcanzará para pagarte esto que estás haciendo por mi hija. Sé lo difícil que es esto, mucho más por las actitudes de Bárbara.
-Créame que esto lo hago por el aprecio que le tengo a usted y por todo lo que un día viví con ella, pero esto es cada vez más difícil. Yo no puedo dejar que Bárbara crea que regresamos, lo siento, pero no puedo.
-El psicólogo fue muy claro, mi hija necesita ayuda. Lo que ella tiene es un apego, aunque ella cree que es amor. En parte es culpa de nosotros, ya que desde niña siempre le dimos todo y nunca hubo un «No» como respuesta. Ese es el problema, para Bárbara esa palabra no existe, no lo soporta ya que ella todo lo quiere tener, pero esto también es culpa de nosotros por darle todo sin enseñarle a perder.
-No sé que decirle, yo solo quiero terminar con esto de una vez.
-Matías, solo te pido un poco de tiempo para hablar con Bárbara y explicarle para que empiece con el tratamiento lo más rápido posible.
Le di un sorbo a mi café, no sé de cuánto tiempo estaba hablando, días, semanas o meses. El problema era que Bárbara tenía que aceptar que tenía un problema y si no lo hacía no había mucho por hacer. La verdad no sabía si podría con eso.
Continuará...