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El rechinido de las llantas y el brusco frenar del coche me hicieron casi salir disparada; enojada pero a la vez preocupada le pregunte que había sucedido, si esta bien. Él en un tono molesto me contestó ¿El chófer?, ¿Piensas que soy un simple chofer?.
No entendía por que esas palabras lo habían hecho molestar pero trate de arreglar la situación al final de cuentas no me sabia mover en esta ciudad y en lugar de hacer enemigos debía hacer amigos. Puse mi mano sobre la suya que se encontraba sobre el volante y le dije con suavidad en mis palabras que me disculpara si lo había ofendido qué esa no era mi intención y que no lo menospreciaba por ser un chófer solo me molestaba la idea de que su jefe fuera tan dominante y los esclavizara tanto.Viendo su reloj comenzó de nuevo a incorporarse al camino y volvimos a dirigirnos a la empresa.
¿Eso piensa de él?, me pregunto sin titubear y con una sonrisa un tanto retadora. Si, le dije que más podría pensar de alguien que hace que su asistente esté despierta a las 5 de la mañana haciendo llamadas de trabajo y mandando a un chófer a recoger a una extraña tan lejos de empresa solo para demostrar el poderío de la gran empresa de la que es dueño. Una carcajada sonó a mi lado lo que me hizo extrañamente relajarme ya que el ya no parecía molesto. Tan narcisista te parece su actuar dijo después de terminar de burlarse de lo que yo había dicho.
No quise decir más sobre el tema ya que la atmósfera había cambiado y me sentía un poco más relajada con él. Me preguntó por que me había sentado en la parte de enfrente si el era "el chofer", a lo que respondí que para mí no había tal distinción yo también era solamente alguien más que trabajaría para el grupo Jade y que no importaba la posición social para mi era lo mismo. Y sin decirlo también pensé que era un desperdicio verle solo la espalda a un hombre tan guapo. Sin darme cuenta me sonroje y me pregunto si estaba bien, asentí con la cabeza y volteé a la ventana y al darme cuenta ya estabamos en la empresa 30 minutos antes de la presentación de bienvenida.
¡Presidente!, se escucho como la voz de la señorita Ileana. ¿Cual presidente? ¿Quien?, yo no veía a nadie más que al chófer y a mi en ese momento. ¿Qué? ¿Él es el presidente?.
¿Sorprendida?, me dijo con voz burlona mientra sacaba del asiento trasero su saco negro qué hacía juego con sus pantalones de diseñador echos a medida.