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Emilia se hundió en el sofá de su apartamento, agotada por la presión que sentía constantemente sobre sus hombros. El portafolio aún descansaba sobre su regazo, un recordatorio constante de todo lo que tenía que hacer y, sobre todo, de todo lo que no podía evitar. El peso del proyecto de Vega Industries la aplastaba. La ciudad de Estilo Capital, con sus rascacielos que dominaban el horizonte, era una prisión sin barrotes, pero con una opresión mucho más difícil de escapar.
En sus manos, los planos de la nueva sede de Vega Industries se extendían sobre la mesa, las líneas y los detalles arquitectónicos reflejaban un futuro que no deseaba, pero que estaba obligada a construir. Cada trazo parecía un recordatorio de las cadenas invisibles que la mantenían atada a ese proyecto, a ese hombre. Adrián Vega no solo era un jefe, no solo un cliente. Era un símbolo de todo lo que ella había querido evitar: el control, la manipulación, la dominación.
A pesar de sus intentos por concentrarse en el trabajo, su mente se desviaba hacia él una y otra vez. La forma en que la había mirado en su oficina, esa mirada tan penetrante, como si pudiera verla, en su interior, la inquietaba. No era solo el hombre poderoso de la ciudad, no era solo el CEO de Vega Industries. Había algo más, algo que la atrapaba, que la dejaba sin aire cada vez que lo pensaba.
El sonido de su teléfono la sacó de su espiral de pensamientos. Era un mensaje de texto, y aunque no quería mirarlo, su dedo no pudo evitar deslizarse hacia la pantalla. Adrián Vega:
-Reunión a las 10:00 am. Mañana. Confírmame tu asistencia.
El simple mensaje la llenó de una sensación de desesperanza que la envolvió. Había tenido suficiente. Se sentía atrapada en un destino que no había elegido, en un ciclo del que no podía escapar. La presión aumentaba con cada día que pasaba, y la expectativa de Vega solo la ahogaba más. El deseo de salir corriendo, de abandonar todo, la estaba consumiendo.
Emilia suspiró y, antes de poder procesar todas las emociones que la embargaban, respondió con un simple:
-Confirmado.
Dejó el teléfono sobre la mesa y cerró los ojos por un momento, buscando un respiro. Pero lo único que sentía era que cada vez que avanzaba en ese proyecto, en ese trabajo, perdía más de sí misma.
No quería estar allí. No quería ser parte de esa maquinaria. Se había prometido que no caería en las trampas del poder, que no dejaría que su vida fuera manipulada por un hombre que no la entendía. Pero ahora, en ese preciso instante, se daba cuenta de que ya era demasiado tarde. Estaba atrapada, y no sabía cómo escapar.
El sonido de su teléfono vibrando nuevamente la despertó de su letargo. Era una llamada. Mateo.
La visión de su exesposo la hizo sentirse aún más atrapada. Mateo, el hombre que había compartido su vida, pero que, al final, la había dejado con más preguntas que respuestas. Su matrimonio había comenzado como una promesa de amor, pero había terminado siendo un campo de batalla lleno de mentiras y secretos. A pesar de todo, Emilia no podía evitar que su corazón latiera con más fuerza cada vez que escuchaba su voz.
-Hola, Emilia -dijo Mateo, su tono cálido, pero había algo en su voz que la hizo sentirse más sola que nunca-. ¿Cómo estás? ¿Cómo va todo con Vega?
Emilia se recostó en el sofá, mirando al techo mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas. Pero, al igual que con todo lo demás en su vida, las palabras no eran suficientes. ¿Cómo le iba a explicar que su vida estaba desmoronándose? Que había comenzado a trabajar para el hombre que representaba todo lo que ella odiaba, todo lo que había jurado evitar en su vida profesional? ¿Cómo le iba a decir que sentía que estaba perdiendo el control de su destino?
-Bien... -dijo finalmente, con la voz teñida de cansancio-. El trabajo avanza. Pero, sabes, es... grande. Demasiado grande.
-¿Demasiado grande para ti? -respondió Mateo, con una sonrisa evidente en su tono. Emilia pudo sentir la ironía a través del teléfono. Aquella sonrisa que siempre había sido tan fácil de leer, esa que no podía ocultar ni siquiera a través de una llamada.
-No, no es eso. Solo que es... más de lo que pensaba. Es todo más grande de lo que pensaba. No solo en términos de trabajo, Mateo. En todo -empezó a decir Emilia, sintiendo como su voz se quebraba. No podía controlar lo que sentía, y eso la aterraba. El sentimiento de atrapamiento que la perseguía en su vida profesional también había llegado a su vida personal, a su corazón. Se sentía como una prisionera de sus propias decisiones.
-Ya... -dijo Mateo, haciendo una pausa. Parecía que él también lo entendía, aunque a su manera. Sabía que la relación con Adrián la estaba afectando, aunque no sabía cómo. No podía comprender lo que realmente sucedía en su mente, pero Emilia ya no tenía fuerzas para explicárselo. Ya no quería hablar de esto con él. Ya no quería contarle cómo se sentía, atrapada, cómo su vida se deslizaba entre las manos de otros, cómo sus decisiones ya no eran solo suyas.
-Escucha, Mateo, estoy ocupada -respondió finalmente, con una fuerza que no sentía, pero que forzó a salir-. Necesito concentrarme. No es el momento para hablar de esto.
Hubo una pausa al otro lado de la línea antes de que Mateo respondiera.
-Lo entiendo -dijo él, su tono un poco más distante. Emilia no podía evitar notar cómo se alejaba de ella, como si ya no supiera cómo estar allí para ella. Pero la verdad era que ni ella misma sabía cómo estar allí para él. Ya no sabía quién era, ni qué quería de su vida.
Colgó el teléfono y se quedó en silencio, mirando los planos frente a ella. Las líneas que había trazado, el edificio que estaba diseñando, se sentían como un futuro impuesto, una cadena invisible que la ataba cada vez más. Pero la desesperanza que sentía era más grande que el miedo. El deseo de escapar, de huir de todo eso, la invadió como una ola.
Sabía que no podía seguir así. Necesitaba tomar una decisión. Pero, ¿cómo escapar de algo que ya la había absorbido por completo? ¿Cómo cambiar su destino cuando las puertas que antes pensaba abiertas ahora parecían cerrarse una por una?