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-Nunca dije eso. -Se ríe, con un sonido tan profundo, sexy y genuino que me da un vuelco el corazón-. Antes hablabas de hacer trabajos temporales, y supuse... -Dale otro sorbo a su champán-. Bueno, lo supuse, y todos sabemos lo que dicen de eso. Intento causar una buena impresión, así que no me gustaría que pensaras que soy un imbécil. Y tú eres demasiado guapa para que te comparen con un burro.
Es tan encantador. Me encojo de hombros y finjo que no me voy a derretir en un charco en esta silla. -No pasa nada. Ya me he acostumbrado. Existe la creencia generalizada de que todos los que fueron a Harvard tienen un trabajo corporativo de alto nivel, como la mayoría de esos estirados con los que acabamos de pasar la noche-.
-¡Ay! -Se lleva la mano al corazón y me sonríe-. Me dolió.
-Seguro que sobrevivirás-. Me río entre dientes al ver su expresión herida. Hablar con él se siente tan fácil y natural, como si nos conociéramos desde hace mucho más que unas horas. Considero darle la versión suavizada que cuento en las entrevistas de trabajo cuando me preguntan sobre mi trayectoria profesional tan poco convencional, pero esa media verdad no parece apropiada cuando ambos somos tan sinceros. -Tenía planes, pero los pospuse mientras nos mudábamos por Estados Unidos. Luego, de alguna manera... bueno, supongo que me perdí un poco en el camino. Empecé a ver el trabajo como un trabajo en lugar de una carrera, y hay una diferencia, ¿no? Sentía que solo había espacio para que uno de nosotros alcanzara el éxito, y ese era mi marido-.
¿No hay siempre espacio para dos? El éxito es mejor cuando se comparte, o eso me dicen.
Tiene razón, claro, y ahora lo veo. Pero Chad tenía el encanto y la zalamería de un buen charlatán, y me convenció de que a ambos nos iría mejor si nos centráramos en que él llegara a la cima primero. Que habría tiempo para mí más adelante, quizá después de formar una familia.
Mirando hacia atrás, fue un error, al menos para mí. Pero habíamos estado juntos desde la prepa, y parecía que nuestra relación valía la pena. Solo hace poco me di cuenta de cuánto me cedí y lo hice para que él no tuviera que hacerlo. Durante la universidad, yo era quien siempre viajaba a casa para verlo en Columbia. De hecho, nuestro mayor punto de discordia en aquel entonces era su reticencia a venir a Boston ni siquiera un fin de semana. Niego con la cabeza y doy un largo sorbo de mi vaso. Todo eso es cosa del pasado, e incluso ahora, no estoy segura de si mis decisiones fueron las equivocadas, sino más bien la persona por la que las estaba tomando. -Bueno, las relaciones son complicadas, ¿verdad? Haces cosas raras cuando estás enamorado-.
-Si tú lo dices.-
-¿Nunca te has enamorado?-, pregunto. -No me lo creo ni por un segundo.-
Niega con la cabeza y sonríe, pero es una sonrisa que no le llega a los ojos. -Sí, lo estuve. Pero fue hace mucho tiempo, y no quiero repetir esa experiencia-.
Le tomo la mano y entrelazo mis dedos con los suyos. -Lo siento, Charlie-.
-Sabes que ese no es realmente mi nombre, ¿verdad?
Le aprieto los dedos y le dedico una sonrisa diabólica. -Calla. Esta noche es. Esta noche, eres Charlie, un guapo desconocido recién llegado a la ciudad-.
De hecho, soy bastante nuevo aquí. Acabo de regresar después de años de ausencia.
¿En serio? ¿Por qué te fuiste? Parece que tienes una familia estupenda aquí.
Se chupa el labio superior y se queda callado un buen rato. Me pregunto si estará a punto de mentirme, si he tocado alguna fibra sensible sin querer.
-Me mudé porque necesitaba ser yo mismo-, dice finalmente, encogiéndose de hombros. -Necesitaba ser independiente, no parte de un todo, ¿sabes? Mi familia es genial. Mi papá es una fuerza de la naturaleza, y mis hermanos... Bueno, somos muy unidos, y son increíbles. A veces tan increíbles que no me siento del todo a la altura, como si no cumpliera con sus altos estándares. No es nada que hayan dicho o hecho, es todo culpa mía. Y mudarme al otro lado del país parecía una forma de escapar de eso. Después de perder a nuestra mamá, me costó aún más quedarme. Lo logré por un tiempo, y me mantuve ocupado con el trabajo, pero nunca me sentí estable. Fue casi un alivio alejarme del hogar que todos compartíamos-.
Parece una confesión, y percibo su incomodidad. También me pregunto cómo será el resto de su familia si este hombre impecable se siente inferior. Deben ser todos superhéroes. -¿Por qué has vuelto ahora?-, pregunto.
Simplemente sentí que era el momento adecuado. Y quién sabe, quizá fue el destino. Quizá estaba destinado a estar aquí para esta boda. Quizá estaba destinado a conocerte, Katherine.
-Ay, no -digo, dándole un manotazo juguetón en el brazo-. Se suponía que conocerías a Scarlet, la tía guapísima que tiene muchas más probabilidades de ser amiga de Emily que de la simple Katherine.
-Katherine no tiene nada de sencilla. -Me levanta la mano y me da un beso en la palma. Mi corazón da un vuelco y luego envía un mensaje de gran emoción a un lugar mucho más bajo-. Pero tú y Emily sí parecen muy diferentes. Ella trabaja en finanzas, ¿verdad? ¿Viene de una familia adinerada?
-Sí. Y trabajo en administración sin dinero. Pero los polos opuestos se atraen, como dicen. Aunque a veces desearía ser más como ella. Por más de una noche.
-¿Y eso por qué?-
Supongo que me encantaría tener su confianza. Su seguridad en sí misma. Su capacidad para divertirse sin dudar de sí misma.
-¿Ah, sí? -Se endereza. Entorna los ojos mientras me mira fijamente, y me pregunto por qué lo dije en voz alta-. ¿Y qué harías con esa seguridad? ¿Ahora mismo? ¿Qué sería divertido?