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Ya han pasado dos días desde que vi a aquella mujer vestida de negro. No le dije nada a mamá, y hasta ahora todo ha transcurrido con normalidad. Sigue lloviendo fuerte, y cada vez hace más frío.
3:00 A.M.
No puedo dormir, tengo hambre, así que decidí bajar a la cocina. Al salir de mi habitación, noté una luz tenue proveniente de la habitación de mamá. Me acerqué lentamente, y en ese instante, la escuché. Estaba gimiendo. Acerqué mi oído a la puerta; sus gemidos eran suaves, casi inaudibles, pero cargados de una intensidad que me dejó sin aliento. Me imaginé su cuerpo desnudo, retorciéndose de placer, y mi mente comenzó a divagar con imágenes eróticas que hicieron que mi corazón latiera con fuerza.
En ese momento, me dije a mí mismo que eso no estaba bien, así que me alejé lentamente. Bajé a la cocina, busqué algo en el refrigerador y regresé a mi habitación, con la mente llena de pensamientos indelebles.
7:00 A.M.
Hoy sí dormí lo suficiente. Me levanté, y al salir, noté que había parado de llover, pero hacía mucho frío. Mamá estaba en su habitación, así que decidí apartarme un poco de la casa. Llegué hasta un pequeño lago; era precioso y terrorífico a la vez. Decidí sentarme y pensar un poco. El sonido del viento y el agua me relajaron, pero también me hicieron reflexionar sobre mis sentimientos y deseos.
8:35 A.M.
Regresé a casa, y mamá me regañó por apartarme de la casa. Me dijo que esperaba que la lluvia parara pronto y que no me alejara tanto sin avisar.
Al día siguiente. 9:10 A.M. Centro Médico Central.
La sala del centro médico olía a desinfectante y café viejo. Estaba sentado al lado de mamá, que permanecía en la camilla, con una bata celeste demasiado grande para su figura. Se veía tranquila, pero con la mirada perdida.
El médico entró con una carpeta en la mano. No parecía apurado ni preocupado. Cerró la puerta con suavidad antes de hablar.
-No hay fracturas -dijo sin rodeos-. Tampoco hay daño en la médula ni en la columna. Sin embargo, el golpe en la zona lumbar generó una inhibición neuromuscular. Es decir, su cuerpo está bloqueando el movimiento por precaución.
-¿No puede caminar? -pregunté, sintiendo una punzada de preocupación.
-No por ahora. Pero no por dolor, sino por una desconexión temporal entre el cerebro y los músculos de las piernas. Es como si su cuerpo hubiese apagado un interruptor para protegerse.
-¿Va a recuperarse?
El médico asintió.
-Con reposo, algo de fisioterapia y tiempo. En unas semanas debería poder moverse con normalidad.
Miré a mamá. No parecía asustada ni molesta. Solo asintió, como si ya lo supiera.
Salimos del centro médico una hora después. La lluvia seguía cayendo, más suave. Pero algo en el aire me decía que los días tranquilos... se habían terminado.