Capítulo 5 Fantasías

A las ocho y cinco, Sofi llega a las puertas de su edificio, después de un día bastante complicado, está cansada y con dolor de cabeza, tiene su celular apagado, ya que está evitando a su abuela que la acosa para hablar desde hace dos días; su abuela quiere tomar una resolución con unos problemas de la empresa, pero Sofi no quiere hacer nada; odia la empresa por ser la causante de que su padre faltara incontables noches a su casa, que faltara a varios domingos en familia y muchos cumpleaños y eventos escolares.

Sofi no iba a caer en las manos de su mayor enemigo, no iba a meterse dentro del sistema para perder su vida personal, tenía otros planes, en los cuales estaba ocupándose a desmedida y no iba a parar hasta conseguirlo y para eso, no podía estar frente a una empresa, no iba a cometer el mismo error de su padre, no necesita más dinero del que tiene, no es codiciosa, ni mucho menos le importa fraternizar con gente de la "alta sociedad" o como ella los llama en secreto "alta suciedad" robándole líneas a Andrés Calamaro.

Tiene bien claro lo que quiere hacer y a dónde quiere llegar, y gracias a su perseverancia, le falta poco para cumplir uno de sus sueños que empezaron a emplearse hace más de un año por razón injustificable de la vida.

Lucha con la llave para abrir la puerta y con las bolsas para que no se les caigan en su acto de querer entrar a su edificio, cuando escucha aquella voz masculina a su lado haciéndola dar un grito ahogado por el susto.

-¿Te ayudo? -susurra en su oído.

-Ian -suspira cerrando los ojos para recomponerse y dejando que el rubio tome las llaves de sus manos-. Lo siento, me olvidé. Llego tarde, soy un desastre, no era mi intención; la hora se me fue y... Yo...

-No te preocupes -le interrumpe, tapando su boca con una mano y con la otra sosteniendo la puerta para que pase.

Ella toma una profunda respiración, asiente con la cabeza y agradece con los ojos la compresión del joven.

Ian toma las bolsas sin decir nada, como si esa fuese una orden; Sofi atina a agradecer en silencio.

En el ascensor, se nota a millas la tensión sexual que hay entre ellos, pero ninguno dice o hace nada al respecto; ella por su timidez y él por miedo a asustarla. Ian la estudia, la contempla mirándola de soslayo, evitando que ella se dé cuenta, ya que la ve muy nerviosa y con el rostro sonrojado; de vez en cuando, cuando sus ojos se cruzan, le sonríe y agacha la mirada. A él le gusta y divierte la inocencia que ella destila; su rostro le dice que es tímida, pero sus ojos le dicen que también es pícara y debía admitir que también está un poco nervioso y no entiende el por qué, si nunca fue un hombre que se altere delante de una mujer, sin embargo, la joven tiene algo que lo llena de curiosidad y de miedo al mismo tiempo. Claro que nunca lo iba a reconocer y menos en voz en alta. El rubio debía averiguar qué era lo que ella tenía que lo hacía sentir de esa manera.

Al llegar al apartamento, entran y van directo hacia la cocina; Sofi toma las bolsas que Ian deja sobre la mesada y las pone, sin siquiera abrirlas, dentro de la alacena, eso llama la atención del rubio, es decir; por qué no guardaba cada cosa en su lugar, ¿no había algo que meter dentro del refrigerador si quiera?

-¿No las guardas? -curiosea sin aguantarse la incertidumbre.

-Ya lo hice -le responde, abriendo una mecha más grande a la curiosidad del rubio.

-En mi país solemos guardas las cosas en sus lugares asignados.

-Aquí también -Camina hasta el refrigerador y saca una botella de vino, su boca estaba seca y el interrogatorio de Ian la dejaba más sedienta.

-Pero pusiste todas las bolsas en el mismo lugar -le hace ver con una sonrisa.

-Ese es el lugar asignado. ¿Vino? -pregunta desviando la conversación.

Él asiente en silencio con la cabeza, todavía tratando de descifrar porqué dejaba las bolsas allí.

Algo sobre el centro de la mesa llama la atención del rubio, echa un vistazo a Sofi que se encuentra de espaldas buscando un saca-corcho y entonces se abalanza a tomar lo que capturó su atención y atrapó su curiosidad. Lee el título del libro con el ceño fruncido, lo abre en donde estaba el separador y lee un par de estrofas, en cuanto entendió de qué va la historia se carcajea por dentro y muestra una gran sonrisa cuando Sofi se gira hacia él. La cara de ella era un monumento de cera, quería que la tierra se la tragara y luego que la escupiera en otro país, no, quería que la vomitara en otro continente. Ian sostiene el libro "De rodillas" en sus manos, cuya trama la llenó de fantasías y las mayorías eran con él, y para peor de su suerte el joven la mira con curiosidad y una gran sonrisa que dice: "Yo sabía que tenías un lado salvaje".

-Debo admitir que estoy sorprendido -rompe el silencio.

-¿Eso por qué? -pregunta ella tratando de sonar lo más normal posible, pero fracasa estrepitosamente, ya que su voz suena media cortada.

-Pensé que leías, no sé, literatura inglesa o novelas de amor y romance... Pero esto -Baja su mirada al objeto en cuestión-... Sublime -murmura divertido.

-Es de amor y romance -Se defiende ella.

-"Alexis tenía la boca ligeramente abierta y al sentir los dedos de Romina apretar sus pezones, tensó la mandíbula. Su verga se hinchó aún más..." -lee Ian en voz alta. Ella estira la mano para sacarle el libro, pero él es más veloz y no la deja llegar-. Espera que viene la mejor parte -dice divertido-. "Samará apartó la vista, pero Dominic le centró la cara en dirección al joven. "Ni se te ocurra dejar de mirar" le susurró. Un golpe repentino en las nalgas de Alex..."

-Ya, ya entendí -le interrumpe con un sonoro suspiro.

Ian baja el libro y la observa con detenimiento.

-¿Por qué te avergüenza leer esto?

-No me da vergüenza -suelta con demasiada velocidad, dejándose en evidencia.

-Vamos, estás roja como un tomate.

-Es por el vino -se excusa.

-Mentirosa -canturrea, agitando libro, amenazándola en silencio que va a seguir leyendo.

-Bueno -Se rinde-, quizás un poco de vergüenza -confiesa.

-¿En verdad te gusta el sado o solo es mera curiosidad? -quiere saber el rubio acercándose a ella, mientras deja el libro sobre la mesa.

-La verdad... Curiosidad.

-¿Alguna vez lo has intentado? -indaga con cautela.

-No, no creo que vaya a soportar el dolor, me da pánico.

-¿Pero? -El chico se da cuenta que hay algo más en esa respuesta y quiere saber de qué se trata.

-Hay cosas que me gustaría hacer -habla mirando hacia abajo.

-Fantasías -adivina él y ella, todavía sin mirarlo, asiente en silencio. Ian coloca sus dedos índice y pulgar en la barbilla de la joven y le alza la cara para que lo mire-. Puedo ayudarte a cumplirlas.

-¿Qué quieres decir? -pregunta confundida.

-Seré tu conejito de india -le dice sonriendo-, es decir, puedo cumplirte tus fantasías.

-No sé cómo -murmura la joven.

-¿No sabes cómo? -cuestiona estrechando sus ojos.

Ella suspira y desvía la mirada.

-A pesar de mi edad, no... No tengo mucha experiencia en... -Ella no puede terminar la frase.

-Entiendo -entona el rubio volviendo el rostro de ella para que lo mirase-. Puedo enseñarte -musita con suavidad.

-¿De verdad? -habla en voz baja.

Él asiente.

-Solo tienes que pedírmelo -Ian quiere que ella empezara por hacer a un lado su vergüenza, porque sabe que a la hora del sexo y de llevar a cabo sus fantasías, Sofi iba a estar inhibida y la mejor forma de empezar a desinhibirla era en que comenzara a pedir lo que quería.

-Yo... -Vuelve a desviar su mirada.

-Vamos, no están difícil; solo pídeme que te enseñe -Casi le está suplicando.

-Enséñame... Enséñame cómo.

~~~

-Vamos Sofi, solo dime dos -insta el rubio, haciéndole caritas para que hable.

Hace más de media hora que está intentando hacer que Sofi le digiera dos fantasías, él sólo quiere que al menos le diga dos de las tantas que está seguro que debe tener; ella le había pedido que le enseñara, pero Ian quería que le pidiera que era lo que quería. Sofi estaba roja, habían terminado de comer hace rato «vale destacar que no fue la cena como en su sueño, comieron el Sushi como personas normales», estaban sentados en el sofá y Sofi no había encontrado manera de hacer que Ian cambie de tema.

-Es que no sé, de verdad -ella sigue esquivando la repuesta, ya que le da vergüenza hablar de ello.

-No me mientas; estás leyendo esa clase de libros -señala sobre la mesa donde descansa el objeto-, y me vas a decir que no tienes ninguna fantasía o que no se te ha ocurrido ninguna. Yo tengo miles y no leí ningún libro -confiesa con una mirada pícara y sin ningún margen de vergüenza.

-Quizás... Alguna tenga -murmura, mirando sus manos que acunaban la copa se vino.

-Dispara -Él se acomoda más cerca, como si ella le fueses a contar un secreto.

-Una es en una... Jaula -dice la última palabra inaudible.

-Disculpa, pero no escuché lo último -Ian se acerca un poco más.

-Jaula -susurra.

-Sofi -advierte con diversión, por que seguía sin escucharla.

-Jaula -eleva la voz-. Listo, lo dije -Se lleva la copa a la boca para cubrir su rubor.

-Me gusta -murmura Ian con voz ronca y le da un beso con suavidad y sensualidad, dejándola desconcertada; sin medir distancias había llegado muy cerca de ella, gracias a que Sofi disparara una palabra intangible.

Era un beso muy diferente al que le dio el día anterior, ese beso tenía delicadeza y pasión. Ella al principio le dio un beso tímido, pero él la llevó a que su beso se hiciera más intenso, puso una mano en su nuca la acercó más, profundizándolo; ella por instinto enredó sus brazos en el cuello masculino y gimió dentro de su boca; Ian aprovechando su espacio la toma de la cintura con su mano libre atrayéndola a sí mismo, poniéndola a ahorcajadas sobre su regazo. Sofi se encontraba un poco más receptiva gracias al vino y se dejó llevar y guiar por él.

El rubio baja sus manos lentamente por la espalda hasta llegar a su culo y la aprieta más a él «a su erección», Sofi gimió al sentirlo recto y duro, tira su cabeza hacia atrás dejando libre su cuello para que él lo bese a su gusto y así lo hace.

-¿Tienes alguna fantasía que quieras que cumplamos ahora? -murmura Ian, todavía atacando su cuello.

-La tenía con el sushi -confiesa a medio respirar.

Él sonríe contra su boca y su mirada casi se vuelve perversa al imaginarla con sushi en partes esenciales de su cuerpo desnudo.

-Todavía tenemos el postre -sugiere, mostrándole una media sonrisa.

-¿Qué sugieres?

-Mmm -Él tira su cabeza hacia atrás pensando las opciones-... No sé... El chocolate fundido y la nata están muy sobrevaluados -reconsidera.

-Lo tengo -suelta la chica levantándose de un salto.

-¿A dónde vas? -pregunta, mirándola sonriente.

-Ya verás -Con eso desapareció en la cocina.

Un minuto después reaparece moviendo un pote en su mano.

-¿Qué es eso?

-Algo que nosotros tenemos y ustedes no -Lo estudia y agrega-: Además, hasta ahora en los libros que he leído no lo nombran, así que no está sobrevaluado -concluye, sonriendo y se para frente a él mirando hacia abajo para encontrar su mirada.

Definitivamente Sofi estaba desenvuelta y todo se debía al vino. Ian se da cuenta de ese detalle, sin embargo, por ser su primera vez, lo dejó pasar; la quiere desenvuelta y además le gustaba esa parte de ella, prestándose para los juegos, pero se compromete para sí mismo que la próxima vez, no iba a dejar que tomara una sola gota de alcohol; la quería a ella y su timidez juntos, la quería auténtica.

-¿Y bien? ¿Me dirás qué es o vas a mantener el suspenso por más tiempo?

Ella sonríe y asiente; esa sonrisa disparó algo dentro de Ian que no supo descifrar exactamente lo que era, pero reconocía que esa sensación le había gustado y dado miedo al mismo tiempo, sin embargo, no era el momento de cuestionarse, ni de pensar, solo de disfrutar, disfrutarla a ella.

-Dulce de leche -dice terminando con el suspenso. El rubio frunce el ceño, él no tiene ni idea de que habla-. ¿No sabes lo que es? -pregunta con incredulidad.

-Nop.

-¿Hace cuánto que estas en Argentina?

-Hace varios meses... Unos largos meses.

-¿Y no lo has probado?

-Lo dices como si fuera una aberración por no haber probado el duce de leche -Él sonríe por la gracia que le causa verla tan dedicada sobre la cosa que llevaba en su mano.

-Pues si lo es -afirma y destapa el pote; se acerca a él y se vuelva a colocar a ahorcajadas sobre su regazo-. Bien, hoy va a ser tu primera vez -le hace saber metiendo su dedo en el pote.

-Siempre hay una primera vez para todo.

Ella direcciona su dedo con dulce de leche hacia la boca del joven, Ian la abre mirándola a los ojos y succiona el dulce del dedo con lentitud y sensualidad; gime de placer y ella lo imita por el calor emanado.

-Tenías razón -Pasa su lengua por los labios llevándose el resto del dulce-, es una aberración que estuviese todo este tiempo aquí y no lo haya probado -Mete el dedo en el pote y vuelve a llevárselo a su boca-. Aunque debo decir que sabe mejor en ti -Toma el dedo de ella, lo unta con el dulce de leche y se lo lleva a la boca succionándolo con más presión, luego adentra su dedo en el pote sacando una generosa cantidad-. Saca tu lengua -ordena. Ella lo observa por unos segundos y con vacilación obedece. Ian embarra la lengua femenina con el dulce, para luego succionarla y rastrillarla con sus labios. La toma con fuerza invadiendo con su lengua cada recoveco. Con cuidado le quita el pote de las manos para dejarlo a un lado y, sin dejar de besarla, la posa en el suelo, para después quitarle la camiseta-. ¿Quieres que siga?

Las palabras se atoraron en su garganta, por lo tanto, solo responde con un leve asentamiento silencioso. Él la besa; le muerde el labio inferior para luego mimarlo con su lengua. Le acaricia el torso desnudo con suavidad, llevando sus manos hacia atrás en donde desabrocha el sostén y lo deja caer al suelo; tomándola de la rendija del jean la atrae hacia él pegándola a su cuerpo, la devora en un beso devastador, apretando sus manos en la espalda femenina regalándole un firme masaje; la chica tiene enredados sus brazos alrededor del cuello. El rubio baja sus manos metiéndolas dentro del pantalón y le amasa el culo; toca su piel, haciendo que la joven jadee dentro de su boca.

La lleva al sofá depositándola sobre este; se despoja de su camisa, toma el pote de dulce de leche y unta el dedo sacando una buena cantidad de él para luego embadurnarle un sonrojado pezón, una vez bien embadurnado se lo lleva a la boca succionando y presionando con su lengua, extrayendo todo el dulce y arrancándole jadeos conforme la joven encorva su espalda para sentir más presión. Cuando su pecho quedó limpio del dulce, Ian vuelve a untarse el dedo y repite el mismo proceso con el otro pezón, volviéndola loca cada vez que mueve su lengua con presión y en círculos, y no para hasta dejarlo sin rastro del dulce.

Se aleja solo para llegar a los pantalones de ella y desabrochárselos, los quita del camino, tirándolos sin cuidado en el suelo; vuelve a tomar el pote y le dedica una mirada mordaz, la cual a ella le provoca un calor interno subiendo desde sus caderas hasta sus mejillas. Ian, con su dedo índice lleno de dulce empieza a bajar desde el medio del pecho hasta su pelvis, muy lentamente y sin apartar la vista de ella, escrutándola con la mirada y memorizando sus gestos en cada toque que le proporciona. El rubio sube y la besa, luego con su lengua empieza a rastrillar el camino de dulce que había marcado con su dedo, una vez que llegó al final, agarra el pote y la mira.

-¿Quieres que siga?

-No pares -murmura.

Ian sonríe satisfecho por la contestación y prosigue a su cometido; vuelve a untar el dedo índice en el pote de dulce, luego embadurna aquel lugar húmedo y deseado, observando cómo la joven se contrae bajo su caricia. Con una media sonrisa baja con su boca al lugar untado con dulce, primero sopla enviándole una brisa caliente que hace que ella ahogue un gemido, luego pasa la lengua saboreándola, provocando que mueva las caderas por instinto y pidiendo más, se da cuenta y vuelve a imitar la acción; después, sin poder aguantar más, comienza a succionar con fuerza y no se detiene hasta hacerla perder en la bruma del orgasmo.

Cuando Ian logró su propósito, se alejó de ella, rápidamente quitó sus pantalones bajando su bóxer al unísono y subió en ella con cuidado de no aplastarla, al tiempo que se introducía en su interior, arrancando gemidos de ambos. Balbucearon cosas intangibles. Él no paró su ritmo hasta que ella llegó al clímax por segunda vez, para luego apurar sus arremetidas y llegar con ella en unos cuantos segundos más.

Sus cuerpos convulsionaron, sus respiraciones eran erráticas y una lámina de sudor recorría sus cuerpos. Una vez que sus cuerpos se calmaron, él se acomodó a su lado envolviéndola en brazos.

-¿Estás bien? -se interesa, murmurando la pregunta en su oído.

-Sí.

-Acabo de encontrar un nuevo postre favorito -demanda, haciéndola reír.

Se quedaron así unos momentos, ella pensando en lo maravillosamente bien que la hizo sentir «algo que nunca nadie había hecho antes»; él sabía cómo tocarla y en una parte muy profunda de ella, sabía que era por su experiencia y de todas las mujeres que ha llevado a la cama, pero no quiere pensar en eso, si lo hace, una oleada de celos invadirá su interior y no la dejará disfrutar del momento.

Él, por otro lado, pensaba casi lo mismo que ella, nunca antes se había sentido así con una mujer, pero también lo niega en rotundo; se pone en la cabeza que solo es un sentimiento porque ella es inexperta y a Ian le gusta llevar las riendas del asunto. Sabe que por un tiempo le va a enseñar el arte del sexo, el arte erótico, los juegos con los que ella fantasea y con los que él siempre ha disfrutado.

Nota que Sofi se durmió y con sumo cuidado la lleva a la cama, la envuelve con el edredón y sabe que es su pase para la retirada. Depositándole un beso en la frente se aleja, al llegar a la puerta de la habitación frunce el ceño y se da vuelta para mirarla.

-¿De dónde salió eso? -murmura al darse cuenta que le besó la frente, un acto que jamás ha tenido con ninguna otra y, a decir verdad, no le gusta nada que algo así salga de él.

Tenía que salir de ese lugar lo antes posible.

Camina hacia la sala donde estaba su ropa tirada en el suelo, la levanta, se viste con velocidad y de reojo ve el pote de dulce de leche, sin darse cuenta, sonríe y luego sacude su cabeza para reacomodar sus ideas. Sin proponérselo mira hacia la cocina y la imagen de las bolsas que Sofi guardó despreocupadamente en la alacena se instalan en su cabeza y su curiosidad y preguntas vuelve a su mente. Camina con paso ligero y seguro hacia la cocina, observa el mueble deliberando si debía fisgonear o no.

-A la mierda -masculla y se acerca para abrir la gaveta. Cuando está a centímetros de hacerlo «de saciar su curiosidad», su celular suena haciéndolo pegar un pequeño salto en el lugar-. Eso me pasa por fisgón -farfulla, mientras saca el celular del bolsillo del pantalón-. Son casi las dos de la mañana, Medina -Fue su forma de atender el teléfono.

-Ya sé, ya sé, Russel... Pero como que estoy un poquito... Pero muy poquito... Un poquitín... -balbucea Gaby.

-Estás ebrio -espeta-. ¿Dónde estás?

-Donde siempre -responde el morocho arrastrando las palabras.

-En veinte llego -Suspira y corta la llamada.

Maldiciendo por lo bajo a Gaby y sus noches de perdición.

                         

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