Capítulo 4 Capitulo 4: Quédate está vez.

Soy Franchesco Giacometti Praga.

Tengo 45 años. Me gusta tener un cuerpo de complexión atlético y bien cuidado; fruto de años de ejercicio constante sin llegar a la exageración de un cuerpo culturista. Se que mi presencia impone seriedad y experiencia.

Mi rostro definido, con pómulos marcados y un ligera barba que delatan algunas canas discretas.

Mis ojos negros, intensos y expresivos, como si observaran con detenimiento cada detalle de su entorno. Junto a mi cabellera negra que comienzan a delatar señales del tiempo con unas pocas hebras grises en la sien, pero con volumen y forma.

Me gusta llevarlo corto y peinado con sencillez.

Por mi vocación, de arquitecto debo tener un estilo sobrio, elegante sin esfuerzo, trasmitiendo seguridad y madures.

Soy viudo hace cuatro años y tengo una niña de 6 años. "Hoy es la luz de mi vida".

El amor de mi vida, lo perdí. Por artimañas de mi familia y la familia de ella.

Y me di cuenta, que también por ser un cobarde.

Solo tenia apenas 20 años, se que no es un justificativo.

Ella es una mujer íntegra, de un corazón noble.

Cinco años mayor que yo. Eso, jamás me importó.

No pude olvidar todos esos años que compartimos, fueron la fortaleza para poder seguir mi vida.

Aún llevo en mi cuello, la mitad de su corazón. Un recuerdo constante de la promesa de amor, que espero volver a recuperar.

No, podía vivir, viendo cómo mi tío, era feliz con ella.

Sin saber, que detrás de todo estaban el padre de mi tío y el padre de ella.

Aún no entiendo, como un padre, por un apellido, la sentenció de por vida.

Sabía, que iba a ser difícil, con esa bestia.

Quise creer que llegaría adorarla como yo. Jamás me imaginé que, un hombre pudiera, cometer tantas bajezas con una mujer.

RECUERDO:

Ella, al enterarse, se negó a casarse con mi tío.

Giovanni Cárdenas de León, medio hermano de mi madre.

Un hombre, sin escrúpulos y con todos los vicios que existen en esta vida.

Me alejé, para que ella, pudiera ser feliz.

Durante años, me fui a otro país, donde me ofrecieron trabajar, en mi pasión, la arquitecta.

Al principio me fue difícil, aceptar que la perdí.

Me enfoqué, en trabajar duro.

Con el tiempo. No diré, que no intente armar una vida, sin ella.

Conocí a una muchacha muy bonita. Carla Benvenutti, tenía, 27 años.

Creo que lo que me llamó la atención, fue el parecido a ella.

Fuimos amigos y compañeros de trabajo.

Una noche, donde salíamos con amigos.

Después de beber en exceso, llorando, me confesó que la habían comprometido con un hombre mayor.

Y me pidió, que nos casáramos para evitar ese casamiento. Confesándome que me amaba.

La empresa, que me había contratado, siempre me pedía, que para poder seguir trabajando, por estatus, debía casarme.

Me hizo, acordar a mi bella Betty.

Sí, fue un acuerdo. Dónde nos beneficiamos los dos.

Ella siempre supo, que no la amaba, siempre la vi como una amiga.

Aun así, aceptamos casarnos.

Nunca le mentí, ella siempre supo que solo la quería como una amiga.

Una de las condiciones que nos pusimos, es no tener hijos. Con el tiempo, ella cambió de idea, deseaba tener un niño.

Aludiendo, que con ello ella tendría a quien amar y la amaran incondicionalmente.

Yo, me había enterado de que Betty, sería madre.

Imaginaba que era feliz.

Y me animé a darle a Carla, ese deseo.

No podía ser egoísta, sabía que me amaba y, aunque jamás la amé.

Le daría, la posibilidad de volcar todo su amor, en nuestro hijo.

Tuvimos una niña, Beatriz, Giacometti Praga.

Hoy tiene solo 6 años.

Lamentablemente, dos años después, a Carla se le diagnosticó, leucemia terminal.

Ella, al enterarse, se encargó de conseguir una Nana para la niña.

Una señora muy dulce, con muy buenas referencias.

Mi niña, la adoraba.

Mientras, mi trabajo y los tratamientos de Carla nos impedían estar con la niña.

Prácticamente, era cuidada por su Nana, Rocío.

Se que Carla, aunque exhausta; sacaba fuerzas para estar el mayor tiempo con nuestra ardilla.

Buscamos, todos los tratamientos posibles. Sin ningún resultado.

No, quería que mi niña, creciera sin una madre. A un así, la vida siempre nos pega duro.

En seis meses, su vida se apagó.

Fue, difícil para mí, hacerme cargo de la crianza de la niña.

Mi trabajo, absorbía mi tiempo.

Gracias a Rocío, mi niña, es una hermosa personita.

Solo, me dediqué a trabajar y darle mi poco tiempo valioso a mi bebé.

Su crianza, era mi mayor preocupación.

Fin del recuerdo.

Regrese, el día en que mi madre, me avisó que ella había matado a mi tío.

Estuve, en el velorio y logré ver que estaba muy golpeada y escoltada con dos policías.

Mi tía se encargó de poner un abogado, donde la hizo pasar, como una mujer adultera.

Que mató a su propio hijo, por no saber de quién era su hijo.

Y que se casó, por su fortuna y su noble apellido.

Todo esto, me golpeó, no era la mujer que yo conocía.

Dolía, saber que ella había cambiado tanto.

Una noche, en un bar donde solía ir con Betty, me senté a recordar viejos tiempos.

Mientras escuchaba un viejo tema tomando un trago, alguien me nombra.

Un hombre, que no reconozco, me pide si puede tomar asiento.

A lo cual, accedo.

- Usted, quiere ayudar a la señora, Beatriz Lizama.

-Cómo sabe, que la conozco y quién es usted.

- Mi, nombre no es importante. Represento a la señora, Lana Barrera. Madre, de la amante de su tío.

- ¿Y quién le dice, que me interesa algo, de todo lo que le pase a ellas?

- Desde, que llegó, noté que la señora Beatriz, es muy importante para usted. Tanto que aún lleva el medio corazón, de su compromiso con ella.

- Y usted, ¿cómo sabe todo eso?

- Ese, es mi trabajo. Me pidieron que le entregara todo esto. Si desea, saber más, aquí le dejo mi tarjeta. Solo, contácteme y estaré a su servicio.

Veo que se levanta y se va. Dejándome una carpeta enorme.

Y muchas preguntas.

¿Por qué, la madre de la amante de mi tío, buscaba mi ayuda?, ¿Realmente, mi Betty había cambiado tanto?

Terminó, de tomar lo que había pedido. Todo mi ser, me decía que desconfiara.

Lo que había, visto y escuchado. Me gritaba que debía informarme bien.

Ella, no podía haber cambiado, como la pintaron en ese juicio. Yo mismo la vi golpeada y demacrada.

Tomo, todo lo que ese hombre me dio.

Llegó, a casa y Rocío me avisó, que mi niña ya estaba dormida.

Le agradezco y le pido que vaya a descansar.

Pasé a mi estudio, dejo lo que ese hombre me entregó, en mi escritorio.

Salgo del estudio y me dirijo a darle las buenas noches a mi princesa.

Mientras, la veo dormir, tan plácidamente. Me viene a la mente, porque elegí ese nombre.

Se lo había, puesto porque, no solo por la mujer que amaba.

Era lo que me recordaba, de ella su dulzura y calidez.

Una persona, bella, de hermoso corazón y jamás le importó el lujo, podía tener todo el dinero del mundo y ella era sencilla.

Y era lo que deseaba, que fuera mi hermosa hija.

Le dejo un beso, en su frente, le pongo a su osito y la tapo.

Y con una sola idea, en mi mente, me dirijo al estudio.

Debía, darle el beneficio de la duda.

Mi Betty jamás, sería quien describieron, en ese dichoso juicio.

Y si era inocente, no dejaría que ella siguiera sufriera.

No si dependía de mi.

Ella me enseño, que la vida merecía ser vivida y jamás osaría lastimar a un inocente.

No, mi bella Beatriz.

            
            

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