Capítulo 3 Capitulo 3: Quédate está vez

Una vez, terminado, el horario del desayuno.

Dejamos, las bandejas, en el mostrador.

Dónde, las encargadas de la cocina, van llevándolas para lavar.

Uno de los guardias anuncia, por el megáfono, que todas nos dirijamos al patio.

Ahí, aprovecharía, a despedirme de todas.

Sé, que no tendré mucho, tiempo.

Normalmente, a las diez de la mañana, la que sale es llamada a las oficinas, del director.

Es el encargado, de hacerte, llenar unos formularios que, una vez firmados, te da un sermón.

Luego, te llevan a tu celda a retirar tus pertenencias.

Dándote tiempo a sacarte el uniforme y ponerte ropa de calle.

Luego, te llevan a revisión, donde se aseguran de que no llevarás, nada de alguna reclusa.

Después, te entregan tus documentos y todas las pertenecías, que dejaste, cuando entrantes.

Hasta que ves cómo, se abren los grandes portones, que te darán, una vez traspasado, la dichosa libertad.

Eso es lo que han reincidido, me han comentado.

Nos dirigimos, al patio.

Lo miro, porque sé que será la última vez que estaré, y miro el lugar donde, Lana, me protegió.

Y lo agradecida, que estoy.

Voy, saludando una a una, y ellas no solo me saludan, advirtiéndome, que me cuide y trate de no volver al agujero, que es así como llamamos a la cárcel.

Una vez, que llegó a despedirme de Lana, me deseó mucha suerte, entregándome unas cartas.

Dándome un abrazo, que hacía años no recibía.

Recomendándome, que me olvidé, de todo y de todas.

Que empiece, a vivir mi vida, sin miramientos.

-Aprovecha a ser feliz y darte unos buenos revolcones en mi honor.

Todas, comienzan a reír y no puedo creer que esta mujer, me salga con eso.

Veo, que uno de los guardias está acercándose a dónde estamos.

- Rea 1248, sígame, el director la está esperando.

Y escucho, decir a todas, "ahhhh", ese papaíto está como quiere.

Ese, rumor se escucha hace cinco meses.

¿Cuándo, el director anterior, fue denunciado por corrupción?

El día en que fue nombrado y se presentó.

Yo, estaba en la enfermería, saliendo de una gripe, que me levantó calentura.

Me sonrojé, al escucharlas, sé que es normal.

La mayoría, tienen abstinencia de sexo, otras no tanto, porque tienen sus visitas de higiene, como le dicen.

Mientras, me voy alejando, miro atrás y tengo la sensación de que esto es un sueño.

Pues cuando despierte, todavía estaré aquí.

Voy, siguiendo al guardia, que me dirige, a la oficina.

Y saludo, a quienes están en el corredor, todas me desean sus mejores augurios.

Al llegar, a la puerta del despacho, el guardia, me detiene.

- Tome, asiento y espere a que la llamen.

Solo, hago lo que me pide y noto que tengo las cartas de Lana aun en la mano.

Con cuidado, las doblo y las guardo en el bolsillo del pantalón.

Mientras espero.

Mirando, alrededor, puedo observar que hay un escritorio, con muchos papeles; creo que son expedientes.

Una enorme estantería, llena de cajas de archivo color azul. Todas con un número.

Una computadora, un pisa papel, en forma de pelota de béisbol. Calculó que el secretario, debe ser un fanático de ese deporte.

Detrás de la silla hay un mueble de metal, donde se puede ver que, arriba de él, hay una cafetera, una bandeja, con varias tazas, una azucarera y a un lado, una jarra con agua, con vasos.

Colgada arriba, en la pared, unos cuadros.

Donde se pueden ver, momentos felices, de una hermosa familia.

Hay una mujer, algo gordita, abrazando a quien supongo sea el secretario, con dos hermosos niños.

Me da ternura, ver cómo irradian felicidad.

Mientras, me pierdo en esa foto.

Llevándome a recordar, que las únicas fotos, que recodaba, de mí eran cuando era una niña.

No escuchando, que me estaban llamando.

- Rea 1248. Me escucha, la están esperando.

Siento, que tocan mi hombro.

Al mirar, era el guardia, quien me señalaba la puerta.

Me paró, con mis manos, me sacudo, el pantalón para desarrugarlo. Y me aseguro de tener, mi pelo en condiciones.

No crean, que lo hago, pensando en llamar la atención. Es por puro respeto.

No quería que, me viera desarreglada.

El que esté en este lugar, no significa que no sigo siendo mujer.

Mientras veo, que el guardia mueve, la cabeza de un lado al otro.

Me reprendo mentalmente, hay, qué vergüenza, creo que piensa que lo hago de coqueta.

Solo me pongo sería, y me adelanto a él.

Golpeó la puerta y escuchó una voz gruesa, aunque sexi

- Adelante, por favor.

Tomo el picaporte y mientras voy entrando.

- Permiso, Uds. me mandó a llamar.

Un hombre sentado con postura imponente, con cabello negro y ojos negros penetrantes, que intimida.

Se levanta, de su asiento y veo que ese hombre es alto y muy elegante.

Lleva un traje negro, con una camisa blanca impecable.

Cayendo en cuenta por qué, todas dicen que estaba como "papaíto".

Me vuelvo a reprendo, como estoy pensando en eso, si a mí lo único que me interesa es salir de este lugar.

Solo espero, que el recuperar mi vida. No signifique sacrificar alguna persona inocente en el proceso.

Me paró firme, aun con el picaporte en la mano.

- Disculpe, cierro la puerta.

Él asiente, con su cabeza, veo cómo extiende su mano, hacia mí.

Yo, me acerco, extiendo la mía, tomando la mano y con un apretón me saludo.

Siento que aprieta mi mano, donde se puede notar su fuerza.

Me causo intimidación, algo que debo aprender a controlar.

Solo, atino a sacar mi mano.

Mientras va a tomar, asiento, me invita a hacer lo mismo.

Después de tantos años, escuché mi nombre.

Y no, un número.

O el apodo con que me llamaban, mis compañeras.

Sí, me llaman "Loba".

Como les, conté cuando llegué, me creían un corderito.

Lana, al entrenarme, logró convertirme en alguien de temer. Muchas, quisieron destruirme.

Debí entender que soy la única que puede defenderse y cuidarse.

Y a quienes, mi suegra, mandó, a matarme.

Hoy me respetan, después de demostrarles que, no tengo miedo a nadie.

Prometiéndome que, cuando salgan, se pondrán a mi disposición.

Y sé, que agradeceré su ayuda.

- Buenos días, Sra. Beatriz Lizama de Cardenas de León.

Con mucha, entereza, lo corrijo y le aclaro.

- Buenos días, pero mi nombre, es solo Beatriz Lizama. Aunque, si pudiera llevaría el apellido de mi madre.

Sí, fui la mujer de un monstruo, le agradecería que evité, malos entendidos.

Me miró y frotando su barbilla; lo observo muy incómodamente. Creó que no esperaba que lo corrija.

Espero, que entienda, que no soy la misma mujer que llegó indefensa.

Se nota, su incomodidad.

- Disculpe, en su expediente, figura que así, es su nombre.

Muy determinada.

- Gracias a Dios, no tengo nada de ese hombre.

Agradecería si solo me llama Beatriz, señor.

Si debo enfrentar mi vida, empezare por quien soy en realidad.

No dejare que me subestimen.

No me interesa a quien deba enfrentar.

Continuará.

            
            

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