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QUEDATE ESTA VEZ

Ali. Cardinali
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Capítulo 1 Capitulo 1: Quédate está vez

En Ezeiza.

Esta es otra de tantas madrugadas, donde el frío me cala los huesos.

Por una pequeña ventana con reja, puedo ver que está a punto de amanecer.

Hoy es mi última noche de casi, siete años, tres meses, veinte horas con veinticuatro minutos.

Pensé que este día, jamás llegaría

Me encuentro, sentada en mi camastro de una cárcel de mujeres.

Un lugar sombrío y lúgubre donde encontré las fuerzas, que necesitaré.

Para enfrentar una sociedad hipócrita

Sí, me condenaron por matar, a mi esposo.

Un hombre, que jamás me amó.

Solo, por conveniencia, se casó conmigo.

El tenía un apellido, de alcurnia en la gran sociedad.

Dilapidó la fortuna de su familia, en juergas, mujeres, juegos clandestinos, drogas y alcohol.

Terminó debiendo, una vela a cada, santo.

Para mí, mala suerte, mi familia, teníamos dinero. No, así un apellido ilustre.

Jamás pudieron, codearse con la alta sociedad.

Solo éramos pareas.

Si recurrían a mi padre para que los ayudara, con sus problemas económicos.

Siendo un prestamista, respetado y confiable.

El terror que el divulgará, quienes recurrían a el.

Era un detalle, que nadie quería, sacar a la luz.

Sí, ellos creen que el apellido, es todo y sin dinero, es como morir en vida.

Gracias al dinero, de mi padre, fui criada como cualquier chica de la alta sociedad.

Las mejores, escuelas, la mejor ropa, joyas y vacaciones de ensueño.

Mis supuestos amigos, me daban el lugar que mis padres añoraban tener.

Y yo fui tan incrédula, que caí en esa trampa.

Solo había una familia, que no nos jugaba.

Siendo los que siempre, nos trataban como iguales.

Su hijo, aunque era menor que yo.

Siempre, me ayudaba y estaba, para mí.

Franchesco Giacometti Praga, fue quien me hacía de chaperón, en todas las fiestas a las que era invitada.

Su madre, era la mejor amiga de mi madre.

Crecimos juntos, aunque le llevó, cinco años.

Era un niño dulce, gentil y muy ocurrente.

En su adolescencia, fue llevado a un internado militar.

Para forjar su carácter.

Mi vida concurrió, sin ningún sobresalto.

Mi padrino, padre de este era quien me protegía, ante cualquier a adversidad.

En la universidad, preferí ir a la pública.

El prestigio de la misma, daba mayores oportunidades.

Estudiaba arquitectura, me faltaban dos años de la misma.

Como sorpresa, el primer día de mi quinto año de la carrera.

Mientras estaba en la cafetería, de el subsuelo de la universidad.

Alguien con mucha osadía, mientras corregía mis apunte.

Tapo mis ojo, preguntándome, - ¿quien soy?

Esa voz, la reconocería donde fuera.

Mi corazón, saltaba de alegría.

Al nombrar su nombre, me giro hacia el.

Encontrándonos frente a frente.

Me abrazo, con tanta dulzura. Su aroma, me dejo sin respiración.

Se había trasformado, en todo un hombre.

Mientras me hablaba, mi mente volaba.

Solo logre escuchar, que estudiaría arquitectura.

Días y meses fueron pasando.

Buscando pretextos, me buscaba dentro de la universidad.

Muy pronto, empezó a concurrir a mi casa, aludiendo que no entendía algún tema.

Me, siguió, haciendo de chaperón en algunas fiestas de la sociedad.

Nuestra amistad siguió creciendo.

Una noche después de una fiesta, mientras me llevaba de regreso a casa.

Era, una hermosa noche, estrellada y silenciosa.

Paró su auto, aún costado del camino, sacando de la guantera una cajita.

Dentro de ella, unas hermosas cadenas, donde había un dije en forma de corazón.

La cual parte, pidiéndome fuera su novia.

Mi corazón latía a mil, la sorpresa me paralizo.

Me tapé la boca, él con sus manos toma las mías, mirándome con dulzura.

Solo, atiné a sentir a tal petición.

Mi garganta, no me respondía por la emoción, solo logré decir un débil, si aceptó.

Con delicadeza, me colocó el medio corazón. Y el otro medio, me lo puso en mis manos.

Dándome un cálido beso, en mis labios, ese fue mi primer beso.

Debo admitir, que me sentía torpe.

Con torpeza logré, poner le, la medalla en su cuello.

Unidos, se podía leer TU / YO.

Fue muy bonito, cada momento que vivimos juntos.

Compartimos, cada día, con un amor puro.

Dos hermosos años, donde creí que el amor era para mí.

Cómo buen caballero, jamás me propuso nada indecente.

Respetando, mi decisión de llegar pura al matrimonio.

Fuimos novios, hasta que en una cena, con los padres de Franchesco.

Mi padre anuncia que, me había comprometido con, Giovanni Cárdenas de León.

Fue un gran balde, de agua helada para los dos.

Obviamente, cuando me enteré, me negué.

No, estaba dispuesta a ser una moneda de cambió.

Y mucho, menos estaba dispuesta a dejar a Franchesco.

Mi pobre madre, después de que me calme.

Con artimañas de mi padre.

Me explicó que, por un mal negocio, se vio obligado a ofrecer mi mano o quedaríamos en la calle.

Si hubiera sabido, lo que hoy se. Prefería ser una mendiga.

Desde, ese momento, jamás lo volví a ver.

Nunca entendí, por qué desapareció de mi vida.

Resignada, me entregué a mi destino.

Cuándo, llegó mi graduación, mi padre había organizado una boda.

Dónde, fue muy íntima.

Solo, me pidieron firmar, el acta de matrimonio y unos papeles.

Donde, según ellos, me convertía en su esposa.

De la desesperación, no leí lo que contenía.

Enterándome en el juicio, donde me sentenciaron a veinte años, por haberlo matado.

Que lo que en realidad firme.

Fue mi sentencia de vida.

En él contrato, figuraba que mi padre levantaría la empresa que Giovanni, que había destruido.

Otorgándole acciones.

Constando que yo era de su propiedad, ( ni que fuera un objeto).

Una clausula donde todo quedaba sin efecto.

Si el pedía el divorcio, todo pasaría a las manos de mi familia.

Mi padre, quería asegurarse, que el apellido de él, abriera puertas que le eran vedadas.

No midiendo, las consecuencias, a las que me estaba arrastrando.

Él, en nuestra noche de bodas, me advirtió, que solo sería un adorno, ante todos.

Me llevaba diez años.

Debo admitir que, aun a su edad, se mantenía en forma y era bien parecido.

Ingenuamente, pensé que con el tiempo, él me daría mi lugar.

Lo único que recibí, fue maltrato y vejaciones indeseables.

Cumpliendo, con cada palabra, en cada evento me mostraba como un trofeo ganado.

Y si alguien osaba, hablar conmigo esa noche, se volvía una tortura.

Tomaba a tal punto, que se volvía un monstruo, donde perdía el control, abusando de mí.

Así pasé, los varios, años de mi vida de casada.

Después de un accidente, que tuvo durante dos años, su comportamiento cambió.

Convirtiéndose en un hombre, amable, cariñoso y atento.

Muy incrédulamente, pensé que había logrado que se enamorara de mí.

Teniendo, mis treinta y cinco años y diez años de casada, le supliqué que fuéramos padres.

Él aceptó, gustoso a empezar a buscar un heredero.

Después de intentar, durante meses.

Logré quedarme embarazada.

Mi vida, al fin, estaba completa.

Cuatro meses después, una tarde entró a la casa.

Había, ido con mi suegra, a comprar cosas para la habitación de mi bebé.

La felicidad, me embargaba.

Él, jamás permitía, que saliera sin que alguien me acompañara.

Aludiendo, que al ser quienes éramos, habría personas que podrían, querer hacernos daño.

Mis padres, me decían, que todo lo hacía, por mi bien.

Incrédulamente, me dejé convencer.

Aunque algo dentro mío, me alertaba que fuera desconfiada.

Mientras, nos acomodábamos, en el gran sillón de la sala.

El chófer, junto al guardaespaldas, de mi suegra, entraba todo lo que habíamos comprado.

Quería, esperar a Gio, para que decoráramos la habitación.

De nuestro bebé.

Mientras, el ama de llaves, Carlota, nos prepararía, un té con masas.

Decido, ir a mi habitación.

A ponerme, algo más cómodo y refrescarme.

A medida, que iba subiendo las escaleras, me parecía extraño, escuchar ruidos.

Le resté importancia, sería una de las mucamas, haciendo el aseo.

Seguí, mi caminó y al llegar a la puerta de nuestra habitación.

Los sonidos impregnan mis oídos con gemidos descontrolados.

Al abrir la puerta, veo a Gio, encima de una de las mucamas, pidiéndole que, por favor, no la lastime.

Sus gritos desgarraron mi corazón.

Él la golpeaba, brutalmente.

Tomé, de la cómoda, lo primero que encontré, pegándole con todas mis fuerzas, para detener esa atrocidad.

La pobre chica salió corriendo, dejándome con él.

Cuando logró levantarse, arremetió contra mí.

Dándome piñas y patadas, mandándome al hospital.

Y con ello, la vida de nuestro hijo.

            
            

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