Miedo al amor.
img img Miedo al amor. img Capítulo 4 Mi mejor cliente
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Capítulo 6 Ocho img
Capítulo 7 Giros del destino img
Capítulo 8 Mi historia con Rafael img
Capítulo 9 Noche de locuras img
Capítulo 10 Taj Mahal img
Capítulo 11 El poder es mío img
Capítulo 12 Un vago recuerdo del pasado img
Capítulo 13 Test de citas img
Capítulo 14 Una confesión inesperada img
Capítulo 15 Moviendo las piezas img
Capítulo 16 Emporio D'Amaro img
Capítulo 17 Triste final img
Capítulo 18 Un buen postre img
Capítulo 19 Encuentro ardiente 🔥 img
Capítulo 20 ¡Jaque mate! img
Capítulo 21 La esposa del jefe img
Capítulo 22 ¡Ella sigue muerta para mí! img
Capítulo 23 Flash back img
Capítulo 24 Sanatorio mental img
Capítulo 25 La historia de Luciano img
Capítulo 26 La venganza img
Capítulo 27 Ella y su otra ella img
Capítulo 28 Un sentimiento recíproco img
Capítulo 29 La primera cita de amor img
Capítulo 30 La Peonía img
Capítulo 31 Entre dos aguas img
Capítulo 32 Una confesión inesperada img
Capítulo 33 La primavera dentro de mí img
Capítulo 34 Viaje al futuro img
Capítulo 35 Ella es mi hermana... img
Capítulo 36 Un exquisito segundo plato 😋 img
Capítulo 37 La salida de Isabella y Diana img
Capítulo 38 Una sospecha confirmada img
Capítulo 39 Un enemigo de cuidado img
Capítulo 40 La confrontación img
Capítulo 41 Sufriendo en silencio img
Capítulo 42 El dolor de volver a confiar img
Capítulo 43 Un sabio consejo img
Capítulo 44 Un secreto a voces img
Capítulo 45 Una segunda oportunidad img
Capítulo 46 ¡Él la ama! img
Capítulo 47 El pacto img
Capítulo 48 El reencuentro img
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Capítulo 4 Mi mejor cliente

Han transcurrido tres días desde la muerte de mi padre. Aún despierto pensando que se trata de una pesadilla. Quisiera que fuese verdad y que al despertar voy a tener un mensaje o una llamada suya.

–Papà cuanto te extraño.

Me levanto. Voy hasta el baño. Me cepillo. Puedo ver mis ojeras, son grandes y oscuras. No dormir bien y llorar tanto, no son recomendables para mantenerte bella.

Me arreglo el cabello, tomo mi estuche de maquillaje, intento cubrir lo más que pueda mis ojeras. Busco mi mejor vestido. Coloco el único perfume que he usado desde siempre. 212 de Carolina Herrera. Es especial para mí, lo sabes papá.

Aunque me sienta triste, aún así, debo ir a la empresa. Bien, reza en el contrato de todos mis empleados, que son tres días de duelo por pariente en primer orden. Si quiero que ellos cumplan, yo debo ser el ejemplo.

Bajo en el ascensor. Herminia me recibe con una taza de té verde. Ella sabe que no tomo café desde hace diez años para acá. Lo tomo lentamente. Pienso en que ayer no la traté como debía. Decido disculparme:

–Lamento las cosas que te dije ayer.

–No se preocupe mi señora. Sé por lo que está pasando. También perdí a mi padre.

–Dile a Tarcisio que ya estoy lista. Que prepare el Mercedes Benz.

Termino de beber mi té. Lo dejo sobre la mesa. La otra sirvienta está preparando el desayuno.

–Camelia necesito que luego subas a mi habitación y limpies bien. Cambia el juego de sábanas, cambia hasta las cortinas.

–Señora ayer temprano cambié el juego de lencería.

–Creo que no me oíste bien. Dije que quiero que cambies absolutamente todo.

–Sí señora, así lo haré.

Camino hasta la entrada Tarcisio me espera como siempre. Es como un segundo padre para mí, aunque no es tan viejo. Debe tener algunos sesenta años.

Subo al auto, él cierra la puerta. Conduce hasta la empresa. Estaciona el auto. Bajo con toda la elegancia que me caracteriza. Nadie puede ver que soy débil.

–Buen día para todos– digo mientras prosigo hasta mi oficina.

Marina camina tras de mí, siento sus pasos.

Abro la puerta. Entro y cierro la puerta. Respiro profundo mientras una lágrimas se asoma en mis ojos. Tomó un pañuelo de mi cartera. Me limpio. Suena la puerta.

–Adelante Marina.

–Buen día señora. Acá le traigo la lista de los invitados que ya confirmaron. El estilista la espera a las dos de la tarde para ajustar el vestido que usará esta noche. La cita en el Atelier de belleza está pautado para las cuatro de la tarde.

–Buen trabajo Marina. Luego hablaré con Gianella para que se encargue de darte un aumento de sueldo. Puedes retirarte.

–Gracias jefa, siempre para servirle y apoyarle en lo que pueda– responde emocionada.

–Sí, sí, retírate por favor. Ah, ¿Marcos no ha llegado?

–Debe estar en su oficina. ¿Se lo llamo?

–No, no es necesario. Puedes irte.

Las horas transcurren rápido. Hojeo nuevamente mi discurso. No puedo concentrarme. Esa es la verdad. Padre deberías estar conmigo hoy, celebrando otro de mis triunfos. Cuanto necesito de tu abrazo.

Tomo mi móvil, busco en mis contactos. Marco el número de Fabio. Repica algunas veces, no atiende:

–Atiende carajos.

En ese momento escucho su voz, siempre varonil y sensual.

–Hola, ¿como estás?

–Excelente, esperando la celebración de esta noche, en honor a nuestra alianza.

–¿Podemos vernos antes? ¿Puedo pasar por ti y almorzamos?

–Perfecto. Te espero entonces.

Finalizo la llamada, dejo mi celular sobre el escritorio. Tomo el teléfono de la empresa y enciendo el alta voz:

–Marina, avisa a Tarcisio que puede ir a almorzar. Yo saldré a mediodía. No regresaré a la oficina. Te encargo de que cierres cuando terminen de limpiarla.

Tomo mi cartera, retoco mi maquillaje. Arreglo mi cabello. Salgo hasta la entrada. Afuera ya está Fabio en su Aston Marti deportivo.

Se baja para abrirne la puerta, subo a su auto.

–Bella, siempre bella Diana.

–Gracias querido.

–¿Dónde quieres almorzar?

–No sé, ¡sorpréndeme!

–Haré lo posible– responde mientras toma mi mano y la besa galantemente.

Llegamos al restaurante asiático. La joven se acerca:

–Bienvenidos, yo soy Camila, voy a acompañarlos esta tarde.

–Gracias Camila. ¿Podrías traernos la carta y un par de Gintoni?– dijo él.

Si algo no puedo negar, es el excelente gusto de Fabio. Es un hombre de mundo. De esos que desearías haber encontrado cuando joven e iniciar una vida juntos.

–¿En qué piensas preciosa?

–Nada en especial querido, nada en especial.

La mesera se acerca con los dos Gintoni.

Él toma una copa y me la entrega. Toma la suya. La mesera coloca las cartas del menú sobre la mesa y se retira.

Él levanta su copa.

–¡A tu salud, preciosa!– dice él con entusiasmo.

–Por nuestros negocios– respondo.

Revisa la carta del menú, le pido que escoja por mí a ver si atina en sorprenderme.

Llama a la mesera.

–Dos platos de Som Tam, por favor.

Lo miró extrañada de su elección. Pues no había oído antes de este plato asiático. La verdad es que a pesar de los viajes que he hecho estos diez últimos años por todo el mundo, sigo prefiriendo la comida italiana. Pero, también he tenido que aprender a saborear las distintas culturas culinarias de algunos países. Eso me permite crear una memoria gastronómica de esos lugares tan exóticos que he visitado.

La chica se acerca con la bandeja. Es un plato de mucho colorido y un aroma exquisito. Tomo mi cubierto para experimentar los sabores de aquella exótica comida.

–Mmmmm, es una exquisitez, mezcla lo dulce, con un toque de ácido y ese sabor apimentado que me fascina. Atinaste querido Fabio.

–Me alegra que te guste. Es un plato de origen tailandés, viene acompañado de granos, pero no quise pedirlos, porque necesitamos energía pero a la vez, sentirnos livianos– dice con cierta picardía.

Sé a lo que se refiere. Le gusta complacerme y a mi también hacerlo volar.

Terminamos de almorzar. Verifico la hora. Aún tengo una hora para ir al estilista. Subimos a su auto. En pocos minutos ya estamos frente al hotel.

Al entrar lo reciben con mucha distinción. Pide la Sweet Presidencial. Subimos en el elevador. Llegamos al piso 27. Entramos a la lujosa habitación. Me mira sonriendo. Yo me siento en la cama, saco mis tacones. El baja el cierre y me ayuda a quitármelo.

Me recuesto en la cama. Lo veo desvestirse. Es un hombre con un cuerpo atlético y bien definido. Se coloca frente a mí, se sube como un garito perverso. Comienza besando mis rodillas y va subiendo hasta mis muslos. Abre mis piernas y se interna entre ellas. Siento sus labios y lengua hurgando entre mis pliegues. Me estremece sentirlo. Me excita lo bien que sabe hacerlo. Saca de su maletín un par de esposas, me las coloca en cada mano y la pone en el espaldar de la cama.

Me gusta sentir que me dominen a veces, no siempre. Pues el control siempre será mío.

            
            

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