/0/16810/coverbig.jpg?v=55487d17ba9a9aa67e3e46bcf954c895)
Ambos llegaron al aeropuerto, notando un eco de voces y maletas rodando sobre el suelo de mármol pulido. Isabella había llegado con una mezcla de nerviosismo y determinación. Tras dejar atrás su antiguo hogar, las calles que alguna vez le resultaron familiares ahora parecían distantes. La tensión en su pecho había comenzado a disiparse al acercarse al mostrador de facturación, donde se deshizo de su equipaje como si también estuviera liberando parte de su pasado.
Miró hacia las pantallas que anunciaban las salidas y, entre la multitud, sintió que su decisión de embarcarse en este viaje representaba más que un simple cambio de escenario; era su oportunidad de redescubrirse. Mientras tanto, Joseph, con una actitud de tranquilidad calculada, había llegado con la misma determinación, pero por razones muy diferentes.
Su limusina se detuvo frente a la entrada del aeropuerto, y mientras bajaba, ajustó su corbata con la precisión de siempre. Sin embargo, al cruzar el umbral, la sensación de que la vida que había dejado atrás lo seguía acechando lo llenó de una inquietud desconocida
. Mientras ambos se dirigían hacia sus respectivos destinos, el aire pesado de expectativas y sueños no cumplidos los rodeaba, un recordatorio de que el viaje que estaban a punto de emprender cambiaría el curso de sus vidas para siempre.
Isabella se acomodó en su asiento, dejando caer el bolso de mano en su regazo. Había pasado las últimas semanas pensando en este viaje, y ahora que estaba sentada en el vuelo, a bordo de un avión de Luxe Air, una aerolínea exclusiva conocida por su servicio impecable y asientos amplios, sentía una extraña mezcla de alivio y nerviosismo.
El suave ronroneo de los motores y la voz calmada de la azafata anunciando las instrucciones de seguridad en varios idiomas proporcionaban un telón de fondo que la ayudaba a perderse en sus pensamientos.
A unos asientos de distancia, Joseph reclinaba la cabeza contra el respaldo de su asiento de primera clase, cerrando los ojos por un momento, intentando encontrar algo de paz en medio de todo lo que ocurría dentro de él. Luxe Air, era una de las pocas aerolíneas en las que confiaba para sus viajes; su privacidad y discreción eran esenciales para alguien como él, alguien acostumbrado a controlar cada aspecto de su vida.
Y ahora, sin ningún control ni agenda, se sentía desorientado, pero no lo mostraría, ni siquiera a los desconocidos que lo rodeaban.
Ambos compartían el mismo vuelo, pero no lo sabían. Isabella estaba absorta mirando por la ventana. Desde las alturas, el mundo parecía distante, pequeño. Las nubes se amontonaban en el horizonte, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que estaba dejando atrás todo lo que la oprimía. Lucas, la traición, el dolor... Todo eso parecía empequeñecer con cada milla que la alejaba de su vida anterior. "Esto es solo el principio," pensó, apretando ligeramente los dedos sobre el reposabrazos.
Joseph, por su parte, observaba a través de la pantalla en el asiento frente a él. No prestaba atención a la película que había seleccionado; era más una excusa para no enfrentar el vacío que sentía dentro. El asiento era cómodo, el servicio impecable, pero había algo que lo inquietaba profundamente.
"¿Cuándo fue la última vez que me sentí realmente libre?" Se hizo esa pregunta una y otra vez mientras el avión cruzaba el océano, pero la respuesta seguía escapándosele.
Las expectativas de su familia, el negocio, las responsabilidades... ¿Acaso alguna vez había elegido algo por sí mismo?
Isabella cambió de posición en su asiento, mirando de reojo a los pasajeros que la rodeaban. Había algo extraño en volar, pensó. En este espacio reducido, lleno de desconocidos, todos en tránsito hacia diferentes destinos, se podía experimentar una sensación de anonimato, de desaparición.
Nadie en ese avión la conocía. Nadie sabía lo que había pasado con Lucas, ni de las noches sin dormir, repasando conversaciones que ahora parecían tan distantes. Por primera vez en mucho tiempo, no tenía que ser la Isabella fuerte y decidida que todos esperaban. Aquí, era solo una mujer más, buscando algo.
Mientras el servicio de cena avanzaba, Joseph aceptó el vaso de güisqui que le ofrecieron, agradecido por el calor del alcohol en su garganta. Miró a su alrededor brevemente, notando los rostros anónimos a su alrededor, pero sin detenerse en ninguno. Las luces suaves del avión creaban una atmósfera tranquila, pero eso no era suficiente para apaciguar la tormenta dentro de él.
Sentía que su vida estaba en pausa, como si, en ese avión, estuviera entre lo que había sido y lo que aún no podía definir. "¿Qué encontraré al llegar?" Esa pregunta seguía martillando en su mente. Su viaje no era solo físico; era una búsqueda de algo intangible, algo que aún no podía nombrar.
Isabella también había pedido una copa de vino tinto. El líquido oscuro en su vaso le parecía un refugio temporal. Mientras bebía, sintió que cada sorbo la alejaba más del pasado, como si el vino lavara la amargura que llevaba dentro. Miró la película en la pequeña pantalla frente a ella, pero su atención estaba en otro lugar.
Sus pensamientos se dirigían inevitablemente hacia el futuro. "¿Quién soy ahora?" Esa era la verdadera pregunta. ¿Era la mujer traicionada, o la mujer que se levantaba después del dolor? No lo sabía con certeza, pero este viaje, este tiempo sola, era su oportunidad para descubrirlo.
El avión atravesaba una zona de turbulencia leve, pero ninguno de los dos lo notó. Ambos estaban sumidos en sus propias reflexiones. Joseph pensaba en su padre, en las expectativas inquebrantables que siempre habían pesado sobre él. El negocio, los tratos, las reuniones interminables.
Todo había sido cuidadosamente planificado para asegurarse de que nunca fallara, de que nunca flaqueara. Pero en este momento, a miles de pies de altura, se dio cuenta de que no sabía quién era fuera de esa máquina que había creado para sí mismo.
Al otro lado del avión, Isabella también lidiaba con sus propias cadenas invisibles. Durante tanto tiempo había permitido que las opiniones de los demás moldearan su vida, que el miedo a estar sola la mantuviera en relaciones que no la llenaban. Ahora, por primera vez, estaba rompiendo esas cadenas, o al menos intentándolo.
Pero no sabía si estaba lista para lo que venía después. "¿Y si no me gusta lo que encuentro?" Esa era la duda que la mantenía despierta mientras el avión continuaba su viaje a través del océano.
Las horas pasaban lentamente, y el avión avanzaba, cruzando continentes y mares, llevando a Isabella y Joseph hacia el mismo destino. Dos personas que, aunque no se conocían, compartían más de lo que podían imaginar.
Sus caminos, aunque diferentes, estaban destinados a cruzarse en ese hotel donde ambos buscaban algo: una cura, una respuesta, un descanso.
Cuando las luces de "abrocharse los cinturones" se encendieron y el capitán anunció el inicio del descenso, Isabella sintió una mezcla de alivio y temor. Estaba llegando a su destino, pero no sabía lo que encontraría allí. Joseph, por otro lado, se enderezó en su asiento, sintiendo que el viaje, más que un escape, era una especie de renacimiento, aunque aún no sabía en qué se convertiría.
El avión aterrizó suavemente, y mientras los pasajeros comenzaban a levantarse para recoger sus maletas, Joseph e Isabella se mantuvieron en sus asientos, tomándose un último momento antes de enfrentar lo que venía. Caminando por el mismo pasillo, respirando el mismo aire, pero sin saber que el destino ya los había entrelazado, cada uno salió del avión hacia un mundo que estaba a punto de cambiar.