Capítulo 5 Encuentro entre dos mundos

El primer encuentro con Matías Renier

Los pasillos de Renier Corp eran un entramado laberíntico donde los ecos de pasos apurados, el sonido metálico de puertas automáticas y el murmullo constante de conversaciones formales creaban una atmósfera propia. Para Inés, cada día era una exploración silenciosa en ese universo desconocido, y cada nuevo rostro era una incógnita que debía aprender a descifrar.

Sin embargo, había uno que destacaba por encima de todos, no solo por el respeto que generaba, sino por la curiosidad que despertaba en ella. Matías Renier.

Ella había oído hablar de él desde que comenzó a investigar el imperio. El heredero, el joven empresario llamado a continuar la dinastía, un hombre que, aunque aún joven, ya tenía un lugar firme en el consejo directivo. Pero todo eso eran palabras, datos fríos en un informe o titulares de prensa.

El día que lo vio por primera vez no lo reconoció al instante. Fue una tarde en el departamento de estrategia, cuando una llamada inesperada alertó al equipo de una reunión urgente en uno de los pisos superiores.

Elisa Montalvo, su jefa, apareció en la oficina y anunció:

-El señor Renier vendrá a revisar personalmente el avance del proyecto. Quiero a todos listos en la sala de juntas a las 4 p.m. No hay lugar para errores.

Inés sintió cómo el corazón le aceleraba. "El señor Renier". El nombre que había repetido mil veces en su mente ahora tenía una voz, una presencia tangible.

A las cuatro en punto, la sala de juntas, un espacio amplio con paredes de vidrio que dominaba toda la ciudad desde aquel piso 22, se llenó de ejecutivos y asistentes. Inés tomó asiento en un rincón, con la carpeta lista y la mente alerta.

Unos minutos después, las puertas se abrieron y apareció él.

Matías Renier entró con paso firme, vestido con un traje oscuro a medida, una corbata que combinaba con sus ojos verdes y una expresión que mezclaba autoridad con algo indefinible, quizás una pizca de cansancio.

Sus ojos recorrieron la sala con una rapidez que parecía absorber cada detalle, cada rostro. Al llegar a Inés, por un instante, sus miradas se cruzaron. Fue breve, apenas una fracción de segundo, pero para Inés fue como un relámpago.

Había algo en él que no encajaba con la imagen imponente que había construido en su mente. Su expresión no era solo la de un hombre que controla un imperio, sino la de alguien que lleva un peso invisible, una lucha interna.

Durante la reunión, Matías habló con claridad y decisión. Explicó sus expectativas, hizo preguntas incisivas y escuchó atentamente los reportes. Inés, desde su posición, tomó nota de cada palabra, cada gesto, cada pausa.

Al finalizar la reunión, mientras los ejecutivos se dispersaban para atender sus tareas, Matías se acercó al grupo de asistentes.

-Quiero que los proyectos se entreguen antes de la fecha acordada -dijo con voz firme-. No podemos permitirnos retrasos.

Cuando su mirada se posó nuevamente en Inés, esta sintió que el tiempo se detenía.

-Señorita Morales -dijo, con una leve sonrisa-, he escuchado buenos comentarios sobre su desempeño. Espero que siga así.

Inés respondió con una leve inclinación de cabeza, sin dejar que su voz temblara.

-Gracias, señor Renier. No le defraudaré.

Aquel breve intercambio dejó una sensación extraña en ella. No era solo admiración ni miedo; era algo más profundo y complicado.

Mientras Matías se alejaba, Inés pensaba en la ironía del destino: la sangre que los unía era invisible para él, pero ella sentía cada latido como un tambor de guerra.

Esa noche, al salir del edificio, Inés se permitió un momento para respirar profundamente y mirar el horizonte iluminado por las luces de la ciudad. Sabía que ese encuentro era solo el comienzo de una relación que cambiaría su vida, aunque aún no entendía de qué manera.

-Estoy aquí para ganar -murmuró para sí misma-. Para cobrar lo que nos robaron. Pero también sé que en este juego, no todo es blanco o negro.