Capítulo 4 Cita desafortunada

¿Matthews? La mente de Dayna corría, juntando piezas: esto no podía ser obra de Jon, ya que él siempre se mantenía al margen de sus asuntos familiares. Recordando las insinuaciones de Rhonda, sus pensamientos se dirigieron bruscamente hacia Helena.

Justo cuando llegó a esta conclusión, su celular comenzó a sonar. Al mirar hacia abajo, la pantalla confirmaba sus sospechas: Helena Matthews.

"¿Dónde está mi madre?". El tono de Dayna era frío y lleno de acusaciones.

"Querida, la he trasladado a un hospital más adecuada. El hospital público simplemente no estaba a la altura para su recuperación". La voz de Helena goteaba con preocupación fingida, como si estuviera realizando un acto caritativo en lugar de tener a la madre de Dayna como rehén.

"¿Y crees que no involucraré a la policía?". La voz de la joven se endureció.

"Tu madre consintió y firmó los documentos necesarios. Solo estoy ayudándola", respondió Helena con suavidad, sin sentirse amenazada por la perspectiva de acciones legales.

¡Maldita sea!

Dayna apretó los dientes con frustración. Discutir con Helena era inútil; siempre envolvía sus maquinaciones en benevolencia.

"¿Qué quieres de mí entonces?".

"Sabes lo que quiero".

"Presentaré mi renuncia," prometió la chica.

El tono de Helena era directo. "Eso no es suficiente. Quiero que Jon pierda todo deseo por ti, que te desprecie tan profundamente que no pueda soportar ni verte".

"¿Entonces te sientes tan amenazada por mí?". Desafió Dayna, aunque sabía bien que los afectos de Jon estaban fuera de su alcance.

Helena ignoró sus palabras y respondió: "Hay alguien que quiero que conozcas esta noche. Vístete bien. Te enviaré los detalles por mensaje".

Dayna permaneció en silencio mientras la mujer continuaba: "Confía en mí, estoy muy consciente de tu situación. Esto será lo último que hagas por mí. No te preocupes por los gastos de tu madre en el futuro; yo me encargaré".

La línea se cortó antes de que Dayna pudiera protestar.

Se sentía atrapada, su rabia hervía mientras esperaba el inevitable mensaje con la dirección. Con resignación en su corazón, ella contuvo el impulso de lanzar su celular contra la pared.

Mientras las sombras de la tarde se alargaban, Dayna salió en silencio. Caroline estaba profundamente inmersa en su trabajo, ajena al plan de su amiga. Esta última decidió no mencionar la reunión que Helena había orquestado, ya que parecía demasiado arriesgado.

En la soledad de su habitación, Dayna se maquilló con cuidado, transformando su rostro capa por capa. Mientras se transformaba, su celular vibró y en la pantalla apareció el nombre de Jon. Dudó, pero luego decidió no contestar.

Helena quería desesperadamente que Dayna saliera de la vida de su hijo. Dayna estaba segura de que Helena le revelaría su ubicación a Jon esa misma noche, definiendo así el camino que tomaría. Este era un sacrificio que ella se sentía obligada a hacer por el bienestar de su madre.

Vestida mucho más elegantemente que su habitual atuendo discreto, la impresionante apariencia de la chica llamó la atención mientras entraba al lugar.

"¿Debe ser la señorita Allen?". El hombre que la esperaba parecía sorprendido por su elegancia. Quedó claro que estaba emocionado, sintiéndose afortunado de estar con alguien de apariencia tan impactante.

Dayna hizo un pequeño y educado gesto de asentimiento, lo que solo pareció aumentar su entusiasmo.

"Todo te fue explicado, ¿correcto? Esta noche, solo asegúrate de mi satisfacción, y verás que vale la pena", declaró, su actitud invasiva dejaba claras sus intenciones.

"No hay necesidad de apresurarse". Dayna esquivó los avances del hombre.

"La noche avanza, y quiero saborear cada momento".

"Adelante. Estaré ahí mismo", sugirió con voz suave y cautivadora.

"Entremos juntos", insistió el hombre, sin aceptar un no por respuesta. Su agarre fue firme, tirando de ella con una fuerza inesperada que sorprendió a Dayna.

Una vez dentro de la habitación, el hombre no perdió tiempo en comenzar a desvestirse.

Aprovechando el momento, Dayna se excusó para ir al baño, cerrando rápidamente la puerta detrás de ella. "Voy a arreglarme un poco", dijo por encima del sonido del agua corriendo.

Desde afuera, la voz del hombre llevaba un tono de diversión. "No hay necesidad de ser tímida, cariño. Te prometo que disfrutarás esta noche", dijo con una sonrisa lasciva.

"No tardaré mucho". En el baño, los dedos de Dayna temblaban mientras enviaba un mensaje al investigador privado que había contratado para localizar a su madre. Sus contactos en el Grupo Matthews le resultaban útiles, pero penetrar la estricta seguridad de la familia Matthews era otra cosa.

Su celular vibró con un mensaje entrante de un número desconocido que decía: "Compórtate, señorita Allen".

El corazón de Dayna se hundió; parecía que los ojos de Helena estaban en todas partes.

La impaciencia del hombre se filtraba a través de la puerta, su tono bordeando la molestia. Dayna sabía que no podía retrasarse más sin arriesgar la salud de su madre. Perder incluso una sola dosis de su medicación podría tener graves consecuencias, una amenaza que Helena manejaba con escalofriante indiferencia.

Consciente de la sombría realidad que la esperaba afuera, Dayna sabía que no le quedaba otra opción que enfrentarlo de frente. Con una respiración profunda, humedeció rápidamente su cabello y se puso una bata, moviéndose de manera automática. En su bolso, sus dedos encontraron el pequeño cuchillo que había guardado: su último recurso para intentar escapar de aquella situación.

El plan era drástico pero necesario. Si se veía obligada a defenderse, aquel encuentro podría interpretarse erróneamente como una disputa comercial entre una acompañante y su cliente, un escenario que había previsto con detenimiento. Un evento así sin duda la mancharía ante los ojos de Jon, asegurando que nunca la aceptaría de nuevo. Además, resultaría en su despido del Grupo Matthews, pues evitarían contratar a alguien con antecedentes penales.

Pero en ese momento crucial, incluso la idea de ir a prisión le parecía irrelevante. Los ahorros que había reunido meticulosamente a lo largo de los años serían suficientes para cubrir los gastos médicos de su madre. Fortalecida por este pensamiento, Dayna abrió la puerta del baño.