Isabella hizo sus maletas esa misma tarde.
Se mudó a la casa principal de la finca.
La casa que Alejandro había mencionado que quería renovar, pero que ella siempre había despreciado.
Estaba polvorienta, descuidada.
Pero era un comienzo.
Quería prepararle la cena. Un gesto.
Nunca había cocinado en su vida.
Buscó recetas en internet. Algo sencillo. Pollo al horno con verduras.
La cocina era enorme, profesional. intimidante.
Se arremangó.
Harina en su rostro. Verduras cortadas de forma irregular.
El pollo se quemó un poco por fuera y quedó crudo por dentro.
Un desastre.
Pero lo intentó.
Esperó a Alejandro.
Las horas pasaban.
No llegaba.
Llamó a su oficina. "El señor Vargas salió hace horas."
Llamó a su móvil. Buzón de voz.
La ansiedad crecía.
¿Dónde estaba?
Recordó la noche de la fiesta. "El Espejismo".
¿Habría ido allí?
No, él no era así. O al menos, el Alejandro que ella recordaba de su diario no lo era.
Sintió un dolor agudo en la mano.
Se había cortado con el cuchillo mientras preparaba las verduras.
No se había dado cuenta hasta ahora.
La sangre goteaba en el suelo de mármol.
Limpió la herida, la vendó torpemente.
El pollo quemado seguía en el horno.
La casa estaba en silencio.
Demasiado silencio.
Oyó un coche acercándose.
Corrió a la ventana.
El coche de Alejandro.
Pero no venía solo.
Una mujer bajó del asiento del copiloto.
Alta, esbelta. Cabello oscuro, como el de ella.
Se parecía a ella. Demasiado.
Isabella sintió un escalofrío.
Alejandro abrió la puerta principal.
La mujer entró con él.
"Isabella", dijo Alejandro, su voz neutra. "Ella es Sofía Reyes. Se quedará aquí."
Sofía. La bailarina de "El Espejismo".
La mujer que, en su vida anterior, Alejandro había usado para... ¿para qué?
Isabella no lo recordaba bien. Solo una vaga sensación de celos y dolor.
"¿Aquí? ¿En nuestra casa?" preguntó Isabella, tratando de mantener la calma.
"Sí", dijo Alejandro. Su mirada era un desafío.
"¿Quién es ella?", la voz de Isabella era tensa.
"Una amiga", respondió Alejandro. "Necesita un lugar donde quedarse."
"Hay hoteles. O un apartamento", replicó Isabella. No le gustaba esto.
"Se quedará aquí", repitió Alejandro, su tono final. "O me iré yo con ella."
Un ultimátum.
Isabella lo miró. Vio la determinación en sus ojos.
Si él se iba, ¿cómo podría enmendar las cosas?
Respiró hondo.
"Está bien", dijo, su voz apenas audible. "Puede quedarse."
Alejandro pareció sorprendido por su rápida aceptación.
Sofía sonrió, una sonrisa que no llegó a sus ojos.
Isabella sintió que acababa de cometer un grave error.
O quizás, acababa de entrar en una nueva prueba.