La Farsa de un Amor Perfecto
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Capítulo 2

Isa viajó a Cali. En secreto.

Necesitaba interrumpir su embarazo. Lejos de Bogotá, lejos de la influencia de los Velarde.

Valeria la acompañó, su apoyo silencioso era un bálsamo.

El procedimiento fue rápido, frío, desolador.

Mientras se recuperaba, aturdida, su celular vibró. Un nuevo mensaje de Carolina.

Un video. Mateo y Carolina, en la intimidad. Risas, caricias, palabras que Mateo una vez le dijo a ella.

Isa lo vio, sintiendo cómo cada imagen, cada sonido, le arrancaba un pedazo del alma. El dolor era físico, insoportable.

Apretó el teléfono, las lágrimas corrían por sus mejillas. Era un masoquismo vergonzoso, pero necesitaba ver la crudeza de la traición.

A pesar del dolor, o quizás por él, Isa hizo una última llamada.

Marcó el número de Mateo.

"¿Mateo?"

"Isa, mi amor, ¿qué pasa?" Su voz sonaba tensa, distante. Se oía música de fondo, risas de niños. Estaba con Carolina.

"¿Puedes volver a casa? Te necesito." Era una súplica, la última oportunidad que le ofrecía.

"Ahora no puedo, Isa. Tengo una junta directiva urgente, importantísima. Te llamo luego."

Colgó.

Isa cerró los ojos. Esa era la respuesta. La confirmación final.

Valeria entró en la habitación del hotel.

"Todo está listo, Isa," dijo suavemente. "El avión, el piloto, la ruta. Todo."

Isa asintió, sintiendo un alivio amargo mezclado con una tristeza profunda. Estaba sola.

Mateo regresó a casa esa noche, eufórico, ajeno a la tormenta en el alma de Isa.

"¡Mi amor! ¡Tengo una sorpresa para nuestro hijo!"

Le mostró unos documentos. Había comprado una isla privada en el Caribe.

"Se llamará como él. Construiremos parques temáticos en su honor. Será nuestro paraíso."

Hablaba y hablaba de planes, de futuro, de felicidad.

Isa lo escuchaba en silencio, llorando por dentro. La ironía era cruel.

Los días siguientes, Isa se dedicó a "despedirse".

Asistió a una reunión de egresados de su universidad. Mateo insistió en acompañarla.

Quería mostrarla, su bella esposa, la futura madre de su heredero.

Los antiguos compañeros la felicitaban, elogiaban la devoción de Mateo.

Isa sonreía, distante, sintiendo la falsedad de cada palabra.

Carolina apareció en la reunión. Radiante, desafiante.

Se acercó a un grupo donde estaba Isa.

"Qué bonitas esmeraldas," dijo Carolina en voz alta, tocando el collar de una de las asistentes. "Mateo tiene tan buen gusto. Esta nueva línea de esmeraldas que lancé, financiada por mi esposo, ha sido un éxito."

La palabra "esposo" resonó en el aire. Todas las miradas se volvieron hacia Isa. La humillación era pública.

            
            

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