Sofía Vargas llevaba diez años casada con Mateo Herrera.
Hoy, descubrió que la engañaba.
Con su prima, Camila Vargas.
Mateo se negó al divorcio.
"Es solo una aventura, Sofía. Tú me descuidaste."
Sus palabras eran frías, culpabilizadoras.
Sofía se sentía destrozada, traicionada.
En su desesperación, encontró un viejo diario.
Era de Mateo, de cuando tenía diecinueve años.
Estaba lleno de promesas de amor eterno hacia ella.
Con un nudo en la garganta, Sofía escribió en él, desahogando su dolor.
"Mateo, ¿cómo pudiste hacerme esto?"
Para su asombro, una respuesta apareció mágicamente en el diario.
"¿Sofía? ¿Qué quieres decir? ¿Quién te hizo daño?"
Era la letra de un Mateo más joven, confundido.
El Mateo de diecinueve años, M19, no podía creerlo.
"¿Mi yo futuro te traicionó? Imposible. Te amo más que a nada."
Sofía sintió una extraña mezcla de esperanza e incredulidad.
Mientras tanto, Mateo, el de treinta y dos años, M32, la confrontó.
Sostenía el acuerdo de separación que ella había redactado.
"¿Qué es esta basura, Sofía?"
Su voz era dura, llena de desaprobación.
"¿De verdad crees que voy a firmar esto?"
M32 minimizó su infidelidad.
"Fue un error, ya te lo dije. Además, Camila es tu prima, casi familia."
Culpó a Sofía.
"Si hubieras sido más atenta, esto no habría pasado."
Sofía sintió una oleada de indignación.
La impotencia la ahogaba.
"¿Un error?" replicó Sofía, la voz temblorosa.
"Te acostaste con mi prima. En nuestra casa. En nuestra cama."
Enumeró sus traiciones, cada palabra un puñal.
"Me mentiste durante meses. Me humillaste."
El dolor en su voz era palpable.
M32 desestimó sus acusaciones.
"Deja de hacer un drama. Mañana tenemos la cena familiar en casa de tus tíos. Y Camila estará allí."
Su tono era autoritario.
"Más te vale comportarte."
La obligaba a enfrentar más humillación.
En la cena, sus tíos, Ricardo y Elena, la presionaron.
"Sofía, tienes que perdonar a Mateo," dijo Tío Ricardo.
"Por el bien de la familia," añadió Tía Elena.
"Y por la delicada salud de Camila. No le des disgustos."
Sofía recordó todos los sacrificios.
Renunció a una beca de arte para que Camila fuera a una escuela de modelaje.
Donó dinero para los "tratamientos" de Camila.
Siempre cediendo.
Sofía, agotada, miró a sus tíos.
"Está bien. No diré nada."
Luego, con una calma sorprendente, añadió:
"Pero después de esto, consideren que ya no tienen sobrina."
Una declaración de ruptura definitiva.
Camila, sentada junto a Mateo, fingió inocencia.
"Ay, Sofía, no digas eso. Me preocupas."
Sus ojos buscaban la simpatía de todos.
Una actuación consumada.
De vuelta en casa, la discusión con sus tíos continuó por teléfono.
"¡Eres una egoísta!" gritó Tía Elena.
"¡Cómo te atreves a tratar así a Camila!" bramó Tío Ricardo.
Luego, un golpe. Tío Ricardo, en una visita relámpago, la había abofeteado antes de irse.
"¡Pídele perdón a Camila ahora mismo!"
Sofía se negó, la mejilla ardiendo.
Sus tíos la habían maltratado físicamente.
M32 intervino superficialmente.
"Ricardo, Elena, cálmense. Sofía una vez me salvó la vida, ¿recuerdan el accidente?"
Pero rápidamente cambió de tema.
"Bueno, ya es tarde. Deberíamos descansar."
Evitaba el conflicto, como siempre.
En la cena, M32 y Camila se mostraron afecto públicamente.
Risitas, roces de manos.
Ignoraban por completo el sufrimiento de Sofía.
Ella se sentía aislada, humillada hasta la médula.
Más tarde esa noche, M32 llegó borracho a la habitación.
Sus palabras eran crueles, sin filtro.
"¿Sabes, Sofía? Ya no te deseo."
La miró con desprecio.
"Estás vieja. Descuidada. Dependes de mí para todo."
Cada palabra era un golpe directo a su autoestima.