Capítulo 3

M32 escuchó un leve murmullo del diario.

Lo recogió, frunciendo el ceño.

"¿Qué es esto? ¿Estás hablando con alguien más?"

Malinterpretó la "voz" de M19.

"¿Me estás engañando, Sofía?"

Sus celos eran absurdos, dada su propia infidelidad.

Antes de que Sofía pudiera responder, M32 arrojó el diario contra la pared.

Las páginas se desprendieron.

"¡No vas a ver a nadie más!"

Su posesividad era asfixiante.

"Hicimos votos, Sofía. ¿Lo olvidas?"

Sofía se levantó, temblando.

"¿Votos? ¿Tú hablas de votos?"

Su voz era una mezcla de ira y dolor.

"Tú los rompiste primero, Mateo. Con mi prima."

Camila, desde la puerta, gimió débilmente.

"Mateo... me duele mucho..."

Una actuación para recuperar su atención.

M32 corrió a su lado.

Antes de irse con Camila, amenazó a Sofía.

"Esto no ha terminado."

Sofía, sola y herida, recogió los restos del diario.

Con manos temblorosas, intentó repararlo, uniendo las páginas.

Necesitaba hablar con M19. Era su único consuelo.

Finalmente, logró que las páginas se mantuvieran juntas.

Escribió: "M19, ¿estás ahí?"

La respuesta de M19 fue desesperada.

"Sofía, no puedo soportar verte así. Si yo... si yo desapareciera de tu pasado, ¿serías libre?"

Proponía una solución extrema. Autolesionarse en su tiempo para cambiar el presente de Sofía.

"No, M19, no hagas locuras," escribió Sofía, horrorizada.

"Solo quiero ser libre. Quiero el divorcio."

M19 se negó a desconectarse.

"No te dejaré sola. Lucharé por ti."

Su lealtad era un doloroso recordatorio de lo que había perdido.

Esa noche, M32 regresó. Estaba furioso.

"¿Así que tienes un amante, eh?"

La acusó de nuevo, retorciendo la realidad.

La empujó contra la cama.

Intentó forzarla.

"Me perteneces, Sofía."

Ella resistió con todas sus fuerzas.

"¡No! ¡Déjame!"

Pero él era más fuerte. La dominó. La humilló.

Mientras la agredía, el diario reparado vibró en la mesita de noche.

Una nueva entrada de M19 apareció, invisible para M32.

"Sofía, ¿qué está pasando? ¡Contéstame!"

M32 ignoró el leve zumbido del diario.

Continuó su agresión.

Sofía soportó la humillación en un silencio sepulcral.

Su cuerpo temblaba, pero su espíritu se negaba a romperse por completo.

Cuando M32 finalmente se durmió, borracho y satisfecho, Sofía tomó el diario.

Una avalancha de mensajes de M19 llenaba las páginas.

"¡Sofía! ¡Por favor, dime algo!"

"¡Estoy desesperado!"

"¡Siento que algo terrible está sucediendo!"

Su angustia era palpable.

Sofía escribió, las lágrimas nublando su vista.

"M19... ¿lo escuchaste todo?"

No hubo respuesta inmediata.

Luego, una nueva entrada, frenética.

"Sofía, estoy en el viejo puente. El que dijiste que casi se derrumba un año después de nuestro accidente."

Su corazón se encogió.

"Si salto... si desaparezco... él nunca te habrá conocido. Serás libre de él."

Era una amenaza de autolesión. Un sacrificio desesperado.

"¡No, M19, no lo hagas!" escribió Sofía, el pánico apoderándose de ella.

"¡Por favor, detente!"

La respuesta de M19 fue breve, llena de un amor trágico.

"Te amo, Sofía. Siempre. Adiós."

Luego, silencio.