Pierde amor por Amnesia
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Capítulo 1

Mateo Vargas marcó el número.

Un servicio discreto, muy discreto.

"Organización de Servicios Especiales", así se anunciaban.

Necesitaba desaparecer.

Él y su hijo, Leo.

Leo tenía casi un año.

El plan era simple: un accidente en el mar.

Ahogados.

Dentro de tres días, en el cumpleaños de Leo.

Sería el final de ocho años de infierno.

Ocho años desde que Sofía Herrera perdió la memoria.

La Sofía que él amaba se esfumó.

Un torrente de recuerdos lo golpeó.

Sofía, a los quince años, radiante.

Le entregó un guardapelo de plata, una reliquia familiar.

"Prométeme que nos casaremos, Mateo."

Sus ojos brillaban.

Se hicieron tatuajes a juego: una media luna para él, una estrella para ella.

Símbolos de un amor que creían eterno.

A los dieciocho, la tragedia.

Sofía corría hacia él en su coche después de una tonta discusión.

Un accidente brutal.

Amnesia retrógrada severa.

Olvidó todo antes de los dieciséis.

Olvidó a Mateo.

En su confusión, Sofía se aferró a Ricardo Montes.

Un compañero de clase, siempre envidioso, siempre al acecho.

Ricardo se convirtió en su "novio", el amor de su vida.

Mateo intentó todo.

Fotos, cartas, lugares que habían significado algo.

Nada.

El desprecio de Sofía crecía cada día, alimentado por Ricardo.

La madre de Sofía, Doña Isabel, nunca aprobó a Mateo.

Un arquitecto de familia modesta no era suficiente para su hija.

Ricardo, con su labia y ambición, era el yerno perfecto.

La última humillación, la que rompió algo dentro de Mateo, fue hace unos meses.

Un accidente laboral.

Mateo cayó de un andamio.

En el hospital, escuchó la voz fría de Sofía al teléfono.

"Esperen a que muera para avisarme. Así Ricardo podrá ocupar su lugar sin problemas."

Esa frase resonaba en su cabeza, una y otra vez.

Ya no había amor, solo cenizas.

La televisión estaba encendida en la sala.

Sofía, deslumbrante en una gala benéfica.

Del brazo de Ricardo Montes.

El presentador elogiaba a Ricardo.

"Un hombre admirable, cuidando al hijo de una prima como si fuera suyo."

Mateo apretó los puños.

Ese niño era el hijo de Ricardo, de una aventura pasada.

Los comentarios en redes sociales no tardaron.

"Mateo Vargas, el mantenido."

"Qué trepador, viviendo a costa de los Herrera."

Cada palabra era una puñalada.

Apagó la televisión.

El dolor era demasiado.

Días después, en un centro comercial.

Leo necesitaba un cambio de pañal.

Buscando el cambiador, vio a Sofía.

Compraba juguetes carísimos, bolsas de tiendas exclusivas.

Para el hijo de Ricardo, por supuesto.

Sofía lo vio.

Su rostro se endureció.

"¿Me estás siguiendo, Mateo? ¿No tienes nada mejor que hacer?"

Su voz era puro veneno.

Mateo sintió un nudo en el estómago.

Solo quería cambiar a su hijo.

            
            

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