Ricardo Montoya entró en su lujoso penthouse en Polanco con Sofía de la Garza del brazo.
Ella lucía etérea, vestida con algo caro y parisino, fingiendo cansancio.
"Ay, Rico, qué vuelo tan espantoso. Necesito un baño y descansar."
"Claro, mi vida. Lo que necesites."
Ricardo miró alrededor. La casa estaba impecable, como siempre. Eli tenía esa manía.
Llamó a Consuelo, la empleada doméstica.
"Consuelo, ¿Eli está en casa?"
"No, joven Ricardo. La señorita Eli salió temprano. Dijo que tenía un compromiso."
Ricardo frunció el ceño. ¿Un compromiso? Ah, sí. Su cumpleaños.
Se sintió un poco culpable, pero se le pasó rápido.
"Seguro fue a cenar con alguna amiga," pensó. "Eli es tan paciente, tan comprensiva. Entenderá."
El recuerdo de la llamada de Sofía, angustiada porque su equipaje se había retrasado, borró cualquier otro pensamiento.
"Consuelo, prepara la habitación de huéspedes para la señorita Sofía. Y que le suban algo ligero de cenar."
"Sí, joven Ricardo."
Sofía hizo un mohín.
"¿La de huéspedes? ¿No puedo quedarme en tu habitación, Rico? Te extrañé tanto."
Ricardo sonrió, halagado.
"Claro que sí, preciosa. Pero Eli... bueno, ya sabes. Para evitar incomodidades."
Subestimaba por completo la tormenta que se había desatado en el corazón de Eli.
Mientras tanto, Eli llegaba a un pequeño departamento que había alquilado esa misma tarde en la colonia Roma.
Era modesto, pero era suyo. Un refugio.
El primer paso hacia su libertad.
Su teléfono sonó. Era Sofía.
"¿Eli? Querida, soy Sofía. Ricardo me contó que hoy es tu cumpleaños, ¡qué pena que no pude saludarte! Espero que lo hayas pasado lindo." Su voz era melosa, falsamente preocupada.
Eli sintió una oleada de náuseas.
"Estoy ocupada, Sofía."
Y colgó.
El teléfono volvió a sonar de inmediato.
"Eli, no seas grosera. Solo quería ser amable. Ricardo está muy preocupado por ti, ¿sabes? Dice que has estado un poco... distante últimamente."
El tono de Sofía ahora tenía un matiz de burla.
"¿Qué quieres, Sofía?"
"Bueno, ya que lo preguntas... sé que las cosas entre tú y Ricardo no están bien. Y, para ser honesta, él y yo... siempre hemos estado destinados. Así que, estaba pensando... ¿cuánto quieres por desaparecer de su vida? Una cifra generosa, claro. Para que puedas empezar de nuevo, lejos de aquí."
Eli sonrió con frialdad. La arrogancia de Sofía era predecible.
"¿Dinero? Interesante propuesta, Sofía."
"Sabía que entenderías. Eres una chica lista."
"De acuerdo, Sofía. Hablemos de cifras. Pero en persona."