Venganza de la esposa secreta
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Capítulo 4

Pasaron tres días. Tres largos días en los que Ricardo no supo nada de Eli.

Al principio, no le dio importancia. "Estará enfadada por lo de su cumpleaños," pensó. "Se le pasará."

Pero al cuarto día, una extraña ansiedad comenzó a roerlo.

Intentó llamarla. Su teléfono estaba apagado.

Buscó en su agenda los números de las amigas de Eli. No tenía ninguno.

Se dio cuenta, con una punzada de culpa, de que apenas conocía el círculo social de su esposa.

Subió al que solía ser el cuarto de Eli, ahora ocupado por Sofía.

Buscaba alguna pista, alguna dirección, algo.

Se sorprendió al ver la habitación transformada.

Donde antes había libros de arte y novelas, ahora había revistas de moda y chismes.

Los sencillos arreglos florales que a Eli le gustaban habían sido reemplazados por ostentosos ramos de rosas rojas, las favoritas de Sofía.

Incluso el discreto perfume de gardenias de Eli había sido ahogado por la fragancia intensa y dulzona que usaba Sofía.

Sofía entró en ese momento, envuelta en una bata de seda.

"¿Rico, cariño? ¿Qué haces aquí?"

"Sofía, ¿dónde están las cosas de Eli?" Su voz sonó más áspera de lo que pretendía.

Sofía hizo un puchero.

"Ay, mi amor, no te enojes. Solo hice algunos cambios para sentirme más cómoda. Las cosas de Eli están guardadas en el clóset. No pensé que te importaría."

Comenzó a llorar suavemente, una táctica que siempre le funcionaba con Ricardo.

"Es que... me siento tan sola a veces. Y tú has estado tan preocupado por Eli..."

Ricardo sintió una punzada de irritación. Las lágrimas de Sofía, antes conmovedoras, ahora le parecían una manipulación.

Eli nunca lloraba así. Eli enfrentaba los problemas con una dignidad silenciosa.

"¡No es justo!" sollozó Sofía, arrojando un ramo de flores al suelo. "¡Si tanto te importa ella, entonces me voy!"

Amenazó con salir de la habitación.

Ricardo, condicionado por años de ceder a sus caprichos, la detuvo.

"No, Sofía, no te vayas. Quédate."

"Es culpa de Eli," dijo, más para convencerse a sí mismo que a ella. "Siempre tan dramática."

Sofía, entre lágrimas fingidas, insinuó:

"¿Has estado viéndola, Ricardo? ¿Por eso estás tan distante?"

Ricardo guardó silencio. Un silencio que Sofía interpretó a su manera.

La verdad era que el matrimonio con Eli había sido un acto de despecho. Un escudo contra el dolor que le causó la partida de Sofía.

"¿Aún me quieres, verdad, Rico?" preguntó Sofía, buscando la confirmación.

El silencio de Ricardo fue su respuesta. O la que Sofía quiso oír.

Esa noche, para "compensar" a Sofía, Ricardo la llevó a cenar al restaurante más caro de la ciudad.

Bebió más tequila de la cuenta, tratando de ahogar la creciente inquietud por Eli.

Sofía, astuta, vio su oportunidad.

Sacó los papeles de divorcio del bolso.

"Rico, mi amor, necesito que firmes estos documentos. Son para una inversión en una nueva línea de tequila boutique que quiero lanzar. Una forma de asegurar nuestro futuro juntos."

Ricardo, con la cabeza embotada por el alcohol y la confusión emocional, apenas miró los papeles.

"¿Ahora, Sofía? Estoy un poco..."

"Por favor, cariño," insistió ella, fingiendo un mareo. "Me siento un poco mal. Si firmas rápido, podemos irnos a casa."

Puso el bolígrafo en su mano.

Ricardo, preocupado por el supuesto malestar de Sofía y deseando terminar la velada, firmó donde ella le indicó, sin leer una sola palabra.

                         

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