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El apartamento olía a él. A su tabaco, a su colonia barata, a la mentira. Todo en ese pequeño espacio era un monumento a nuestra farsa. Dejé la lata de galletas sobre la mesa de la cocina. El metal frío era lo único real.
Esperé. No sé cuántas horas. Solo me senté en la oscuridad, escuchando el goteo del grifo, un sonido que antes me parecía hogareño y ahora sonaba como una tortura.
La llave giró en la cerradura. Mateo entró, silbando. Encendió la luz y se detuvo en seco al verme. Su sonrisa de suficiencia se borró.
"Sofía. ¿Qué haces aquí sentada a oscuras? Me has asustado."
No respondí. Mi silencio pareció ponerlo nervioso. Se movió por la habitación, evitando mi mirada.
"Escucha, sobre lo del otro día... Fui un imbécil. Estaba estresado."
Seguí en silencio.
Se acercó, su voz se volvió más suave, más ensayada.
"He estado pensando. Podemos arreglarlo. Lo de tu abuela... lo siento mucho. Podemos buscar una solución."
Finalmente, lo miré. Mi cara debía de ser un lienzo de dolor y rabia.
"¿Una solución?" Mi voz salió rota. "¿Para qué, Mateo? ¿Para la muerte?"
Se estremeció. Dio un paso atrás.
"No digas eso."
"Ella está muerta. Mi abuela está muerta."
"Lo sé, y lo siento, de verdad..."
"No. No lo sientes."
Su paciencia se agotó. La máscara de chico bueno se resquebrajó.
"Mira, sé que estás dolida. Pero la vida sigue. No puedes culparme por eso."
"¿No puedo?"
"¡No! Yo también he tenido mis problemas. ¡He estado luchando!"
La palabra "luchando" salió de su boca y me golpeó. La lucha. Nuestra lucha. Todo era mentira.
Se metió la mano en el bolsillo del pantalón de diseño que ahora llevaba y sacó un fajo de billetes. Cincuenta mil euros. Los tiró sobre la mesa, junto a la lata de galletas. El dinero se desparramó.
"Toma. Esto es lo que querías, ¿no? Para eso era todo el drama. Ya está. Coge el dinero y deja de molestar."
Miré los billetes. El precio de la vida de mi abuela. El precio de mi hijo. El precio de dos años de mi vida.
"No quiero tu dinero," dije, y mi voz era un susurro helado.
"¿Ah, no? ¿Ahora te haces la digna?" Se rio, un sonido feo. "Todas sois iguales."