En Sevilla, el Concurso Nacional de Flamenco es más que una competencia, es una maldición. Cada año, el ganador, en la cima de su gloria, se suicida. Cuanto más perfecta es su actuación, más trágica y extraña es su muerte. Por eso, los bailarines más talentosos ahora bailan para perder, el miedo es más fuerte que el deseo de ganar.
Pero yo no.
Mi nombre es Scarlett Hewitt, y esta noche, voy a ganar.
Mi hermana mayor, Sasha, ganó este mismo concurso hace tres años. La encontraron muerta el mismo día que anunciaron su victoria, una nota de suicidio en la mano. Desde ese día, me he preparado sin descanso. No busco la gloria, busco al asesino. Quiero ganar con la puntuación más alta de la historia para que él venga a por mí.
Mi madre, Annabel Hewitt, una vez una estrella del flamenco, ahora cose trajes para sobrevivir. Ella me crió sola después de que mi padre, Roy Castillo, nos abandonara cuando yo era un bebé. Su talento se marchitó, reemplazado por una dureza que nunca entendí.
"No lo hagas, Scarlett", me dijo esta mañana, sus manos ásperas por el trabajo sin detenerse en la costura de mi vestido.
"Tengo que hacerlo. Por Sasha".
"Tu hermana tomó una decisión estúpida. No sigas sus pasos".
Su frialdad era una pared de hielo entre nosotras. No había dolor en su voz, solo una apatía que me helaba la sangre. No podía entenderlo. No podía entender cómo la misma mujer que una vez me llevó en brazos kilómetros bajo una tormenta para salvarme de una fiebre mortal, ahora podía hablar de la muerte de su otra hija con tanta indiferencia.
Sasha no era estúpida. La noche antes de la final, me llamó. Su voz era un susurro aterrorizado.
"Scarlett, escúchame. Nunca ganes el concurso. Prométemelo. Nunca ganes".
Colgó antes de que pudiera responder. Al día siguiente, estaba muerta. La policía lo llamó suicidio, pero yo sabía la verdad. La nota que dejó era una mentira.
"Hermanita, nunca ganes el concurso", decía.
La caligrafía era idéntica a la suya, un detalle que engañó a todos. Pero Sasha nunca me llamó "Hermanita". Siempre fui "Scarly". Esa palabra, "Hermanita", era la prueba. Alguien la forzó a escribir esa nota, alguien que no conocía los detalles íntimos de nuestra relación. Alguien que la mató.
Y esta noche, voy a encontrarlo. Mi actuación será mi cebo. Mi victoria será mi trampa.
El detective a cargo del caso, Máximo Sullivan, un hombre de mirada cansada y astuta, cree que estoy loca. Me ha seguido durante semanas, convencido de que soy una amenaza, quizás para mí misma, quizás para otros. Me ve como otra víctima potencial de la "maldición", o peor, como alguien que sabe demasiado.
No le importa. La verdad saldrá a la luz.
El escenario me espera. La música comienza a sonar. Siento el peso de las miradas del público, la tensión en el aire. Todos esperan ver si la hermana de Sasha Hewitt correrá la misma suerte. No saben que no estoy aquí para bailar.
Estoy aquí para cazar.