"No le crean", grité, mientras dos oficiales me agarraban por los brazos. "¡Está mintiendo! ¡Está tratando de protegerme!".
El Detective Sullivan me ignoró. Su mirada estaba fija en mi madre, fría y calculadora. "Annabel Hewitt, está bajo arresto por el asesinato de...".
"No sea ridículo, detective", lo interrumpí, luchando contra los policías. "¡Mírela! ¿Cree que esta mujer podría matar a alguien? ¡Es una costurera!".
Annabel me miró, sus ojos llenos de una desesperación que nunca antes había visto. "Cállate, Scarlett. Se acabó".
"No", susurró Sullivan, su atención finalmente volviéndose hacia mí. "No se ha acabado".
Se acercó, su rostro a centímetros del mío. Su voz era un murmullo bajo y siniestro.
"Creíste que eras muy lista, ¿verdad? ¿Montar todo este espectáculo? ¿La transmisión en vivo, la acusación dramática? Fue un buen intento, te lo concedo".
"¿De qué está hablando?", pregunté, la confusión mezclándose con el pánico.
"Hablo del ganador del año pasado. Alejandro Vega. Lo encontramos en su apartamento, colgado de una viga. Parecía un suicidio, igual que los demás. Pero encontramos algo. Algo que no encajaba".
Hizo una pausa, saboreando el momento.
"Encontramos tu ADN debajo de sus uñas, Scarlett".
El aire abandonó mis pulmones. Era imposible.
"Eso es mentira. Nunca he conocido a Alejandro Vega. ¡Nunca he estado en su apartamento!".
"Oh, pero sí estuviste", dijo Sullivan, sacando una bolsa de pruebas de su bolsillo. Dentro había un solo cabello largo y oscuro. "Los forenses confirmaron que es tuyo. Estabas allí. Luchó contigo antes de morir".
La confesión de mi madre, su intento desesperado de protegerme, ahora tenía un sentido horrible. Ella sabía que la policía tenía esta "prueba". Sabía que venían a por mí. Su aparición como "El Zorro" no era para atacarme, era para ser atrapada en mi lugar.
La multitud afuera del camerino, atraída por la conmoción, ahora me miraba con odio. Los susurros se convirtieron en gritos.
"¡Asesina!".
"¡Mató a su propia hermana!".
"¡Monstruo!".
Sullivan sonrió, una sonrisa cruel y triunfante. "Ves, Scarlett, la trampa no era para el asesino. Era para ti. Tu 'suicidio' no iba a ser físico. Iba a ser esto. La condena de todos. Una muerte social. Ser odiada y recordada como una asesina en serie que mató a su propia familia. Ese era el plan desde el principio".
Me di cuenta de la verdad en ese instante. Había caído en una trampa perfectamente diseñada. El verdadero asesino no solo quería matarme, quería destruir mi nombre, mi memoria, todo lo que era. Quería que el mundo creyera que yo era el monstruo.
Me esposaron. Las cámaras de los medios de comunicación destellaban en mi cara mientras me sacaban del teatro. Los gritos de la multitud eran un rugido ensordecedor. Vi el rostro de mi madre, pálido y aterrorizado, mientras se la llevaban en otra dirección.
En el coche de policía, el pánico se apoderó de mí. No podía terminar así. No podía dejar que ganara.
Tenía que escapar.
Miré mis muñecas esposadas. Solo había una manera.
Con toda la fuerza que pude reunir, me mordí la muñeca izquierda, rompiendo la piel. La sangre brotó, caliente y espesa.
"¡Se está desangrando!", gritó uno de los oficiales.
El coche viró bruscamente, las sirenas aullando, dirigiéndose al hospital.
Era mi única oportunidad.