La Heredera Verdadera y Única
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Capítulo 3

Javier me miró con frío disgusto.

"Sé exactamente lo que he hecho. Librarme de ti."

Isabel, sintiéndose victoriosa, dio un paso adelante y me empujó.

"¿Has oído? Lárgate. Esta es mi casa ahora."

Instintivamente, le devolví el empujón, más fuerte. Ella tropezó hacia atrás, sorprendida.

"¿Tú? ¿Dirigir esta empresa?", me reí sin humor. "¿Sabes siquiera la diferencia entre un Tempranillo y un Cabernet?"

Isabel chilló, recuperando el equilibrio. Javier corrió a su lado, apartándome con brusquedad.

"¡No la toques!", gritó, antes de volverse hacia Isabel con una ternura empalagosa. "¿Estás bien, mi amor? ¿El bebé está bien?"

Su preocupación selectiva era repugnante.

Isabel se apoyó en él, fingiendo debilidad.

"Javier, haz que se vaya. Me está estresando. No es bueno para nuestro hijo."

"Por supuesto, mi vida", dijo él, y luego me miró con odio. "Mis padres se encargarán de ti."

Una sonrisa burlona se dibujó en mis labios.

"¿De verdad crees que tus padres aprobarán esto?"

Isabel acarició su vientre, su arma definitiva.

"¿Cómo no iban a hacerlo? Llevo a su nieto. El heredero de la fortuna Vega. Algo que tú, una mujer estéril, nunca pudiste darles."

La palabra "estéril" fue diseñada para herir, y una parte de la multitud reaccionó con murmullos de aprobación. En su mundo, la capacidad de una mujer para producir un heredero lo era todo.

"Ten cuidado con lo que deseas, Isabel", le advertí, mi voz suave pero llena de una amenaza que no entendió. "Asegúrate de que ese niño realmente tenga derecho al apellido Vega."

Ella se rio en mi cara.

"Por supuesto que lo tendrá. Llevará el apellido de su padre. Un Vega de pura cepa. No como otras, que tuvieron que casarse para conseguirlo."

La humillación era completa. Los invitados se reían abiertamente. Era la comidilla de la fiesta: la arribista despedida, reemplazada por la amante embarazada.

Javier, con un gesto grandilocuente, hizo una última declaración.

"Sofía, por última vez, estás despedida. Isabel de la Torre es la nueva Directora General. Ahora, vete."

Me reí. Una risa fría y tranquila que desconcertó a todos.

"Te lo he dicho, Javier. No puedes despedirme."

Él me miró como si estuviera loca.

"¡Seguridad! ¡Sáquenla de aquí! Y asegúrense de que no vuelva a poner un pie en ninguna propiedad de los Vega. ¡Está vetada de por vida en el sector!"

Los invitados me miraban ahora con una mezcla de lástima y desprecio. La pobre tonta, se decían. No sabe cuándo rendirse.

Pero yo no miraba a Javier. Mi mirada estaba fija en la entrada de la casa.

            
            

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