La Heredera Verdadera y Única
img img La Heredera Verdadera y Única img Capítulo 4
5
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 4

"¿Creen que soy incompetente?", pregunté, mi voz resonando en el silencio repentino. Miré a los invitados, uno por uno.

"Usted, Señor Pérez, ¿recuerda cuando su negocio estaba al borde de la quiebra y le conseguí un contrato de distribución exclusivo? Y usted, Señora Garmendia, ¿quién le aconsejó invertir en esos viñedos que ahora valen el triple?"

Recorrí la multitud con la mirada, nombrando a media docena de personas, recordando en voz alta los favores, los consejos, los rescates financieros que les había proporcionado a lo largo de los años.

"Todos ustedes han brindado por mi éxito. Han elogiado mi visión. Y ahora, ¿creen que este hombre", señalé a Javier, cuya única habilidad era gastar el dinero que yo ganaba, "¿puede dirigir este imperio?"

Hubo un silencio incómodo. Algunos apartaron la mirada, avergonzados.

Pero la vergüenza duró poco. El miedo era más fuerte.

El Señor Pérez fue el primero en hablar, su voz untuosa.

"Sofía, siempre te hemos respetado. Pero Javier es el heredero. No podemos ir en contra de la familia Vega."

La Señora Garmendia añadió, con crueldad.

"No mezcles los negocios con los asuntos personales. Has sido una buena empleada, pero tu tiempo ha terminado. Acéptalo o acabarás en la ruina, nadie te contratará después de esto."

Las mismas personas que me debían su fortuna ahora me daban la espalda. Hipócritas. Recordé una advertencia de mi "suegro", Don Ricardo: "En los negocios, la lealtad es un lujo, no una garantía."

Sonreí, una sonrisa amarga y resuelta.

"No necesito que me contraten. Y para que quede claro: ninguno de ustedes, ni siquiera Javier, tiene la autoridad para echarme de mi casa."

Mi declaración final fue tan firme, tan llena de una confianza inexplicable, que incluso los más escépticos dudaron por un segundo.

Isabel perdió la paciencia.

"¡Basta de estupideces! ¡Seguridad, he dicho! ¡Sáquenla!"

Ignoré sus gritos. Tomé una copa de champán de una bandeja que pasaba y bebí un sorbo, observando el caos con una calma glacial.

Mi compostura los desconcertó. Los guardias de seguridad dudaron, mirando de Javier a mí, sin saber a quién obedecer. Se creó un punto muerto.

Fue entonces cuando Javier vio algo que le devolvió la confianza.

"¡Mamá! ¡Papá!", exclamó con alivio.

Don Ricardo y Doña Elena Vega caminaban hacia nosotros desde la casa. Sus rostros eran dos máscaras de seriedad.

Javier corrió hacia ellos, tomando el brazo de su madre.

"Menos mal que han llegado. Sofía está montando una escena terrible."

Señaló hacia mí.

"Díganle ustedes. Díganle que está despedida. Ustedes son los dueños. Su palabra es la ley."

Tenía razón en eso. La autoridad final era de ellos. Lo sabía. Pero mi rostro no mostró ni una pizca de miedo.

                         

COPYRIGHT(©) 2022