El Silencio de mi Venganza
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Capítulo 3

Valeria se deslizó entre la multitud con la confianza de un depredador. Ignoró las miradas de desaprobación de la alta sociedad.

Se detuvo directamente frente a Mateo.

"Mateo, cariño", dijo, su voz ronca y deliberadamente alta. "Qué coincidencia encontrarte aquí".

Extendió una mano y le acarició el pecho, justo sobre el corazón. Sus uñas, largas y rojas, se clavaron ligeramente en la tela de su esmoquin.

Miré la escena, paralizada. La humillación era un fuego frío que me recorría las venas. Todos nos miraban. Podía sentir sus susurros, sus miradas curiosas.

Mateo intentó apartarse sutilmente, pero ella se aferró a él. "No seas tímido", ronroneó.

Él vaciló por un segundo, sus ojos suplicándome perdón en silencio. Pero luego, vi algo cambiar en su expresión. Una mezcla de resignación y deseo. Cedió. Su mano encontró la cintura de ella, un gesto casi imperceptible pero que para mí fue un grito.

La traición ya no era un secreto. Era un espectáculo público.

Más tarde, durante la subasta benéfica, el subastador presentó el lote final: un collar de zafiros y diamantes conocido como "El Corazón del Mar".

"Se dice que este collar garantiza la lealtad eterna", anunció el subastador.

Mateo levantó su paleta de inmediato. "Cien mil pesos", dijo, su voz firme, mirándome. Era un intento patético y desesperado de redimirse.

"Ciento diez mil", gritó una voz desde el otro lado del salón.

Era Valeria. Se puso de pie, desafiante. "Es para mi novio", anunció, mirando directamente a Mateo. "Le encantan los zafiros".

La sala se quedó en silencio. La tensión era palpable.

"Doscientos mil", dijo Mateo, con los dientes apretados.

"Doscientos cincuenta mil", replicó ella, riendo.

La puja se convirtió en una batalla personal entre ellos. Yo solo observaba, sintiéndome completamente vacía. Ese collar, ese símbolo de lealtad, se había convertido en una broma cruel.

Finalmente, Mateo ganó la puja por una suma astronómica. Se acercó a mí, con el collar en su estuche de terciopelo. "Es tuyo, mi amor. Siempre".

Lo miré, pero no sentí nada. Ni alegría, ni gratitud. Solo un desapego helado. La victoria de Mateo no significaba nada.

Mi teléfono vibró. Otro mensaje de Valeria.

"¿Quieres ver dónde termina realmente el 'Corazón del Mar'? Terraza norte. Ahora".

Una curiosidad morbosa me impulsó. Dejé a Mateo con su trofeo vacío y me dirigí a la terraza.

La escena que encontré me rompió en pedazos.

Mateo tenía a Valeria presionada contra la barandilla. Le estaba poniendo el collar. Sus manos no se detuvieron en su cuello; bajaron por su espalda, metiéndose bajo su vestido rojo. Él la besaba con una desesperación animal, una pasión que nunca me había mostrado a mí.

Ella se rió, un sonido bajo y triunfante, y le susurró algo al oído.

Él se rió también.

Me quedé allí, oculta en las sombras, viendo cómo el hombre que me había prometido lealtad eterna se la entregaba a otra mujer.

            
            

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