La Madre sabría Todo
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Capítulo 1

El olor a metal frío y arcilla húmeda llenaba mi estudio, un santuario donde el mundo exterior se desvanecía. Estaba dando los toques finales a una escultura de bronce, una pieza encargada para una galería en Nueva York. Mis manos, cubiertas de polvo y pequeñas cicatrices, se movían con la precisión de años de práctica. Mi arte me había dado todo: fama, dinero, una casa en una de las mejores zonas de Madrid. Pero también me había quitado tiempo, el tiempo que debería haber pasado con mi hija, Luna.

Me sentía culpable. Viajes, exposiciones, reuniones... delegaba el día a día de Luna en mi marido, Javier, y en Dolores, la asistenta que él mismo trajo de su pueblo en Extremadura. Él gestionaba mi estudio, mis finanzas. Yo creaba. Era un acuerdo que, hasta hoy, parecía funcionar.

Tomé un respiro y cogí el móvil. Una pausa de cinco minutos. Abrí Instagram por inercia, deslizando el dedo por vidas ajenas. Entonces, me detuve. Una publicación de una "influencer" local, una tal @InesStyle. No la seguía, pero el algoritmo me la había sugerido.

La foto era de una fiesta de cumpleaños infantil. Globos, una tarta enorme y un grupo de niños sonriendo. Uno de ellos, un niño de unos tres o cuatro años, me llamó la atención. Se llamaba Mateo, según la etiqueta.

Pero no fue el niño lo que me heló la sangre. Fue lo que llevaba al cuello.

Un pequeño colgante de plata. Un sol y una luna entrelazados. Una pieza única, diseñada y forjada por mí. No estaba a la venta. No existía otra igual en el mundo.

Se la había hecho a Luna para su Primera Comunión. Un regalo para el futuro, guardado en el cajón superior de mi cómoda.

Era inconfundible. Era mi diseño. Era mi trabajo. Estaba en el cuello de un niño que no conocía, en el perfil de una mujer que nunca había visto.

Mi corazón empezó a latir con una fuerza descontrolada. El estudio, mi refugio, de repente se sentía como una jaula.

            
            

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