Atrapada por un Juramento: Libre por Sangre
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Capítulo 2

"No te puedes ir," me dice Javier más tarde, cuando la fiesta ha terminado y solo quedamos nosotros y sus amigos borrachos en la casa vacía.

"Tú y yo estamos unidos."

Su voz es fría, calculadora. Ya no hay rastro del hombre que se azotaba en la iglesia.

"¿Recuerdas nuestro viaje a Cuba? ¿El babalawo? ¿La Santería?"

Claro que lo recuerdo. Fue hace cinco años. Estábamos en La Habana, borrachos de amor y de ron. Javier me llevó a ver a un sacerdote de Santería.

Hicimos un juramento de sangre. Un pacto.

"Nuestras almas están atadas," dice, disfrutando de mi miedo. "Solo podemos separarnos si ambos estamos de acuerdo. Si te vas sin mi permiso, lo perderás todo. Y la mala suerte te seguirá por el resto de tu vida."

Sus amigos asienten, como perros fieles.

"Javier ya dio la orden, Isabela," dice uno de ellos. "Nadie en la Ciudad de México te va a ayudar. Nadie se atreverá a ir en contra de él."

Mi corazón se hunde. Me siento atrapada.

Salgo de la hacienda. No sé a dónde voy. Solo camino.

La noche es fría. Empieza a llover. Una lluvia helada que me cala hasta los huesos.

El dolor de la cirugía, el dolor de la traición, todo se vuelve demasiado.

Mis piernas fallan. Caigo al suelo, en medio de la calle oscura y mojada.

Todo se vuelve negro.

Despierto en una habitación que no reconozco. Es cálida y huele a limpio.

Una figura está sentada en una silla junto a la cama.

"¿Isabela?"

Esa voz. La conozco.

Abro los ojos.

Es Mateo.

Mi Mateo. Mi vecino de la infancia. Mi primer amor.

No lo he visto en diez años. Desde que su madre se lo llevó de vuelta a España.

Ahora es un hombre. Más alto, más fuerte. Pero sus ojos son los mismos. Profundos, amables, llenos de una tristeza que siempre ha estado ahí.

"Mateo," susurro.

"Te encontré," dice, y su voz se quiebra un poco. "Estaba en la ciudad para un festival de arte. Te vi caer."

Me toma la mano. Su piel es cálida.

"Te he estado esperando, Isa. Todos estos años."

Saca algo de su bolsillo. Es un sobre.

Dentro hay un boleto de avión. Un jet privado. Abierto, sin fecha.

Destino: Sevilla.

"Cuando estés lista," dice. "Es tuyo. Un lugar a donde ir. Siempre."

Las lágrimas que no lloré en la fiesta, las lloro ahora. Lloro por los diez años perdidos, por el dolor, por la humillación.

Y por este rayo de esperanza inesperado.

                         

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