Capítulo 4

"No", digo, mi voz es tranquila pero firme.

Miro a mis padres, sus rostros llenos de angustia.

"Padre, madre, confíen en mí. Sé lo que hago".

Mi calma parece desconcertarlos más que cualquier arrebato de histeria.

"No me importa el estatus ni la riqueza. Solo quiero un hombre honesto y leal. Alguien que no nos use para sus propios fines".

Mis palabras son una indirecta clara a Alejandro, y mi padre lo entiende. Su expresión cambia, una sombra de duda cruza sus ojos. Él recuerda las promesas y la ambición del joven político.

"Este hombre, este jornalero, no tiene nada que ganar con nosotros. Por eso, no tiene nada que quitarnos. ¿No entienden? Esta es la única forma de estar seguros".

Mi madre sigue llorando en silencio. Pero mi padre me mira fijamente, buscando algo en mi mirada.

Ve una determinación que nunca antes había visto en mí. La determinación de alguien que ha visto el final del camino y ha decidido tomar un desvío.

Finalmente, suspira, derrotado.

"Está bien, Isabela. Si esta es tu decisión, la respetaremos. Pero que sepas que nos rompes el corazón".

No me rompe el corazón. Les estoy dando uno nuevo, uno que seguirá latiendo fuerte mucho después de que el de Alejandro se haya podrido por la ambición.

Mi resolución es de acero. He muerto una vez por amor. No volveré a cometer ese error.

Esta vida es para vivirla, no para sacrificarla en el altar de la vanidad de otro.