Las Botas de la Traición
img img Las Botas de la Traición img Capítulo 1
2
Capítulo 4 img
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 1

El último silbato del partido sonó, y el grito de la gente llenó el aire. Ganamos, otra vez, y yo había marcado los dos goles. Máximo corrió hacia mí, me abrazó con fuerza y me levantó del suelo.

"¡Hermano, eres una bestia! ¡Un genio!"

Le devolví el abrazo, sonriendo. Máximo era mi mejor amigo, mi compañero en la delantera, éramos el dúo de oro del equipo.

Luciana nos esperaba en la grada, aplaudiendo con esa sonrisa que conocía desde que éramos niños. Ella siempre estaba ahí, nuestra fan número uno. Su familia nos había ayudado a mi madre y a mí desde que mi padre murió, pagando mi entrenamiento, asegurándose de que nunca nos faltara nada. Para mí, ella era más que una amiga, era familia.

"Iván, estuviste increíble", dijo mientras bajaba corriendo las escaleras. "Ese tiro libre fue perfecto."

"Gracias, Luci", respondí, todavía sin aliento.

"Tengo un regalo para ti", dijo Máximo, sacando una caja de su mochila. "Para el mejor jugador."

Dentro había un par de botas de fútbol nuevas, de un diseño moderno y llamativo.

"Wow, Máximo, no tenías que hacerlo."

"Claro que sí, hermano. Para que sigas marcando goles así."

Me las probé. Se sentían un poco raras, un poco apretadas en lugares extraños, pero no quise decir nada. El nudo de los cordones estaba increíblemente apretado, casi imposible de deshacer.

Más tarde, mientras caminábamos hacia el Mercado de San Juan para celebrar, una anciana sentada en un puesto de hierbas y amuletos me detuvo. Tenía los ojos oscuros y profundos, como si pudiera ver a través de mí.

Señaló mis piernas.

"Esas piernas ya no te pertenecen."

Me reí, un poco incómodo.

"Abuela, ¿qué dice? Es solo un partido."

Pensé que era una forma extraña de desearme suerte, quizás un cumplido.

Pero ella no sonreía. Su voz era grave, como el roce de hojas secas.

"La gloria del campeón será para tu hermano, y tú, te quedarás sin nada."

Luego, sus ojos se fijaron en mis botas nuevas.

"Unas botas de 'intercambio de almas'. Cuando él decida rendirse, tus piernas estarán acabadas."

La miré, confundido. La anciana simplemente se encogió de hombros y se volvió hacia sus hierbas. Luciana me tomó del brazo, apartándome.

"No le hagas caso, Iván. Es solo una vieja loca del mercado."

Máximo asintió, pero no me miró a los ojos.

"Sí, vamos. Tenemos que celebrar."

Intenté olvidar sus palabras, pero se quedaron grabadas en mi mente. Esa noche, y en los entrenamientos siguientes, algo cambió. Mis piernas se sentían pesadas, como si estuviera corriendo en el agua. Mis tiros perdieron precisión. Me sentía lento, torpe.

Mientras tanto, Máximo empezó a brillar. Sus movimientos eran más rápidos, sus disparos más potentes. Marcaba gol tras gol, goles que antes eran míos. Todos en el equipo lo notaron.

"Máximo está en racha", decían.

"Iván parece cansado últimamente."

Las botas se sentían cada vez más extrañas, y el nudo de los cordones seguía siendo imposible de desatar. La profecía de la anciana resonaba en mi cabeza, una y otra vez.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022