El dolor de la traición era agudo, pero la rabia que sentí fue aún más fuerte. Me quemaba por dentro, dándome una claridad helada. Ya no había dudas, ni esperanza. Solo la cruda verdad.
Volví al puesto de la anciana en el mercado. Ella me miró como si supiera exactamente lo que había pasado.
"¿Qué define a la 'familia'?", le pregunté, con la voz dura.
"A quien tú consideres familia en tu corazón", respondió ella con simpleza. "Eso es todo lo que importa."
Sus palabras sellaron mi decisión. Ya no había dilema moral. Luciana había elegido su bando. Ahora yo elegía el mío.
Le entregué a la anciana el amuleto de obsidiana que me había ofrecido antes. A cambio, ella me dio instrucciones precisas. Esa noche, no dormí. Con un cuchillo afilado y mucho cuidado, corté los cordones imposibles de desatar y me quité las botas malditas.
Luego, con una paciencia que no sabía que tenía, trabajé el cuero. Lo corté, lo traté, lo moldeé. Pasé horas transformando el material que me había robado el futuro en algo nuevo. Al amanecer, tenía en mis manos una pulsera de cuero, de aspecto rústico pero elegante.
Fui a buscar a Luciana. La encontré en el café de siempre, riendo con Máximo. La escena me revolvió el estómago.
Me acerqué a su mesa. Máximo se puso tenso al verme. Luciana, en cambio, me sonrió con esa falsa dulzura que ahora me resultaba repulsiva.
"Iván, ¿qué haces aquí?"
"Vine a darte algo", le dije, intentando que mi voz sonara normal. Saqué la pulsera. "Es un amuleto de la suerte. Para nosotros."
Mentí, diciendo que era una pulsera de pareja, un símbolo de nuestro vínculo. Sus ojos brillaron. Le encantaba la idea de poseerme, de marcarme como suyo.
"Oh, Iván, es preciosa."
Tomé su muñeca y le puse la pulsera. El cuero se ajustó a su piel.
"Mientras la lleves, nuestra suerte estará unida", le dije, mirándola directamente a los ojos.
Ella no entendió el verdadero significado de mis palabras. Me dio un beso en la mejilla, feliz, ajena a la trampa que acababa de cerrarse sobre ella. Se la había puesto voluntariamente. La maldición ahora tenía un nuevo anfitrión.