Las Botas de la Traición
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Capítulo 2

La situación empeoraba cada día. Mis piernas pesaban una tonelada y mi rendimiento en el campo era una sombra de lo que fue. La frustración me estaba comiendo por dentro. Desesperado, volví solo al Mercado de San Juan, buscando a la anciana.

La encontré en el mismo puesto, rodeada del olor a incienso y hierbas secas.

"Sabía que volverías", dijo sin levantar la vista.

"Mis piernas... lo que usted dijo está pasando", le dije, con la voz temblorosa. "Máximo... él está jugando como nunca, y yo... yo no puedo ni correr."

Ella finalmente me miró.

"Es la maldición de las botas. Un intercambio. Tu talento por su ambición."

"¿Qué puedo hacer? ¿Cómo lo detengo?"

"Hay una forma", respondió, escogiendo una pequeña piedra negra y pulida de una caja. "La maldición puede ser transferida. Pero solo a alguien que consideres familia."

Mi mente voló inmediatamente hacia una persona.

Luciana.

La imagen de su sonrisa, su apoyo incondicional durante todos estos años, apareció en mi cabeza. Rechacé la idea al instante. No, era imposible. Ella era la única persona, además de mi madre, que siempre había estado ahí, sin pedir nada a cambio.

"No", dije en voz alta. "No puedo hacerle eso a nadie."

La anciana se encogió de hombros.

"La elección es tuya. Pero el tiempo corre."

Salí del mercado con el corazón hecho un nudo. No podía creer que Luciana tuviera algo que ver. Tenía que haber otra explicación.

Pero la prueba definitiva llegó unos días después. Se anunciaron los resultados de la selección para la prueba final del club. Mi nombre no estaba en la lista. El de Máximo, sí. Él había conseguido la oportunidad de su vida, la que yo había soñado desde niño.

El mundo se me vino encima. Fui al vestuario a recoger mis cosas, sintiéndome vacío. Fue entonces cuando la oí. La voz de Luciana, hablando con otra chica del otro lado de los casilleros. Su tono era frío, irreconocible.

"Ya te lo dije, yo puedo mantener a Iván aunque no llegue a ser profesional. Pero Máximo es diferente, él necesita esta oportunidad. Yo solo quería que Iván le cediera un poco de espacio, pero no quiso."

Hubo una pausa. Luego, la voz de Luciana continuó, y cada palabra fue como un golpe.

"Tuve que conseguir esas botas especiales. Un amigo me ayudó, las trajeron de un brujo de Veracruz. Si Iván no iba a cooperar, tenía que ayudar a Máximo de esta manera."

Me quedé paralizado. El aire se me escapó de los pulmones. La traición era tan absoluta, tan devastadora, que sentí un frío que me caló hasta los huesos. No era una vieja loca. Era real. Todo era real.

            
            

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