Libre del Monstruo que Amé
img img Libre del Monstruo que Amé img Capítulo 2
3
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 2

La mención de Catalina hizo que el rostro de Mateo se contrajera de furia.

"¿Cómo te atreves a mencionar su nombre? No eres digna".

"Ah, pero lo soy", respondí con calma. "Sé todo sobre ella. Sé de su vida promiscua antes de conocerte, de las enfermedades que contrajo. Sé que su útero es tan delgado como el papel y que nunca podrá darte un hijo".

En mi vida pasada, descubrí estas verdades demasiado tarde, después de que él usara el falso aborto de Catalina como excusa para culparme y comenzar su sádico ritual.

Mateo se quedó sin palabras, su arrogancia reemplazada por una conmoción absoluta.

Sus padres me miraron con una mezcla de horror y comprensión. Ellos sabían que yo decía la verdad, pero siempre fueron demasiado débiles para enfrentarse a la obsesión de su hijo.

"En nuestra vida pasada", continué, mi voz tan afilada como un cuchillo, "me acusaste de causar su 'aborto'. Me encerraste y me obligaste a parir nueve hijos para ti. Usaste su sangre pura para intentar curar a una mujer cuya alma está podrida hasta la médula".

Cada palabra era un golpe. Vi el pánico en los ojos de Mateo.

"Estás loca", siseó, pero su voz temblaba.

"No, Mateo. Estuve loca de amor por ti. Ahora, solo estoy libre", dije, y cerré la puerta.

Escuché sus gritos y golpes en la madera, pero no sentí nada. El amor que una vez sentí por él había muerto junto con mi noveno hijo. Esta vez, elegiría mi paz.

Los días siguientes fueron tranquilos. Volví a mi rutina, atendiendo a los aldeanos, cultivando mis hierbas y conectando con la energía de la Pachamama.

Pero la paz duró poco.

Una semana después, camiones de construcción llegaron y comenzaron a trabajar en el terreno baldío junto a mi casa. La familia de Mateo había comprado la tierra.

Poco después, se mudaron a una casa recién construida, una mansión que chocaba grotescamente con la humildad del paisaje andino.

Y con ellos, vino Catalina.

La vi por primera vez desde mi renacimiento un día mientras cuidaba mi jardín de hierbas medicinales. Era alta y delgada, una modelo de pasarela fuera de lugar en las montañas. Se aferraba al brazo de Mateo, mirándome con un desprecio mal disimulado.

"Así que esta es la curandera", dijo su voz, tan artificial como su apariencia. "Parece más una campesina sucia".

Mateo se rió. "Te lo dije, mi amor. No es nada. Solo una charlatana desesperada por atención".

Sabía que lo hacían para provocarme, pero yo simplemente los ignoré y seguí trabajando. Mi indiferencia pareció enfurecerlos más que cualquier insulto.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022